Fue en 1928 cuando el astrónomo británico Arthur Eddington publicó su libro The Nature of the Physical World en el que hizo una inteligente referencia a la paradoja de la flecha del tiempo.
Dibujemos una flecha del tiempo arbitrariamente. Si al seguir su curso encontramos más y más elementos aleatorios en el estado del universo, en tal caso la flecha está apuntando al futuro; si, por el contrario, el elemento aleatorio disminuye, la flecha apuntará al pasado. He aquí la única distinción admitida por la física. Esto se sigue necesariamente de nuestra argumentación principal: la introducción de aleatoriedad es la única cosa que no puede ser deshecha. Emplearé la expresión “flecha del tiempo” para describir esta propiedad unidireccional del tiempo que no tiene su par en el espacio.
Cuando Robin Hood, siglos atrás, disparaba sus flechas contra el sheriff de Nottingham y el príncipe Juan Sin Tierra el recorrido que seguían los dardos podría ser el mismo que siguiera el arquero de Sherwood si hubiera preferido un combate cuerpo a cuerpo. Con la única e importante diferencia de que a Robin no le habría costado nada recular ante la adversidad y emprender el mismo itinerario de vuelta. Las flechas, no. Las flechas solo tienen un vector, sin ninguna posibilidad de retorno. Igual que un plato al romperse contra el suelo o un líquido al mezclarse con otro. No hay involución posible.
Una flecha es el vector del tiempo. Y su dirección es entrópica, el movimiento hacia el desorden, la uniforme distribución de la energía por todo el espacio. La senda y no la huella. La tendencia… Conocer su sentido es entrar en la cuarta dimensión, apuntar al futuro, colimar el objetivo inmediato, el pasajero y el definitivo.
Por eso tenemos apuntada esta flecha en la dirección correcta: las encuestas del Clúster de la Ruina Habitada. Una información objetiva, un conocimiento sustantivo. Contribuye con tus datos a que la flecha siga apuntando hacia la diana del turismo de los sentidos.