Un hotel peor

Regreso de Marrakech con la lección bien aprendida. El lujo fue aterrizar en La Mamounia y comprender enseguida lo que significa un hotel sin estrellas: a pie de escalerilla, el servicio nos condujo derechos a la sala Vip que el propio hotel dispone en el aeropuerto, donde fuimos agasajados con un té menta, dátiles y otros refrigerios de nuestro gusto en tanto el comité de bienvenida se encargaba de tramitar las engorrosas diligencias de policía y aduana. Luego nos encarrillaron hacia la ciudad a bordo de un flamante Jaguar con asientos de piel clara. Una atención tan exclusiva como la que recibiría, días más tarde, el Rey de España.

Eso sí que es trato Vip. Eso sí que es exclusividad. Eso sí que es lujo. Y, por esa expresión del lujo por antonomasia, el hotel La Mamounia se ufana de no poseer estrellas, de estar fuera de toda categoría. Que clasifiquen a los demás. Que clasifiquen a aquellos incapacitados para dispensar tales lujos. Que los clasifiquen por incapaces de ser ellos mismos.

Marrakech se ha llenado de hoteles con estrellas plateadas en los últimos años, pero ninguno es La Mamounia. Ninguno está facultado para no tener estrellas, distinción que se ha convertido ya en el Sigue leyendo

Por un ruralismo urbano sin etiquetas

turismorural A veces no me entra la letra del turismo rural. No concibo otra manera de pasar unas vacaciones en el campo que henchido de aire puro, frente a un paisaje subyugante, impregnado de aromas silvestres, adormilado por el silencio, prisionero de una soledad tan beatífico-mística como deseada. Hummm…! Y si cada equis horas sacio la sed con un vinito regocijante y el hambre con unas viandas de figón honrado, pues mejor que mejor. Un soplo de gloria divina.

Por eso no me entra la letra del turismo rural. Será que necesito sangre. O una ración de tentetieso. Lo que observo siempre en mis viajes por la piel de España es el signo indeleble del desarrollo. Un paisaje domesticado de postes eléctricos, cortafuegos forestales, repoblaciones montunas, molinos de viento, granjas eólicas, huertos solares, carreteras bien Sigue leyendo

La tierra está como una moto

Aquí nadie se acostumbra a un terremoto. Eso fue lo primero que escuché de un chileno al aterrizar en este país andino que hoy me acoge. Puedes silbar al aire, anticiparte al descuajeringue de puertas y ventanas, salir a la calle con paso firme pero no veloz, sudar sin que el vecino te lo note, pero miedo… vaya si se pasa miedo. Aunque los hayas vivido otras veces nunca sabes cuando se te derrumbará el techo o se abrirá el suelo a tus pies. Puedes controlarlo, pero no vencerlo. Y quien afirme lo contario, engaña.

El príncipe Felipe mira despavorido la gran lámpara de cristal que se le podía venir encima durante el terremoto Hoy hemos vivido todos un rosario inédito de sacudidas que ha alcanzado en su mayor expresión el dígito 7 de la escala de Richter. Por la mañana fueron tres temblores seguidos, en apenas media hora, que trufaron de inquietudes y perplejidad a las delegaciones extranjeras durante el relevo presidencial en el Congreso de los Diputados en Valparaíso. La foto del día, de esas que escriben la historia, es la del Príncipe Felipe mirando al techo con gesto despavorido. La gran araña de cristales que pendía del techo amenazaba con desplomarse sobre su occipucio y el de los egregios presidentes de siete repúblicas latinoamericanas, sin contar el de los presidentes saliente y entrante de Chile.

Enseguida, mi teléfono dejó de funcionar, como el de todos los chilenos. Ni los fijos, ni los móviles. Otra vez… Lo único que nos mantenía enlazados era Twitter y su traslación inmediata a Facebook. Twitter, como lo fuera el pasado 27 de febrero, fue el eje vertebrador de la jornada. Quienes lo utilizamos por costumbre sabemos que sirve para muchas cosas, además de haberle puesto la alfombra roja a Barack Obama. Se lo advertí al embajador del Perú en cierta ocasión en que almorzamos en casa de unos amigos: si no trabajas con Twitter hoy no sabes nada de lo que ocurre a tu alrededor. Él me mostró su excepticismo, y así les van las cosas por allí.

En Chile, Twitter y Facebook constituyen una herramienta de uso mucho más extendido y relevante que en otros países del mundo, incluido España. Ello se explica, quizá, porque el país andino carece de esa red vertebradora y real traban el AVE, las autopistas y autovías o la Sigue leyendo

Cuando la experiencia tiene nombre de mujer

Recién vuelto de Londres y sus salas de té -la visita a la capital inglesa deviene un viaje a los sentidos si se visita el St. James Restaurant, de Fortnum&Mason-, me dirigí a Les Cols. Es decir, el lugar donde la palabra sentidos aplicada a la hostelería adquiere su máxima expresión, o quizás uno de sus mayores exponentes. No me considero especialmente viajado, ni tampoco persona especialmente culta en cuanto a hostelería sensorial se refiere, pero la experiencia vivida en el viejo mas de la Garrotxa es quizás una de las más impactantes que se puedan tener hoy día en España.

