Unos 300.000 turistas chinos visitarían nuestro país, señaló Trinidad Jiménez en presencia de Zapatero y del vicepresidente de la República China en su reciente visita a España. ¿Y por qué no un millón?, rectificó éste inmediatamente.
Cuando se habla de chinos los números se salen de sus proporciones ordinarias, como cuando se estudia la bóveda celeste y las miríadas de estrellas que la pueblan. Y por qué no 10 millones de chinos, todos en fila (¿india?) ante la ventanilla del control policial de Madrid-Barajas, dispuestos a asaltar (pacíficamente) la mezquita de Córdoba, el Alhambra de Granada o la catedral de Santiago… España es un destino de primer orden todavía en la industria turística, y si en 2010 viajaron por el mundo 900 millones de personas es de esperar que en 2020 lo hagan 1.600 millones, si nos atenemos a las previsiones de la OMT.
Diez millones son apenas el 0,7 por ciento de la población china. Subamos las expectativas… ¿Y por qué no 100 millones? Calculemos… El siete por ciento de los chinos puede que viajen en los próximos diez años, pero en veinte serán el doble o más. Doscientos millones de chinos… Trescientos millones de chinos… Pongamos que viajen la mitad de los chinos. Setecientos millones. Añadamos a esta cifra la mitad de los indios, otros seiscientos millones de personas. Y que los coreanos, los tailandeses, los birmanos, los indonesios, los brasileños, los mexicanos; en fin, todos los millones de seres emergentes que se vislumbran en la nueva galaxia del desarrollo económico para las próximas décadas, se pongan como locos a viajar, viajar, viajar…
¿Y por qué no 1.500 millones? El dilema ahora sería cómo albergarlos a todos en un suelo tan estrecho como el de la península Ibérica. Porque el fantasma de la superpoblación turística es real, y nadie se devana los sesos habida cuenta de que estamos en crisis para pronosticar cómo vamos a albergar a tanta gente en nuestro nuevo planeta, el turístico, que se suma al doméstico igual que a la población natural española (45 millones) se le debe sumar la turística (otros 45 millones) para acertar en la gestión de nuestro espacio natural, convivencial, económico, político y estratégico en el orden mundial. ¿Cómo vamos a gestionar, pues, un planeta con 12.000 millones de personas, entre pobladores de derecho y pobladores de hecho?
Claro que nadie puede pensar que todos esos millones de chinos que se nos vienen encima se solazarán en nuestras playas, como si no hubiera más costa en el mundo que la española. Solo el litoral continental de China ya tiene más de 18.000 kilómetros, frente a los 3.000 kilómetros de España. Inútil, pues, considerar a los chinos dentro de ningún plan para salvar a la industria turística vacacional española.
El pronóstico más sensato es ver chinos, como antaño legiones organizadas de japoneses bajo la banderita del guía y disparando con sus cámaras a todo lo que se ponía a la vista, en los entornos monumentales de las grandes ciudades españolas, incluso frente a la madrileña Puerta del Sol. Veremos los mismos yates de siempre atracados en Puerto Banús con rol saudí, aunque su nuevo propietario sea un financiero chino. Y algunos tibetanos en viaje ascético por el Camino de Santiago.
A fin de satisfacer este turismo emergente en los años venideros, la cadena Sol Meliá ha efectuado sus primeros movimientos serios. De casta le viene al galgo, que por eso juega en la primera división hotelera mundial. Después de abrir el Gran Meliá Shanghai, en el mismo corazón financiero de China, la cadena española ha firmado una alianza estratégica con la primera corporación hotelera china, Jin Jiang International Hotel Company. Según su comunicado de prensa, «la alianza que hoy se presenta sienta las bases de una colaboración a largo plazoque engloba aspectos de expansión, marketing y comercialización, sistemas dereservas y programas de fidelización. Sin embargo, para favorecer un desarrolloexitoso y sostenible de sus objetivos, el acuerdo se sustenta sobre todo en unrecíproco intercambio cultural que incluye aspectos lingüísticos, de cultura y procesosde gestión, gastronomía, y formación y programas de desarrollo de sus recursos humanos.»
El objetivo de ambas compañías es pisar el suelo de sus respectivos ámbitos de domino. China, en el caso de la española. Europa, en el caso de la china. Y así entretejer sus hilos para ir modelando a futuro un campeón mundial del alojamiento turístico. En su primera fase, la alianza focaliza este intercambio en 6 hoteles gestionados por Jin Jiang en las principales ciudades chinas, y 6 hoteles gestionados por Sol Meliá en las primeras capitales europeas. Los hoteles seleccionados en China serán el JinJiang Tower y el Marvel hotel en Shanghai, el Xinai Jin Jiang hotel en Beijing, el JinJiang Sanya Royal Garden Resort en Sanya, el Wuhan Jin Jiang Internacional Hotelen Wuhan, y el West Capital Internacional Hotel en Xian. En Europa, el acuerdo se aplicará en los hoteles Meliá Barcelona y Meliá Madrid enEspaña, el Meliá White House en Londres, el Meliá Berlin, y los hoteles Meliá RoyalAlma y el Tryp François en París.
¿Acaso no veníamos pidiendo para el turismo español un campeón mundial de la hotelería? Pues parece que lo vamos a tener. Y, ésta, así formulada, sin demasiadas alharacas, podría ser la noticia turística más fantástica de los últimos años para el turismo en España. La iniciativa más relevante y con más proyección de futuro para toda la industria turística, que debería aprovechar instalándose a su regazo y atacar metas más lejanas de las que hasta ahora sus posibles y su talento le ha permitido. No puede ser que la cuarta potencia turística del mundo apenas juegue en las grandes ligas de la hotelería dominadas por los norteamericanos, los británicos, los franceses, los alemanes y ahora los chinos. El primer paso ha sido ya dado. Ahora cabe esperar que los demás, quienes puedan, den el gran salto de la internacionalización empresarial. Y ello, sin mediación de las Administraciones públicas, ni exponer el trasero a ninguna subvención oficial.
Fernando Gallardo |
Con o sin Melia, la hotelería china se instalaría en España y en otros países europeos, por lo que la maniobra de Melia es inteligente y casi de obligado cumplimiento si quiere seguir siendo nº1 en España y de los mejores de Europa.
Quizás sea el preludio de otra cosa… Yo no doblaría las campanas en señal de alegría, precisamente.