El diablo hotelero vive dentro

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«Me alojé por primera vez en un apartamento de Airbnb y desde entonces sé que no volveré a meterme en un hotel». No, esto no lo digo yo, que seguiré pisando hoteles y compartiendo mi tiempo con hoteleros de todo el mundo. Esto lo ha publicado una periodista del Business Insider, un referente de la prensa salmón que se distribuye por todos los Estados Unidos y otras potencias económicas.

Era lo que le faltaba a la industria hotelera, me dije a mí mismo al leerlo. Por si no fueran pocas, ni vanas, sus diatribas en contra de la economía colaborativa, ahora vienen los millennials y airean en los medios de comunicación y redes sociales que la experiencia en una vivienda turística les resulta más satisfactoria que la de un hotel convencional. Y que de tanto oir rabiar a los hoteleros empiezan a sentir tirria por los hoteles.

A algunos esta idea les va a resultar familiar. Era la crónica de una pesadilla anunciada.

«Acabo de regresar con mi novio de un viaje de 12 días a Costa Rica. Al ser nuestra primera vez allí, pensé que la mejor manera de ver el país y tener una impresión real de sus habitantes era visitar cuatro lugares diferentes. Nos quedamos en cada uno tres noches, para lo cual reservamos todos los alojamientos a través de Airbnb, pues, aunque nunca antes lo había utilizado. Siempre escuchas cosas buenas de la gente que sí ha tenido experiencias positivas en viviendas particulares». Así encabeza la periodista Sarah Schmalbruch su artículo en Business Insider.

«Mi experiencia con Airbnb en Costa Rica fue tan positiva que no creo que vaya a reservar ya más un hotel». Y añade el por qué de tan drástica decisión:

  1. Las imágenes publicadas en Airbnb son realmente representativas del lugar, a diferencia de lo que ocurre con demasiada frecuencia en la página de reservas de muchos hoteles, como informa otro reportaje de la misma revista económica.
  2. Resulta muy cómodo reservar todos los alojamientos del viaje a través de una sola plataforma, sin tener que reservar varios hoteles diferentes en cuatro sitios diferentes. Con la misma tarjeta de crédito basta para tener el viaje entero asegurado. Desde la misma plataforma se pueden gestionar los mensajes de correo electrónico necesarios para matizar los detalles del viaje, así como entrar en contacto personal con los anfitriones y ahorrar pasos intermedios.
  3. Un apartamento completo en lugar de una simple habitación de hotel proporciona mayor flexibilidad en el viaje. Quienes salen de compras por una ciudad sienten a veces la tentación de llevarse comida o productos gastronómicos locales al apartamento, donde cocinarlos luego y saborear en pijama los platos identitarios del lugar. Lo cual resulta más difícil, si no imposible, en una habitación de hotel. Incluso los apartamentos turísticos, dotados con cocina, no suelen tener los ingredientes necesarios para condimentar los platos o ponerse en serio con los fogones. También hay más flexibilidad a la hora de viajar con la familia o en grupo de amigos, pues los hoteles no permiten el alojamiento de varias personas en una misma habitación.
  4. Alojarse en un apartamento también proporciona un mayor grado de privacidad. No se cumple en todos los casos, pero algunos de más nivel ofrecen una piscina, que siempre se acaba disfrutando en perfecta soledad. No como la piscina de un hotel, casi siempre abarrotada en la temporada alta.
  5. Según qué destinos, una reserva a través de Airbnb puede resultar más económica. No tanto porque el apartamento sea de menor calidad, sino porque la flexibilidad de este concepto de alojamiento, que es transitorio y no siempre profesional, descongestiona los llenazos de temporada alta en destinos populares con unos precios generalmente más asequibles que los hoteleros en picos de ocupación.

Sarah acabó pagando 900 dólares por su apartamento con piscina. Y, aunque reconoce que no siempre Airbnb es la opción más barata, tanto ella como su novio resolvieron muy satisfactoriamente su viaje a Costa Rica. «Es posible que exista algún anfitrión antipático o poco complaciente, o un lugar que no responda exactamente a lo que esperaba. Pero ese riesgo también se corre en hoteles», declara convencida de no volver a reservar en un establecimiento convencional mientras pueda alojarse en una vivienda particular.

En los tres últimos años no he parado de debatir sobre lo mismo, argumento más allá o más acá. Pero todavía encuentro a numerosos hoteleros encastillados en la defensa de un corporativismo que se está convirtiendo en el principal enermigo de la industria hotelera. Son esos lobbies irreductibles quienes más perjudican hoy al turismo, obcecados con espantar de los hoteles a las nuevas generaciones consumidoras de experiencias colaborativas. Hoteleros empeñados en ilegalizar el libre ejercicio de la propiedad privada y en politizar lo que no es más que una opción de alojamiento. Hoteleros obstinados en criminalizar el consumo de esta modalidad de turismo, que no es nueva, pero sí global.

Lo curioso es que, si bien los segmentos de mercado son diferentes, los individuos son los mismos. Lo que varía de la oferta de viviendas turísticas no es el mercado, sino las circunstancias del mercado. Es decir, una persona puede desear hospedarse en una vivienda particular cuando está de vacaciones y esa misma persona preferir un hotel cuando viaja por negocios.

Como viene a señalar el Business Insider, el corporativismo hotelero se está convirtiendo en un obstáculo para el desarrollo de la propia industria hotelera. El integrismo de algunos acaba siendo el mayor enemigo de todos.

Fernando Gallardo |

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