Nuestro buen amigo Javi Moragrega tuitea hoy un vídeo sobre su hotel, La Fábrica de Solfa, en el que reivindica la accesibilidad de todas sus instalaciones. Me parece muy bien. Muy útil para todos, ya que algún día todos estaremos de algún modo incapacitados para algo. Aparte, subraya la importancia de que todos los hoteles sean accesibles, como aconsejan las oenegés de discapacitados y en especial esta web de Viajeros Sin Límites.
Respeto la opinión de todos ellos, pero también aspiro a que esos maravillosos hoteles alpinos en los que tantas veces hemos esquiado no lleguen nunca a ser accesibles. A ellos debería poder llegarse siempre a pie o en trineos de caballos. Prefiero igualmente que los recónditos alojamientos del Himalaya, en monasterios perdidos a 4.000 metros de altitud, no puedan ser nunca accesibles por teleférico o carretera de asfalto. La accesibilidad no es un derecho, sino una gracia de nuestra civilización. Hay obstáculos, como el acceso a Marte o a otros planetas lejanos, cuyo encanto radica precisamente en lo distante, lo imposible.
Nunca accedí a la cumbre del Aconcagua, pero siempre me gustó verlo. Nunca quise escalarlo, pero tampoco le pido a la sociedad que me costee un helicóptero hasta la cumbre. Es un imposible romántico, deseable como la morbidez hoy extinguida de Marilyn Monroe.
Fernando Gallardo |