No a los hoteles del sultán

Hassanal Bolkiah, sultán de Brunei y propietario de la cadena hotelera Dorchester

La cadena hotelera Dorchester está condenada. Entre sus establecimientos más sobresalientes cabría citar el Plaza Athénée y Le Meurice, en París; Le Richemond, en Ginebra; el Principe di Savoia, en Milán; el Eden, en Roma; el Bel-Air y The Beverly Hills, en Los Angeles; y, naturalmente, el Dorchester, que le da nombre, en Londres. Condenada sin remisión a ser vendida o a cerrar, según sea la decisión que tome su actual propietario, el sultán de Brunei. Condenada a desaparecer por la torpeza de desoir a su clientela, por no percatarse de que en la sociedad digital y global de hoy, la marca de cualquier empresa pertenece a los clientes.

Para ellos, la clientela adicta a estos conocidos hoteles de lujo, el delito no es menor. Al sultán Hassanal Bolkiah no se le ocurrió otra cosa la semana pasada que introducir en su país un nuevo código penal basado en la ley islámica, o sharia, que en 2015 hará que el sexo gay y el adulterio sea castigado con la muerte por lapidación.

Inmediatamente las agencias de noticias del mundo entero informaron de este proyecto de ley y su inminente aprobación, nada desfasado en aquellos países donde rigen estas religiosas normas. Solo que muchos ciudadanos de este otro lado del planeta no están de acuerdo con esta ancestral costumbre y han decidido plantear un boicot urgente y frontal a los negocios emprendidos por Brunei. Entre otros, el hotelero.

Los organizadores de los Óscars de Hollywood ya se han apresurado a cambiar de sede. La fundación Teen Line rápidamente se ha movido para trasladar su evento del próximo miércoles al edificio Sony, en Culver City, California. Otras empresas han anulado sus convenciones previstas para este año en los hoteles Dorchester. Y no han tardado tampoco en cambiar apresuradamente de escenario los organizadores de los Premios a los Derechos de la Mujer, que presiden el popular presentador de televisión Jay Leno y su esposa Mavis. Ayer mismo proclamó su boicot a la cadena el empresario británico Richard Branson, el abogado defensor de los derechos sociales Tim Gill y la actriz Ellen DeGeneres.

Mientras, en un comunicado hecho público hoy mismo, el presidente ejecutivo del grupo Dorchester Collection, Christopher Cowdray, reconoce «la preocupación de la gente», aunque piensa cándidamente que el boicot no debe dirigirse a sus hoteles porque afectaría negativamente a sus trabajadores y proveedores. Es de suponer que en las próximas horas el alto ejecutivo anunciará qué empresas o propiedades del sultanato habrá que penalizar subsidiariamente. Por si acaso no lo hace, el alcalde de Beverly Hills, Lili Bosse, ya ha anunciado que pedirá a la Agencia de Inversiones de Brunei desprenderse del hotel Beverly Hills.

Independientemente de la idoneidad de lapidar a homosexuales y adúlteros, como del respeto que merece la legalidad vigente y de la tolerancia hacia los ciudadanos de Brunei que promueven este tipo de normas prohibidas en el mundo occidental, lo cierto es que el mundo se ha globalizado definitivamente y para todos sin excepción. Este nuevo escenario histórico no puede sostenerse con normas antagónicas según las regiones del planeta. Así que habrá que ponerse de acuerdo entre todos sobre la idoneidad de lapidar a los homosexuales y adúlteros —con el permiso de los gays y los adúlteros, por supuesto— o habrá que erradicar del planeta estas prácticas no consentidas en la mayoría de países.

Mientras nos decidamos en un diálogo abierto y constructivo, habrá que educar al sultán Bolkiah en las nuevas costumbres del mundo digital y global. A saber, que podemos boicotear sus hoteles y así conseguir que su hermosa cadena hotelera se vaya a hacer puñetas. En rigor, pacífica y democráticamente. Porque los nuevos dueños del negocio turístico, como del resto de negocios en la era digital, son los consumidores. Así de llanamente.

Y como ya me siento parte de Dorchester Collection, me ordeno a mí mismo no volver a pisar el Plaza Athénée ni ninguno de estos hermosísimos hoteles gestionados por tan feísimo sultán.

Fernando Gallardo |

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