Reiteradamente se oyen voces en el sector turístico, que es el de los empresarios y los trabajadores dedicados a los útiles de la hospitalidad, a favor de la creación de un ministerio de Turismo. Idéntica inquietud circula en algunas comunidades autónomas en pro de una consejería exclusiva de Turismo. Ambas propuestas nacen de la idea, tal vez no ajustada, de que la elevación del rango institucional del turismo, una industria que genera todavía el 11 por ciento del PIB nacional, favorecería mucho a todos sus actores económicos. La voz de alguien sentado en el Consejo de Ministros obligaría a su presidente a tomar en consideración de los problemas que afectan al sector, máxime en estos momentos de crisis estructural. Cuando tocara debate sobre los presupuestos generales, el ministro del ramo enseguida arrimaría en ascua a su sardina y obtendría más recursos para la promoción del país. Cuando tocara hablar de los matrimonios homosexuales, el ministro turístico abogaría por una ley de hoteles gays o cosas por el estilo. Cuando se tratara de evaluar las Sigue leyendo