Aquí nadie se acostumbra a un terremoto. Eso fue lo primero que escuché de un chileno al aterrizar en este país andino que hoy me acoge. Puedes silbar al aire, anticiparte al descuajeringue de puertas y ventanas, salir a la calle con paso firme pero no veloz, sudar sin que el vecino te lo note, pero miedo… vaya si se pasa miedo. Aunque los hayas vivido otras veces nunca sabes cuando se te derrumbará el techo o se abrirá el suelo a tus pies. Puedes controlarlo, pero no vencerlo. Y quien afirme lo contario, engaña.
Hoy hemos vivido todos un rosario inédito de sacudidas que ha alcanzado en su mayor expresión el dígito 7 de la escala de Richter. Por la mañana fueron tres temblores seguidos, en apenas media hora, que trufaron de inquietudes y perplejidad a las delegaciones extranjeras durante el relevo presidencial en el Congreso de los Diputados en Valparaíso. La foto del día, de esas que escriben la historia, es la del Príncipe Felipe mirando al techo con gesto despavorido. La gran araña de cristales que pendía del techo amenazaba con desplomarse sobre su occipucio y el de los egregios presidentes de siete repúblicas latinoamericanas, sin contar el de los presidentes saliente y entrante de Chile.
Enseguida, mi teléfono dejó de funcionar, como el de todos los chilenos. Ni los fijos, ni los móviles. Otra vez… Lo único que nos mantenía enlazados era Twitter y su traslación inmediata a Facebook. Twitter, como lo fuera el pasado 27 de febrero, fue el eje vertebrador de la jornada. Quienes lo utilizamos por costumbre sabemos que sirve para muchas cosas, además de haberle puesto la alfombra roja a Barack Obama. Se lo advertí al embajador del Perú en cierta ocasión en que almorzamos en casa de unos amigos: si no trabajas con Twitter hoy no sabes nada de lo que ocurre a tu alrededor. Él me mostró su excepticismo, y así les van las cosas por allí.
En Chile, Twitter y Facebook constituyen una herramienta de uso mucho más extendido y relevante que en otros países del mundo, incluido España. Ello se explica, quizá, porque el país andino carece de esa red vertebradora y real traban el AVE, las autopistas y autovías o la Sigue leyendo