Aunque no te lo creas, el plástico es beneficioso para la salud

Los frasquitos de gel y champú estaban llamados a desaparecer de los hoteles porque sus residuos de plástico terminan inopinadamente en el mar. Tan alarmante es la contaminación de estas esquirlas microplásticas que un senador de Nueva York, Todd Kaminsky, creyó llegado el momento de prohibir estos envases de plástico en todos los hoteles de su ciudad. Los denominados amenities serían sustituidos por dispensadores montados en la pared, botellas más grandes y de uso múltiple que la experiencia de varios hoteles en España ha demostrado siguen siendo de un solo uso… pues la gente se los lleva en la maleta con más fruición, ahora que son de mayor tamaño.

El bienintencionado senador neoyorquino alertaba de que solo la industria turística de la ciudad tira a la basura 27 millones de botellitas de plástico. Su postura, avalada por la Asociación de Hoteles de la ciudad de Nueva York (HANYC), tenía el aval de un argumento contundente: «Al impedir que los hoteles ofrezcan artículos de tocador de plástico de un solo uso a los clientes estamos salvaguardando nuestro medio ambiente y mitigando los desechos plásticos y la contaminación de las vías fluviales».

Arne Sorenson, CEO de la hotelera Marriott, quiso secundarlo en la iniciativa. «Nuestros huéspedes esperan que hagamos cambios que aporten una mejora significativa para el medio ambiente sin sacrificar la calidad y la experiencia que persiguen en nuestros hoteles». Más de 800 millones de kilos de plástico procedentes de 1.000 hoteles norteamericanos con la marca Marriott van a los vertederos cada año.

Eran los tiempos de la sensibilidad medioambiental preCovid. Los envases y bolsas de un solo uso comenzaban a diabolizar los consumos en todo el mundo… Hasta que la Organización Mundial de la Salud recomendó todo lo contrario. La pandemia actual del coronavirus lo que diaboliza es, precisamente, los envases y bolsas usadas. Es, seguro, la mejor manera de contraer la enfermedad más mortífera del último medio siglo, al menos en la zona occidental de nuestro planeta.

Pero sigamos reflexionando sobre el uso limpio o el uso cochino de los plásticos. Si la demanda de este material continúa creciendo, el volumen mundial de desechos plásticos pasaría de 260 millones de toneladas por año en 2018 a 460 millones de toneladas por año en 2030, agravando lo que ya es un grave problema ambiental, concluye un informe de McKinsey. La cantidad mundial de plástico en el océano podría alcanzar los 250 millones de toneladas métricas para 2025, lo que significa una tonelada de plástico por cada tres toneladas de pescado. En este estudio se ha encontrado que más del 80% del plástico oceánico proviene de fuentes terrestres y no de fuentes oceánicas como la pesca y los buques pesqueros. De ese porcentaje, tres cuartas partes provienen de residuos no recogidos, y el resto de fugas del propio sistema de gestión de residuos. Más de la mitad del plástico que se filtra al océano proviene de cinco países: China, Filipinas, Indonesia, Tailandia y Vietnam.

¿Qué puede hacer la industria hotelera occidental para evitar estas filtraciones tan perjudiciales si resulta que los potitos de aseo no figuran en la lista de los principales agentes contaminantes? Por las mismas cabría preguntarse: si el crecimiento demográfico del planeta sigue su curva ascendente y los actuales 7.825 millones de personas pasaran a ser 12.000 millones a finales de este siglo, agravando los problemas ambientales que hoy padecemos los que no estamos por venir, ¿habría que prohibir el nacimiento de más seres humanos, como podría deducirse de la iniciativa senatorial? ¿Es necesario prohibir los plásticos en los hoteles?

La respuesta debe ser contundentemente no. El plástico ha sido uno de los materiales más transformadores de nuestra existencia. Llenan nuestra vida de confort y resultan más prácticos que ningún otro material en nuestra existencia doméstica. Sus ventajas son extraordinarias. Los plásticos poseen una baja densidad, son extremadamente ligeros. También se pueden manipular de forma sencilla, lo que permite crear elementos muy complejos sin gastar excesiva energía ni recursos. Son moldeables. No corrosivos. Resistentes a los ataques de agentes químicos. Aislantes eléctricos, pues la corriente no se conduce a través de ellos. Y aislantes térmicos, aunque se dañan si se los expone a temperaturas elevadas. A su resistencia se añade su enorme versatilidad y amplio radio de uso, utilizables en todos los ámbitos, desde la agricultura a la construcción de viviendas, desde los automóviles a las bicicletas, desde la higiene personal al quirófano.

Los envases de plástico protegen y conservan convenientemente los productos comerciales. Son seguros, previenen roturas, con lo que se evita desperdicio de producto y de recursos para la limpieza. Y, aunque nadie se lo crea hoy, son sostenibles, ya que los consumidores tienen la oportunidad de depositarlos en el contenedor amarillo para su posterior reciclado, puesto que son 100% reciclables. En los países civilizados, claro está. Además, los plásticos se utiliza mayoritariamente en envases tipo PET, que es uno de los que posee una mayor tasa de reciclado.

A mayor abundancia, los plásticos son el material de envasado más eficiente, ya que aminoran en 3,5 veces el uso de materiales alternativos, como el metal o el vidrio, consumen 2,5 veces menos de energía y emiten tres veces menos gases de efecto invernadero, según el estudio (me imagino que interesado) de Denkstatt.

