El metaverso en 2030

Leo ya está bostezando cuando suena el despertador. Reina una penumbra extraña en su habitación, seguramente causada por un haz fino de Leds que apunta a sus gafas de realidad virtual. Sin incorporarse todavía de la cama, Leo palpa el gadget, lo toma entre sus dedos por las patillas y se lo acerca al rostro. El haz Led describe un movimiento semejante al mismo tiempo, lo que le ahorra modificar su campo visual para insertarse los binoculares.

En una fracción de segundo, las gafas AR vomitan el parte del día sobre la retina del durmiente. Primero, la meteorología. Otro día más no tienes que sacar el paraguas a la calle. A continuación, unos datos rápidos sobre las condiciones que han acompañado a Leo en su sueño nocturno. Cero apneas. Una entrada inmediata en fase REM. Un desvelo ligero para entrar de nuevo en fase REM. Seis sesiones de sueño profundo. Dos fases REM posteriores. Una visita al baño en medio de la noche. Valoración: 98 puntos. Esa visita al baño descuenta dos puntos.

Mientras Leo se incorpora y tienta en el suelo el lugar en que dejó postradas sus zapatillas por la noche, un paseo urgente por las noticias del día. Veinte grados afuera, 22 grados dentro de la alcoba. El gobierno vuelve a bajar los impuestos debido a la fuerte competencia de los países africanos, en plena vía de desarrollo. La décima nave del programa espacial de Elon Musk regresa a la Tierra después de una semana de reparación en la Estación Industrial Alfa, en Marte. Fracaso absoluto del campeón liguero en la cuarta jornada de la Liga Amazon de Fútbol Profesional. Rafa Nadal se clasifica para las semifinales senior del Open USA. Investigadores españoles descubren un nuevo gen de la longevidad, el FOXO3H, que prolonga la vida humana en otros 20 años más. Quentin Tarantino afirma por undécima vez que la de este año será su última película.

Ya en la cocina, Leo abre la puerta del frigorífico. No le ha hecho falta ordenar su encendido porque sus gafas llevan incorporado un sistema avanzado de microgeolocalización, pese a que su sistema domótico está estropeado y el servicio robótico de reparaciones no da abasto con tantas solicitudes. La destrucción de una fábrica de autómatas a cargo de una banda neoluddita sigue en investigación por parte de las fuerzas digitales del orden público. La bandeja inferior de la nevera ya tiene dispuestos los alimentos que constituirán su desayuno del día gracias a una nueva receta personalizada transferida vía 7G desde la cocina de su amiga Inés, especialista en nutrigenética.

La preparación del plato no tiene secretos para Leo. Mejor dicho, para la aplicación Pood (Personal Food) gestionada por sus gafas AR, sin las cuales no sabría freír un huevo a 130 grados bajo cero. El guante sensible guía a Leo durante todo el proceso de elaboración del plato adaptado a sus preferencias dietéticas programadas. Enfrente de la encimera, un scroll virtual va dándole referencias del valor nutricional de la comida, así como otras métricas interesantes que se almacenan directamente en su monitor de salud.

Antes de entrar al cuarto de baño, la ducha se activa automáticamente a la temperatura deseada. Leo se ha desembarazado de sus gafas AR, aun cuando éstas sean impermeables, pero el sistema de reconocimiento facial de la vivienda turística actúa en consecuencia al movimiento de cada persona por sus estancias. Airbnb acumula todos los datos de Leo sin que éste deba incomodarse lo más mínimo en informar al sistema de una tarea repetitiva a lo largo de sus vacaciones.

Una alerta en su iPhone XXs Pro, actualizado con el último grito en inteligencia artificial, le indica que es hora de partir hacia el siguiente destino de su viaje: Jokowille, la nueva capital de Indonesia, en la isla de Borneo. Su asistente personal ya le tiene reservado un vehículo autónomo Uber que aparecerá en pocos minutos en la misma puerta del edificio. Camino al aeropuerto, Leo cambias sus gafas al modo de creación, que le permite contemplar zonas enteras de la ciudad con obras maestras de arquitectura que algunos de sus amigos más estetas han creado en el mundo virtual. Al fondo, mirando al norte, divisa un rascacielos de perfil inquietante que no recordaba estuviera incluido en la memoria de su viaje. Activa el modo Lidar y, en menos de dos segundos, el zoom le permite vislumbrar la extraña estructura de grafeno molturado que se levanta a 10 kilómetros de su posición. Incluso es capaz de ver a sus habitantes, uno de los cuales se despereza entre las sábanas mientras se encasqueta unas gafas AR con Lidar que se cruza en el campo de visión con las de Leo. Intenta transmitir a través de ellas un “eh, que te he visto”, pero el sistema de comunicación neocortical aún sigue en fase de desarrollo y el sujeto se ve obligado a teclearlo desde su iPhone XXr. Leo recibe el mensaje al instante en el muro virtual de sus gafas AR, mientras proyecta en un holograma a media altura de la calle el e-grafito “baja las persianas si no quieres que te vean en la cama”.

Los últimos edificios se van alejando de su vista. Algún día me pondré un ojo biónico, piensa Leo mientras guarda sus gafas AR en el maletín. Por la autopista inteligente todos los peces son de colores en el gran acuario de la globalidad digital. El sistema reconoce enseguida el entumecimiento mindfulness de Leo y proyecta en el parabrisas holográfico del vehículo aquel olvidado hit de Moby y Skylar Grey en vivo, The Last Day.

Al llegar al aeropuerto, las gafas AR cambian a modo de navegación, que ayudan a Leo en el intrincado acceso a la puerta de embarque. Por ahora, la realidad aumentada sigue ofreciendo una calidad de imagen muy superior a la de la realidad virtual, pero ya veremos en 2040, piensa nuestro protagonista.

Así que bienvenidos al metaverso de 2030.

Fernando Gallardo |

Deja un comentario