Esta semana arranca en España bajo la ineluctable realidad de lo reluctante. Europa ha puesto a disposición de la banca española 100.000 millones de euros para que, después de marear la perdiz durante varios años, comience por fin a hacer sus deberes. El Gobierno español, a través del ministro de Economía Luis de Guindos, ha confirmado este domingo la solicitud de esta importante ayuda financiera a Europa. Un rescate en toda regla. Todo el mundo se pregunta ahora en qué medida este rescate afectará al turismo en España. Veámoslo.
A priori, un análisis rápido de la situación nos conduce a pensar que la confianza de los españoles en el sistema de libre mercado aumentará y sus cargas económicas se verán gradualmente aliviadas. También se verá reforzada la confianza de los mercados mundiales, consumidores de turismo español, hacia una economía más sana y liberada del peso del default (quiebra). El control del Eurogrupo sobre la economía española no ofrecerá la menor duda de que España está bien afianzada en Europa y su economía es interdependiente del euro.
Sin embargo, este buen tono del rescate se proyecta a largo plazo, hacia una meta visible, pero lejana, de una economía saneada y una cultura económica más enraizada en Europa (a la alemana, por decirlo de algún modo). A corto plazo, el país debe hacer aún sus deberes, y el camino será largo y espinoso. La reapertura del crédito que algunos jalean no alcanzará para todos, ni será igual para todos. En realidad, el crédito nunca dejó de fluir hacia las empresas sanas y cumplidoras con los bancos. El crédito cesó para las empresas habituadas a vivir a crédito, cuyas inversiones o gastos de producción han dependido excesivamente de una póliza de crédito que repercutía infaliblemente en su solvencia.
No hace mucho recibí a un inversor inmobiliario español con idea de establecerse en Chile y desarrollar un negocio hotelero sobre la base de unas idílicas plusvalías inmobiliarias. Se marchó espantado de que en este país andino los bancos, sus propios bancos en España, le habían denegado una operación fácil que ya había practicado mil veces antes al otro lado del Atlántico. Su fondo de inversión ponía sobre la mesa el 15% de la operación y el resto era puro apalancamiento financiero.
Estas operaciones son las que no se repetirán más en España, las que auscultará el Eurogrupo y prohibirá Europa. El crédito no fluirá más así para la gran mayoría de las empresas turísticas, que tendrán que apretarse aún más el cinturón y adquirir, como pide Alemania, una mayor austeridad en las cuentas, un sano hábito pagador y el prometedor apalancamiento en el ahorro en lugar de en el crédito. Ello significará a corto plazo, el cierre de un tercio de la planta hotelera en España y la concentración empresarial en el resto del parque, que hasta ahora venía sobreviviendo con la esperanza vana de que ellos, y no solo la banca, también serían rescatados por Europa. Ya sabemos que no.
Por otra parte, es más que probable que el rescate lleve emparejado un incremento del IVA para costear la devolución de los 100.000 millones prestados a bajo interés. El Gobierno deberá decidir si incrementar el IVA actual del 18% y constreñir aún más el consumo o liberar el IVA reducido del 8% que se aplica al turismo y los transportes, en cuyo caso serían los prestamistas -Europa- quienes costeasen en mayor medida su propio préstamo. El buen juicio conduce a pensar que será esto último lo que haga el Gobierno, ora incrementando el porcentaje actual del IVA reducido, ora haciéndolo desaparecer. Las empresas turísticas estarían así obligadas a ser más eficientes e intentar atraer a los mercados exteriores con más inteligencia que la demostrada hasta la fecha. Un IVA del 18% espantaría seguramente al segmento más bajo de los visitantes, lo que acarrearía una mayor debilidad del turismo litoral y una defección de empresas especializadas en el turismo de baratillo, como el que asuela de verano en verano las playas de Lloret de Mar, Torrevieja y Torremolinos.
Muchas empresas entrarán en crisis, ahora sí, a beneficio del inventario turístico de calidad. Porque no puede ser que el señuelo del IVA reducido encastille a muchas empresas en la defensa del turismo de masas que destruye paisaje (valor turístico principalísimo), genera altos costes económicos y ambientales, gasta territorio, condiciona la calidad del servicio, desespera a más de uno… y todo eso a cambio de 80 euros diarios, que es la media de gasto turístico actualmente ingresado en España.
Una de las preocupaciones mayores del sector turístico hoy es la tendencia consumada en la reducción de las estancias por parte de los visitantes. Un empeño tan cerril como vano es detener estratégicamente esta tendencia, que no es sino un indicador del cambio en los hábitos turísticos. La clientela exterior, y también bastante la interna, propende cada vez más a consumir experiencias e itinerarios culturales en detrimento del sol y playa. Puede incluso que las próximas generaciones ni siquiera viajen, o viajen menos de lo que lo hicieron sus predecesores. Tal vez porque el viaje más rico es el que se efectúa con un dedo en el mapa, como decía Unamuno, solo que ahora el papel es el iPad y el mapa es Google.
La verdadera lectura del rescate europeo a España no es una tabla de salvación a su economía, sino la apertura de un proceso de regeneración económica y moral que esta sociedad necesita en muchos sectores productivos. El turismo no está exento de esta cirugía fina. Lo que Europa desea con esta intervención en toda regla, por su propio interés y su propio bienestar, es una España más responsable, más seria, más culta, más eficiente, más emprendedora, más globalizada y menos hija de papá. Una España cuyas empresas produzcan mejor, contribuyan más, paguen sus facturas en plazo, exporten más, innoven más, cooperen más y ofrezcan productos y servicios diferenciados.
Una España, en definitiva, con menos turistas y más valor turístico.
Fernando Gallardo |