Nada de lo que es casual aparece por casualidad

Lo inesperado es lo que cambia la vida (anónimo)

¡Eureka!, gritó Arquímedes en la bañera al observar cómo su cuerpo desplazaba una masa de agua equivalente al volumen sumergido. Había descubierto el principio que lleva su nombre. Siglos después, Melvin Calvin (Saint Paul, Minnesota) recibió el Premio Nobel de Química por sus trabajos sobre la asimilación del dióxido de carbono por las plantas. Lejos de ensimismarse en sesudos estudios, la inspiración para explicar la fotosíntesis de las plantas le llegó mientras esperaba en su coche a que su mujer terminara de hacer unos encargos. August Kelulé (Darmstadt, Alemania) pudo haber recibido el Premio si hubiera nacido medio siglo después, ya que de los cinco primeros Nobel en Química que se concedieron, tres fueron ganados por estudiantes suyos. Su descubrimiento de la estructura del benceno se produjo soñando que átomos y moléculas formaban cadenas giratorias hasta que una de ellas se convirtió en una serpiente que se mordía la cola formando un círculo por la rapidez con que se retorcía sobre sí misma.

La serendipia, que no entró en el Diccionario de la Real Academia Española hasta su edición 23ª, se define como un «hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual». Al parecer, el término tiene su origen en el cuento persa de Los tres príncipes Sigue leyendo