Hablar literalmente sobre lo vivido en Olot estas últimas horas sería muy probablemente traicionar su espíritu. Descubrir lo que se puede encontrar en esos pabellones ya famosos en toda Europa (ver Le Figaro de la semana pasada sobre arquitectura aplicada a la hostelería) sería quitar toda la gracia a una futura visita. Conservar la capacidad de sorpresa es esencial cuando se va a visitar tan solo por un día -tal como a ella le gusta- a la persona que sencillamente enaltece la palabra hospitalidad. Me refiero a Judit Planella.

No es hasta llegar al edificio y encontrársela en esa casi telúrica recepción cuando uno entiende el significado de la griega palabra «leitourgia», liturgia: obra del pueblo. Sucesión de actos destinados a satisfacer el pueblo. Hoy en día su significado ha pasado a definir aquella sucesión de actos casi rituales que alguien hace para darle más énfasis a lo que practica. Eso es lo que hace la propietaria de los pabellones, pero con una salvedad: de manera absolutamente natural, sin un gesto de más. Los muchos años de ayuda a su familia en la posada familiar han sido una inconsciente escuela, sin duda. 

Así como podemos decir que los elementos y la naturaleza son la filosofía de Les Cols, tampoco se entendería el establecimiento gerundense sin una persona como su propietaria a la cabeza. Estoy convencido de que cuando el sr. Gallardo habla de liturgias de recibimiento, desayuno y despedida, piensa en Olot. Los detalles de bienvenida, las palabras justas, ese desayuno casi único -habrá otros de similares características, supongo, pero no en el mismo marco- y esa despedida sincera hacen aconsejable la experiencia… Por otro lado, este establecimiento es el triunfo de algo con mucho encanto en un entorno hostil. Pero para conseguir eso debe haber mucha implicación, un vaciado en el negocio sin límites, originalidad y, sobre todo, sensibilidad sin las afectaciones típicas de los grandes hoteles de siete estrellas, hoy tan en boga. Ello me hace reflexionar sobre el futuro de muchos hotelitos con encanto, hoy amenazados por urbanizaciones a su alrededor. Quizás el secreto de su pervivencia no se base en sus vistas, sino en las experiencias que puedan ofrecer muros o paredes adentro. Esto es, en la capacidad de sorprender con nuevas liturgias al viajero.

Si se aprovecha la visita para ir a cenar al vecino restaurante del mismo nombre -hoy galardonado con dos estrellas Michelin- se hará el completo, probablemente. Pero un consejo: al reservar, tomen mesa a las ocho de la tarde, pronto. Así les mostrarán esa obra de arte que RCR hizo en su día y les dará tiempo a acabar el menú degustación a una hora razonable: son 14 platos. Si no comen al mediodía, mucho mejor. 

Bernat Jofre i Bonet, hotel Son Esteve

Camas que bajan del techo

quintana2 Si hemos celebrado las jornadas hoteleras de La Ruina Habitada, si nos hemos reunido en El Rodat para hacer germinar el Espíritu de Jávea, si nos volvemos a reunir el mes que viene en el Balneario de Solares y si acabamos de constituir el Clúster transautonómico de la innovación hotelera ha sido para insuflar un nuevo aire a la industria turística, aplicar los principios elementales de la Arquitectura de los Sentidos y generar un movimiento asociativo y cooperativo entre los hoteles más despiertos de nuestro entorno.

La prueba de que esta semilla ha prendido entre nosotros es la visita que los propietarios de la Casa do Batán, en Galicia, han rendido a los propietarios de la Quintana del Caleyo, en Asturias. Puede decirse que este viaje forma parte del rosario de viajes iniciáticos programados en fechas próximas para los miembros del Clúster de la Ruina Habitada y que se sucederán espontáneamente entre los hoteleros suscritos por libre voluntad a este Foro. Porque antes que fraile conviene ejercitarse de cocineros. Porque el servicio se aprende siendo servido. Porque el conocimiento es el carril de nuestra existencia. Porque si no sabes qué habas se cuecen allende tus paredes difícilmente vas a saber calentar un buen puchero.

Tal es la lección que aprendemos de quien escribe las siguientes líneas en Facebook al término de su viaje iniciático:

"Entre las colinas asomaban los últimos rayos de sol de un anaranjado atardecer. A juego, los gruesos muros de la Quintana se divisan a lo lejos. Una carretera asfaltada y un camino nos llevan a ella. Como no podía ser de otra manera, en la Asturias vaqueira, el coche se mete en un cercado desde el cual un sendero nos indica el camino.

Entre dos frondosas y gallardas higueras comenzamos nuestro viaje.

Nuestros pasos resuenan sobre el centenario empedrado que termina en una especie de plazoleta. La Casa, el pajar, las paneras y la casina. Una regia y robusta escalera pétrea nos acerca al portón. A cada lado dos sillas forjadas nos invitan al descanso. Sentados sobre ellas nos dejamos inundar por la paz y la tranquilidad que invaden el lugar.

