Accesibilidad a veces indeseable

Nuestro buen amigo Javi Moragrega tuitea hoy un vídeo sobre su hotel, La Fábrica de Solfa, en el que reivindica la accesibilidad de todas sus instalaciones. Me parece muy bien. Muy útil para todos, ya que algún día todos estaremos de algún modo incapacitados para algo. Aparte, subraya la importancia de que todos los hoteles sean accesibles, como aconsejan las oenegés de discapacitados y en especial esta web de Viajeros Sin Límites.

Respeto la opinión de todos ellos, pero también aspiro a que esos maravillosos hoteles alpinos en los que tantas veces hemos esquiado no lleguen nunca a ser accesibles. A ellos debería poder llegarse siempre a pie o en trineos de caballos. Prefiero igualmente que los recónditos alojamientos del Himalaya, en monasterios perdidos a 4.000 metros de altitud, no puedan ser nunca accesibles por teleférico o carretera de asfalto. La accesibilidad no es un derecho, sino una gracia de nuestra civilización. Hay obstáculos, como el acceso a Marte o a otros planetas lejanos, cuyo encanto radica precisamente en lo distante, lo imposible.

Nunca accedí a la cumbre del Aconcagua, pero siempre me gustó verlo. Nunca quise escalarlo, pero tampoco le pido a la sociedad que me costee un helicóptero hasta la cumbre. Es un imposible romántico, deseable como la morbidez hoy extinguida de Marilyn Monroe.

Fernando Gallardo |

2 comentarios en “Accesibilidad a veces indeseable

  1. La accesibilidad es innovación, una liturgia. Nadie pide subir a 8.000 mts, pero Viajeros sin Límite es un ejemplo de segmentación, de superación diaria, con mucho humor, humildad, humanidad. Además sabe conectar, comunicar, cooperar. Los sueños no tienen coste, solo cambian las cosas los que tienen ganas de cambiar. La accesibilidad pasa por nosotros mismos.

  2. En estos tiempos de prisas muchos piensan que un mal acceso, como muchos de los que tenemos en Teruel, es un abismo. Nosotros seguimos pensando que todo viaje encuentra la recompensa en el destino. Y esto vale para los viajes interiores también…
    Llegar a Beceite viajando sin prisas lo vale.
    Y los tortuosos siete kilómetros desde una buena carretera nacional, como es nuestro caso, no es una barrera, sino un cambio de paisaje, casi de mundo, que todos pretendemos poner en valor.

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