Domingo de otoño.
Al llegar a la estación de Zaragoza he tenido que tomar un taxi, porque en esta ciudad no operan ni Uber ni Cabify. Aquí el monopolio exclusivo del transporte en automóvil pertenece al taxi.
El vehículo es un Toyota Prius, que años atrás llegó a representar casi un 30 por ciento de la flota taximétrica en España. Hasta que los responsables de Toyota comprendieron lo desalentador de esa imagen de coche taxi para el público en general y se esforzaron en recuperar su estatus de coche tecnológico y vanguardista no homologando el nuevo Toyota Prius como taxi en las ciudades de Madrid y Barcelona.
En Zaragoza, el primer vehículo de la parada es un Prius, así que me subo a él por casualidad. No se ve sucio, pero tampoco del todo limpio.
Al ponerse en marcha, tan solo unos metros más allá de la parada, el taxista a punto está de atropellar a un peatón que cruza tranquilamente por el paso de cebra. Quizá le Sigue leyendo