Tras ella se desató el escándalo. Ella fue la pregunta que me lanzó mi amiga y vecina neoyorquina, Pilar García de la Granja, en Twitter: «yo no digo nada de la polémica de los #stagiers hasta que se pronuncie @fgallardo». Y ella fue también la respuesta que recibió el tuit mientras este servidor tomaba la línea verde del metro a la altura de la calle 86: «En España, la formación tiene un valor bajo. En consecuencia, los #stagiers deberían pagar una pequeña cantidad por aprender trabajando».
Era el 1 de mayo.
Me voy a ahorrar aquí la ristra de insultos recibidos durante las primeras horas, y las subsiguientes, de los muchos acólitos que atesora el régimen norcoreano en España. Lo Sigue leyendo →
«Poco me respeta usted, la verdad… Me molesta infinitamente… Esto me enfada… Esta conversación es estéril para mí… Nunca me acostumbraré al mal rollo…» Estas expresiones salen del desencuentro que esta semana he tenido con la joven promesa de la cocina española, David Muñoz, propietario del restaurante madrileño DiverXo. No he pretendido airearlo más de lo que ya se ha visto a través de Twitter, pero las reacciones de varios observadores pidiendo luz y taquígrafos sobre nuestras diferencias me obligan a explicar públicamente lo sucedido.
Todo comienza con otro cruce de palabras anterior que provocó en David Muñoz un correo de queja ante un tuit ciertamente provocativo por mi parte. En él reconvenía al cocinero por lo equívoco de su sistema de reserva online, capaz de confundirme a mí y a otros en la petición de mesa en su local. Como puede advertirse, la web de DiverXo incluye un calendario que induce a considerar las fechas libres como fechas disponibles. Al margen de toda consideración estética, que debiera tomarse en cuenta si la imagen del restaurante pretende ser vanguardista y no improvisada, el Sigue leyendo →
Como miembro del Comité Técnico de San Sebastián Gastronomika me tocó, el pasado 22 de noviembre, presentar un corto debate sobre de qué manera se fusionan gastronomía y turismo en el disfrute del vino. Esto es, el enoturismo. En qué medida aportan el viñedo, la bodega, la oficina de ventas, la cata, el maridaje (que algunos espíritus libres prefieren llamar armonización), el hotel o el destino en sí a esta naciente actividad humana consistente en disfrutar con los cinco sentidos de un viaje a lo grande que no exige necesariamente un gran desplazamiento. Qué papel juega cada una de estas instancias en esta actividad mitad turística, mitad industrial y agraria. En un artículo posterior desglosaré algunos de los conceptos que fueron vertidos en aquel debate del Kursaal por mis contertulios Ferran Centelles, sumiller de elBulli, y Martín Rigal, propietario del Cavas Wine Lodge.
Dos meses antes de la fecha me pregunté cómo «armonizar» la comprensión del debate con sus reglas físicas -la distancia entre el escenario y el auditorio- a fin de convertirlo en un evento ameno, singular, provechoso y hasta cierto punto sensorial, ya que no estaba previsto que ninguno de los asistentes degustara nada ni viajara a viñedo alguno. No íbamos a salir del ámbito de la Concha ni del barrio de Gros.
Así es que tomé la ruta de cordillera y, después de siete horas de viaje, me planté en la región enoturística de Mendoza, en Argentina. Durante tres días, cámara en mano, me dediqué a filmar todo cuanto veía y a entrevistar a los protagonistas de esta hermosa actividad humana enraizada en la tierra y en el aire, en el paladar y en las venas, en la palabra y en los sabores de lo añejo. A mi regreso lo monté de la que manera que entendí y me llevé su resultado a San Sebastián.
El video sirvió de presentación e inicio del debate. Que no se diga que no somos multimediáticos. Ninguna mención a cómo se elabora el vino, ni de qué vinos se trata. Solo nos referimos al regusto que el viajero extrae en su visita por una denominación de origen que ha sabido unir simplemente, sin retorcimientos mercadotécnicos, las culturas del vino y el paisaje, los objetos de su degustación y el puro viaje.
Leo en Expansión un brillante artículo de Marta Fernández Guadaño subtitulado Dónde y cuándo es rentable la gastronomía privada. ¿Acaso tiene viabilidad un restaurante de una sola mesa?, se pregunta la periodista en su blog Gastroeconomía. Y pone como ejemplo el caso de Mibu, en el lujoso barrio de Ginza, Tokio, donde el matrimonio Hiroyohi y Tomiko Ishida ofrecen cada día la superlativa cocina kaiseki a ochos únicos comensales que pagan por este privilegio unos 25.000 yenes (205 euros) y cuyo ritual ha encandilado a cocineros españoles tan reputados como Ferran Adrià, Juan Mari Arzak, Carme Ruscalleda y Andoni Luis Aduriz.
Las malas lenguas añaden que Adrià cierra ElBulli para montar un restaurante de una sola mesa, probablemente en su casa, y darse el gustazo de cobrar los 400 euros que hoy cuesta el happening gastronómico en Cala Montjoi pero en torno a una sola mesa, sin las complicaciones inherentes a un negocio con 75 empleados y la gestión estresante de una larga lista de espera. En su artículo, Marta Fernández apoya el argumento a favor de la rentabilidad de una iniciativa así por boca de sus cocineros entrevistados (Quique Dacosta,
Pipas de mandarina… Gominolas de shiso… Galletas de tomate… Orquídeas de pasión… Bombones de piñones al chocolate… ElBulli me ha devuelto ayer la ilusión desvanecida la temporada anterior. Con la boca pequeña -uno siempre tiene miedo a equivocarse- ya había comentado que Ferran Adrià se había distraído en demasía con sus conferencias internacionales, sus Madrid fusiones, sus altos vuelos artísticos en la Documenta de Kassel y sus apasionados viajes por el continente asiático en compañía de Isabel, su mujer. La desgustación, el año pasado, me pareció en exceso golosa, reiterativa, larga, superpuesta en sabores y algo confusa en su secuencia. Ojo al ídolo, advertí, que se nos puede caer aunque no tenga los pies de barro. Y parece que gracias a Dios, que comparte con él sus alturas, el mito sigue vivo. Vivito y coleando por un año más.
Seguro que los exabruptos lanzados por el escasamente iluminado Santi Santamaría han tenido que ver en la reacción del maestro de Cala Montjoy. Y su liberación de esas ínfulas artísticas cultivadas en Centroeuropa, donde noy hay cocinero loco que se le resista. Y el Sigue leyendo →