Glorina, a quien conoceremos más tarde y a quien divisamos entre las paneras, disfruta de la tarde otoñal con su familia. Dos golpes con la aldaba, y nuestros amigos virtuales se convierten en reales. Una mirada, un gesto y una palabra fueron más que suficientes para sentir y saber que todos los buenos presentimientos serían superados por la realidad.

Una vez dentro, los gruesos muros conforman amplias estancias, donde las paredes en tonos ocres y tierra sirven de tapiz a vetustos muebles labrados a mano y recuperados con mimo. Las anchas y centenarias tablas de castaño del piso aportan sobriedad y nobleza a las estancias. El mobiliario invita al descanso de cuerpo y mente. Los dos ventanales de la habitación dejan entrever las últimas luces del día. Tonos rojizos y blanco roto aportan armonía a la amplia y luminosa habitación. Unas flores frescas, en perfecta consonancia de colores, desvelan el sutil toque de nuestra anfitriona. Lencería blanca impoluta, de suave algodón, que invita a deslizarse entre ella.

El fuego de la chimenea y la tenue luz del comedor son testigos de una larga y sincera tertulia que nadie desea dar por terminada. La parte humana son tres, y los tres muy necesarios… Antonio: innovador, emprendedor, hiperactivo, un crack… Lo mismo le da el Facebook, que los asturcones, que el Hotel de los Sentidos. Para mí, el Jefe ;)… María Jesús: sensata, dulce, divertida y una gran cocinera. Cada plato que sale de sus manos rebosa calidad, sabor y, sobre todo, el amor que le pone… Iñaki: todo un potencial por explotar. Discreto, eficiente y muy buen conversador.

Dos días de descanso, que para ellos de trabajo, se hacen cortos y en un claro intento de no despedirnos alargamos ese momento. Disfrutamos de su sinceridad, de su humor, de sus detalles, de problemas e inquietudes similares, del futuro y del presente… Y, cómo no, de mágicos sueños donde las camas bajan del techo, de teorías asturconadolescentes, de paneras-chillout, de pajar-terma, de llariega gastro-sexual, etc, etc. Está comprobado que FG deja huella, y es sano comprobar que nos causa efectos secundarios similares.

Ahora, desde nuestro rincón batanero, entre estos dos ríos, estamos deseando nuestro próximo encuentro en el que volver a compartir espacio y tiempo con nuestros buenos amigos los Condes del Caleyo."

Firman este retrato poético-iniciático de la Quintana del Caleyo los dueños de la Casa do Batán, Antón Vázquez y Mariluz Pena. Al menos ellos practican con su poesía, su ciencia y su humana sensibilidad ese viejo aforismo: “no te acostarás sin saber cada día una cosa más.”

Y tú, ¿qué has aprendido esta semana?

Fernando Gallardo (@fgallardo)

Amanece que no es poco. La película

No resulta fácil encontrar este curioso filme que, en su momento, fue un maravilloso soplo de aire fresco en los apolillados clichés del cine español. No tuvo mucho éxito pero cuando la recuerdo sonrío. Posiblemente con bastantes defectos formales, tanto el guión como los actores sorprenden a cada paso con una naturalidad –surrealista– tan desbordante que, sin quererlo, te sumerge en un mundo alucinante y onírico; un universo extraño e irreverente, pero feliz, sin angustias y esencialmente optimista. Cuando la recuerdo sonrío. Me gustaría encontrar un hotel así.

Cada poco tiempo aparecen noticias tanto de la profundización continua de la crisis como de los primeros signos de luz al final del túnel. Cuando lo leo, sonrío. Veo fotos patéticas de hoteles clónicos con ofertas inmejorables. Llamo y están completos. Cuando lo leo, sonrío. Los propietarios y accionistas de las grandes cadenas hoteleras parecen contentos cuando les regalan dinero para seguir con sus cajas de zapatos con vistas al cemento de otra caja de zapatos. Cuando lo leo, sonrío. Quizás, finalmente, se reconviertan en espeluznantes residencias de ancianos para esperar, entre sus infinitos pasillos de la muerte, a la muerte infinita. Quizás, sobre todo, si es rentable.

Me acerco a una curiosa web que va contando todos los que somos. Hace 2 o 3 días éramos 6.778.693.134 seres humanos. Cuando lo leo, sonrío.

Con tanta gente, todos los hoteles deberían estar llenos si ofreciesen imaginación, cariño, hospitalidad, paisaje y sueños. Y los huéspedes se quedarían para siempre. O quizás nadie quiere nada de esto; quizás solo necesitan dormir; ¿en cajas de zapatos?

Acabo de regresar de un amplio viaje por una China inmensa y apabullante y un Vietnam cercano y acogedor. He podido disfrutar de algunos hoteles, y sus lugares correspondientes, que me han emocionado. Muchos de los clientes parecían no captar todo el encanto Sigue leyendo