Por supuesto que el plástico ha prestado un enorme servicio en el tratamiento contra la Covid-19, tanto a las administraciones públicas como a los profesionales médico-sanitarios, o a la población en general, que han requerido de este material en los hospitales, las terapias individualizadas, la seguridad personal, la alimentación en sus puntos de venta o el abastecimiento de agua fuera del grifo. 

¿De verdad queremos renunciar a todo ello? También, claro está, debemos considerar sus desventajas. Los plásticos ocupan mucho espacio. Y éste se incrementa conforme asciende el nivel de vida de las personas y la carga demográfica del planeta. Otro inconveniente es que por su mayor higiene ayuda a salvar vidas humanas, cuando éstas supuestamente son unas depredadoras de la biodiversidad y responsables de la impureza de nuestro mundo actual. Algunos plásticos tardan cientos de años en desaparecer, más que los huesos humanos. No son combinables, por lo que la opción de mezclar plásticos siempre genera un producto de baja calidad. Y, hoy por hoy, su reciclaje es caro. Si bien, el informe antes citado de McKinsey asegura que actualmente solo el 12% de los residuos plásticos se reutilizan y que el 50% podrían ser reutilizados o reciclados en 2030, lo que podría generar un beneficio económico de hasta 60.000 millones de dólares para el sector petroquímico, que representa casi dos tercios del crecimiento factible en los beneficios compartidos durante ese período.

La producción de plásticos requiere una inversión de capital considerable. En pura lógica, la reutilización de los plásticos no sólo reduciría estas necesidades de inversión, sino que también podría contribuir a reducir las emisiones totales de carbono industrial.

Sin embargo, las imágenes de los residuos plásticos han contribuido a una reacción de los consumidores que urgen la prohibición o restricción de su uso en numerosos países, especialmente en la Unión Europea. La contaminación de los plásticos marinos ha sido, con toda razón, una fuerza poderosa para movilizar a la opinión pública.

Así que ahora debemos ponernos serios. ¿Debe el teclado de plástico con el que estoy escribiendo estas líneas aparecer necesariamente en el fondo del mar? ¿Acaso debo entretenerme en llevar a la playa los potitos cosméticos del cuarto de baño que me acoge en los hoteles en los que pernocto estos días? ¿Soy un impúdico cuando me sueno la nariz con una toallita de trenzado plástico en vez de dejar los mocos pegados a un pañuelo de seda en el bolsillo, como antaño?

Estas preguntas me las hago cada vez que entro en un edificio. Sí, estimado fumador que tiras la colilla en el mismo umbral por el que todos solemos pasar. ¿Debemos esperar a que un senador estadounidense o un diputado español presente una moción de ley para prohibir el papel de celulosa simplemente porque es el material del que está compuesta la pava de tu cigarro? Habrá quien esgrima que los fumadores se ven en la necesidad de desprenderse así de sus residuos tóxicos porque no les colocan un cenicero en el umbral del edificio en el que trabajan, de igual modo que décadas atrás había quienes exigían escupideras en el metro cuando se prohibió escupir en la vía pública. Las escupideras fueron desapareciendo porque los propios escupidores sintieron asco de ver acumulados tantos gargajos en los basales. Quizá suceda lo mismo con los ceniceros algún día venidero.

Al menos, ya sabemos que lo realmente higiénico no es el uso múltiple de todos los objetos que forman parte de nuestra vida cotidiana, sino el uso único en prevención de contagios. Lo verdaderamente higiénico es no escupir en la vía pública, abstenerse de tirar papeles al suelo y, con mayores motivos, verter plásticos en los océanos.

A los operadores de alojamientos turísticos debo señalarles que el problema no son los plásticos de sus potitos, sino aquellos marranos que los echan impúdicamente al oleaje o los retuercen por el sumidero del inodoro. Al citado Kaminsky habría que recordarle que en la ciudad de la que es senador nadie tiene por costumbre echar cocodrilos al retrete, aunque haya algún ejemplo de lo contrario. ¿Debemos exterminar a los saurópsidos o mejor educamos a la ciudadanía para que no los tire por el váter?

A mí, como a muchos de mis lectores, me encantaría vivir en un mundo sin microplásticos en los océanos, ni colillas en los portales, ni arcosaurios en las alcantarillas.

Fernando Gallardo |

Un comentario en “Aunque no te lo creas, el plástico es beneficioso para la salud

  1. Fernando, brillante razonamiento, especialmente como nos llevas de los plásticos a los ceniceros y los cocodrilos y que reconozcamos que tienes razón.
    La educación en general, sea medioambiental y sea de urbanidad es algo en evolución y parece que cíclica, pero después de miles de años, deberíamos haber aprendido a «implantarla/normalizarla», pues resolvería problemas que de otra forma, esta haciendo que la civilizaciones, tengan una y otra vez que «resetearse y empezar».
    Siguiendo tu razonamiento, a nadie se nos escapa que la urbanidad en Grecia o Roma, en algunos conceptos superaban a la implantación de normas sociales en la actualidad, eso que solo han pasado 2.000 años, por no comentar de otros países de oriente o de occidente que llegaran a civilizaciones con normas, mas refinadas y por tanto mas «practicas».

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