Años atrás preguntamos en este mismo Foro qué era mejor, ducha o bañera. La encuesta fue concluyente. El 65 por ciento de las respuestas señalaron con claridad el triunfo de la primera sobre la segunda, y un 10 por ciento más se sumaba a la ducha compartiendo también su interés por la bañera. De modo que el 75 por ciento de los encuestados, hoteleros y huéspedes, se pronunciaron por el agua que cae frente al agua que permanece.
La tendencia que apuntaba al reemplazo de la bañera por la más imaginativa ducha se ha confirmado. Muchos, muchísimos hoteles (imposible saber la cifra ahora mismo), han eliminado la bañera de sus habitaciones e instalado en su lugar una ducha…, no siempre lúdica y aseada, como esperábamos.
¿La tendencia? A mi juicio, ducha y bañera ofrecen constituyentes distintos y atractivos necesarios para el futuro Hotel de los Sentidos. La estadística es elocuente a favor de la ducha frente a la bañera convencional, dada la escasa disponibilidad de tiempo del viajero actual. Ello no empece que en ese minuto y medio de agua a espuertas todos soñemos con un flujo hídrico tipo lluvia: Rainshower.
Los argumentos han sido claros. La ducha supera en ventajas a la bañera. Por consumo: 50 litros frente a 200 litros. Por higiene: un alto porcentaje de usuarios se ha quejado reiteradamente de suciedades en su bañera, frente a un número menor de quejas por gérmenes en la ducha. Por tiempo: cada vez el mundo se mueve más deprisa y hay menos momentos para distracciones fisiológicas (todas, sin exclusión). Por espacio: la sustitución de bañera por ducha amplía el tamaño del cuarto de baño, que se puede emplear en otro menester de mayor rentabilidad. Por imagen: el momento económico actual exige cierta austeridad en el disfrute del hotel, y la ducha difumina la percepción de que la estancia será más placentera y ociosa con una bañera, lo que empieza a ser mal visto por las empresas en viajes de negocios.
Éste es, precisamente, el argumento más contundente para defender la permanencia de la bañera. Pero no de aquella tina clásica que apenas permitiría hoy la ablución de una anatomía alimentada con cereales en el desayuno. Lo avanzábamos en aquel mismo artículo en el Foro:
Y, sin embargo, la bañera debe renacer de su obsolescencia y ofrecerse al huésped con ese mismo sentido lúdico, terapéutico e higiénico definido para la ducha. Estoy pensando en una caja de baño tipo onsen, como las que se prodigan tradicionalmente en Japón, que permite sumergirse completamente en el agua y obtener los beneficios visuales de un escenario vegetal o simplemente lúdico.
Un nuevo concepto de diseño lúdico, terapéutico e higiénico ha sido patentado estos días por el estudio de arquitectura de Jesús Castillo Oli, quien sostiene que la tendencia en los hoteles vacacionales, donde sí hay tiempo para el ocio y donde se produce una exigencia sine qua non experiencial, apunta a la incrustación en las suites o habitaciones de mayor tamaño de unos ambientes de baño sensoriales, diseñados ad hoc y donde el agua añade emoción al despliegue de los sentidos. Ahí sí cabe una bañera fabricada con materiales nobles, de gran efecto táctil, que produzca aromas, líneas de luz para excitar la vista y que fomente la acústica del agua. En su nuevo concepto habitacional, Castillo Oli lleva la arquitectura y la tecnología de un spa a la habitación. Le obliga al huésped a ser cómplice del espacio y jugar con él y en él como si participara en una performance o asistiera a una videoinstalación.
Este prototipo habitacional se encuentra actualmente en fase de diseño y construcción en el hotel Nautilus Lanzarote. Su propietario, Antón Pinel, y la gerente del establecimiento, Leda Giordano, reafirman así su apuesta por el arte, la accesibilidad, la sostenibilidad medioambiental y la innovación hotelera sin fronteras.
Pura y llanamente… Arquitectura de los Sentidos.
Fernando Gallardo |
Que interesante forma de describir tan cotidiano elemento. Ciertamente, leyendo el artículo puedes imaginar perfectamente lo que describes, Fernando.
Efectivamente la ducha se ha impuesto con claridad a la bañera, las prisas, el diseño, el ahorro, la comodidad… o simplemente la moda, han hecho que en la mayoría de los hogares se haya prescindido de la bañera y del ritual del baño.