De aquellos intolerantes polvos, estos intolerables lodos. Variados, desconcertantes y tan manidos como falsos han sido los argumentos vertidos por las patronales hoteleras durante estos últimos años contra el fenómeno de la economía colaborativa. Pero ninguno ha alcanzado tanta malevolencia, fascinación o impunidad discursiva como la atribución al alquiler turístico de la masificación creciente de las ciudades en el mundo. En el centro de la diana, como si el turismo fuera de repente cosa de viajeros colaborativos, Airbnb.
Conviene recordar que en 1950, la cifra de turistas que se movían por el mundo apenas alcanzaba los 25 millones. Treinta años después, en 1980, esta cifra se multiplicó por once, hasta los 278 millones. Otras tres décadas más tarde, en 2010, el multiplicador fue de cuatro: 1.100 millones. Este año, las previsiones de la Organización Mundial del Turismo (UNWTO-OMT) apuntan a que se rebasarán los 1.250 millones de personas, Sigue leyendo