En días pasados se generó un intercambio de ideas en las redes sociales sobre la tendencia creciente por parte de muchos hoteles a eliminar el servicio de habitaciones. O reducirlo al mínimo… A nadie le debería extrañar una iniciativa así cuando este lujo apenas lo utilizan ya unos cuantos viajeros de negocios y huéspedes afectados por jet lag en establecimientos próximos a algún aeropuerto. Otros servicios han ido desapareciendo a lo largo de la historia. O quedando reservados únicamente para hoteles de superlujo, como el de mayordomía o el de mesa con guante blanco.
¿Por qué no iba a desaparecer de la habitación un servicio consistente en el despacho de una bandeja con un sándwich y un refresco? Es caro, y nadie lo paga según lo vale. En Nueva York ya se empiezan a ver vitrinas de autoservicio en los vestíbulos, como la que propuso hace unos años, con carácter pionero, el hotel Camper, de Barcelona. Lo último, a la par que la moda de los restaurantes pop-ups y los food trucks (camionetas que elaboran cocina y sirven platos en Sigue leyendo