
Más que grandes transformaciones de nuestra existencia, esta pandemia de coronavirus lo que está provocando es una nueva aceleración de la aceleración tecnológica experimentada en el mundo en el curso de las últimas décadas. El mundo financiero, que ya sufrió un revolcón con la crisis de 2008, está transformando sus estructuras hacia una mayor digitalización, como es la articulación de las transacciones bancarias por medio de la tecnología Blockchain.
Por supuesto, Blockchain es algo más que la encriptación de nuestros sistemas monetarios. La identidad personal, los modos de pago, la trazabilidad de las mercancías, la transparencia en los mercados energéticos, la cofinanciación empresarial, la seguridad de los datos, la verificación de nuestras propiedades y otras mil innovaciones que irán apareciendo en los próximos años otorgan un interés creciente por esta tecnología de cadena de bloques, que tuvo sus inicios como el protocolo informático que sostiene el Bitcoin, la moneda digital más revolucionaria hasta la fecha.
A partir del Bitcoin se han creado ya cerca de 4.000 nuevas divisas criptográficas que circulan con mayor o menor fortuna en la nube digital. Mención aparte de los varios miles de ‘token’, un tipo de criptomoneda emitido por las empresas para su financiación y el rearme digital de sus estrategias de fidelización clientela. Ejemplo de ello ha sido la reciente emisión de la primera criptomoneda del turismo en España, el Helysia, a cargo de Hammam Al Andalus, especializada en el rescate y modernización de los años árabes, cuya solidez empresarial logró que la preventa de sus tokens se cubriera en tan solo unas horas en el mercado de valores.
Está claro que el dinero en metálico irá desapareciendo de la circulación conforme se vaya completando la transformación digital de nuestra economía. En algunos países como Suecia, el cash ya tiene fecha de caducidad: 2023. En otros países se están analizando los pros y contras de esta transformación. En España, el principal obstáculo es la voluntad popular de continuar impulsando una economía sumergida que roza el 30% de la actividad total, por lo que la digitalización del dinero supone una seria amenaza al status quo de amplias capas de la población acostumbrada a guardar sus ahorros debajo del colchón. Pero, al final, el otro 70% de los consumidores que declaran sus impuestos acabará echándose contra el dinero negro y validando la completa digitalización del sistema monetario.
En China, la transformación digital se está logrando sin demasiados conflictos internos. Simplemente, por la práctica cotidiana de pagar la cerveza o el billete de metro a través de la aplicación WeChat. Llevar dinero encima es incómodo y, además, puede ser peligroso. Tenerlo bajo el colchón, también. Los ladrones siempre andan al acecho de nuestros bolsillos.
Así lo cuenta el tecnólogo y empresario taiwanés Kai Fu Lee en su libro sobre la rivalidad sinoestadounidense en la inteligencia artificial:
El dinero en efectivo desapareció en tan poco tiempo de las ciudades chinas que incluso «alteró» la criminalidad. En marzo de 2017, una pareja de primos fue noticia debido a una desafortunada cadena de robos. Fueron a Hangzhou, una ciudad próspera y sede de Alibaba, con el objetivo de dar un par de lucrativos golpes y largarse de allí. Armados con sendos cuchillos, los primos robaron tres tiendas consecutivas sólo para descubrir que los dueños apenas tenían dinero en efectivo en ellas ya que casi todos sus clientes les pagaban directamente con el móvil. Su ola criminal les reportó 125 dólares a cada uno —ni siquiera alcanzaba a cubrir el viaje de ida y vuelta a Hangzhou— cuando la policía los pilló. Según medios locales, algunos rumores decían que tras su detención, uno de los primos exclamó: «¿Cómo es que no hay dinero en efectivo en Hangzhou?»
Superpotencias de la inteligencia artificial: China, Silicon Valley y el nuevo orden mundial
Yo mismo, sin cambiar de meridiano, me propuse desde el principio de esta pandemia no volver a llevar dinero suelto en el bolsillo. Estos días de asueto incluso pago con mi aplicación móvil en el puesto de frutas y verduras del mercadillo dominical. El quesero, sin embargo, se queja de que no ha logrado hasta ahora venderme su excelente queso de cabra. Sin un TPV no me lo podría cobrar.
Fernando Gallardo |