Me llegan noticias fúnebres sobre lo mal que le está yendo a la que hasta hace no mucho era mi ciudad. Madrid se queja y se duele de la pérdida acelerada de turistas y su repercusión en muy diversas industrias de la capital. Mientras en España se baten récords de llegadas foráneas, Madrid se derrumba este año en un 6,7%. Y la cosa pinta peor en 2014. Madrid ya no mata.
Los resultados de agosto han alertado a todo el sector turístico madrileño. Y al de sus alrededores, también. Nadie se imaginaba un batacazo semejante: el 22%. La ocupación hotelera no ha alcanzado siquiera el 42%, y la recuperación de septiembre (apenas el 51,5%) anda muy por debajo de la media nacional (61,8%).
Frente a la inanición política, los empresarios del lobby turístico Exceltur han tomado cartas en el asunto con un plan de choque propuesto y expuesto en un tono inusual al propio Ayuntamiento de la capital. Bien es verdad que el plan no va más allá del recurrente subsidio bajo la camaleónica modalidad de la promoción exterior del destino. Nunca he comprendido por qué la Administración debe subsidiar los destinos (territorio del turismo) y no la información (territorio de los comunicadores). Por no abundar en la socialización del resto de los sectores económicos y profesionales, como en tiempos de los utópicos sóviets.
Gabriel Escarrer, vicepresidente y consejero delegado de Meliá Hotels International, explica la debacle madrileña por la falta de promoción exterior y se lamenta de que este presupuesto vuelva a sufrir recortes el año próximo. Seguramente pensando en que sus establecimientos “marchan peor que el año pasado y bajan precios”, como él mismo reconoce. También achaca el problema a la merma en la conectividad aérea de Iberia (Barajas ha perdido en los últimos dos años el 20% de su tráfico aéreo), fruto de su absorción por British Airways… “que pagamos todos los españoles” (sic). Cabe esperar que aquellos países en los que Meliá posee inversiones no sostengan sus tesis y promuevan el nacionalismo en su contra. El ejecutivo de Meliá añade otras causas no menores, como el descenso en la programación de ferias y congresos internacionales, por culpa de la gresca existente entre el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, que han tenido sus palacios de congresos cerrados. Por último, Escarrer se acerca al punto de partida criticando la precaria marca de Madrid en el ámbito internacional, remachada por el espectáculo de su propuesta olímpica en Buenos Aires.
Leo también en un artículo firmado por Carmen Sánchez-Silva en EL PAÍS, Madrid busca torre Eiffel, que el presidente de Exceltur, Amancio López-Seijas, atribuye a los recortes presupuestarios la baja competitividad del sector. Al mismo tiempo, subraya la falta de sensibilidad que la capital de España le concede al turismo, pese a que esta actividad representa el 11% de la economía regional. El Ayuntamiento apenas se gastará en promoción unos tres millones de euros en lo que queda de ejercicio.
Opiniones las hay para todos los gustos. El artículo mencionado se apoya en la de Fernando Bayón, director general de la Escuela de Organización Industrial (EOI) para afirmar que Madrid necesita una torre Eiffel. Es decir, un icono que representa a la ciudad como el Big Ben en Londres, el Empire State en Nueva York, los besos en Central Park, también en Nueva York, el puente de Brooklyn, también en Nueva York, la muy visitada Wall Street, también en Nueva York, la pista de patinaje invernal del Rockefeller Center, también en Nueva York… Y supongo yo que, llegado a este punto, reflexiona Bayón: «quizás la ciudad no tenga un solo icono sino varios reclamos que se pueden explotar, como la cultura, la pintura, la arquitectura, la gastronomía, el ocio, la noche…”
La noche. ¿Acaso nadie recuerda que hace un par de décadas Madrid era la capital mundial de la «movida», aplaudida mes a mes en la portada del New York Times? La ciudad celebraba su explosión política, social y cultural como oxígeno fresco inhalado por el convaleciente de otra noche más oscura y rigurosa. Madrid recibía a todo el mundo, aceptaba a todo el mundo y proyectaba a todo el mundo.
Sí, pero “a Madrid le faltan grandes marcas hoteleras internacionales que atraen clientes foráneos fieles a ellas, marcas que en todos los mercados en que entran consiguen subir los precios”, alega el director general de Jones Lang LaSalle Hotels & Hospitality, Luis Arsuaga. A esta inmobiliaria no le deben parecer suficientemente grandes marcas internacionales el grupo Starwood, que posee tres grandes hoteles en la comunidad, o Hilton, con su hotel de 284 habitaciones cerca del aeropuerto, o Accor, tercer grupo mundial, con 3.500 hoteles y 40.000 habitaciones en 92 países. Y todos saben que si no hay más es porque el ADR (precio medio) de la capital es para salir corriendo.
No, Madrid no se arregla con subsidios a la promoción, ni con exenciones fiscales a las grandes marcas internacionales, ni consolidando un lobby hotelero como en Barcelona, ni mucho menos atrayendo proyectos tan antipáticos e improbables como Eurovegas. El futuro turístico de Madrid depende de los madrileños, de su voluntad por recuperar la calle, de su tolerancia al foráneo, al ruido, a las incomodidades. Madrid debe recuperar su espíritu abierto, emprendedor y creativo, factores imposibles de subvencionar ni desde la Administración, ni desde las empresas. Como en Silicon Valley, es necesario un ambiente. Como en Nueva York, es necesario apresurar el paso y aguantar las sirenas 24/7, término aún escasamente reconocido en los lares europeos que consiste en estar abierto las 24 horas del día y los siete días de la semana. Reconozcamos que la capitalidad de Barcelona no se ganó en las Olimpiadas, sino en el vendaval de innovaciones, reconstrucciones, ampliaciones y actuaciones vanguardistas que pergeñaron, acompañaron y siguieron al espíritu olímpico. No hay recetas milagrosas más que el trabajo y oxígeno limpio para respirar.
En resumen, Madrid debe soltarse la caspa y abrazar, de nuevo, la modernidad.
Fernando Gallardo |
Cierto, mientras otras Capitales Nacionales, suman y suman, Madrid, resta y resta y si no se toma remedio se convertirá en destino Low Cost. Madrid se debe creer su potencialidad, que la tiene, colaborar pública y privadamente con gente profesional, cara a realizar acciones y disponer de una estrategia clara de captación y promoción turística y consolidación dentro del PIB regional, peatonalización de calles céntricas, favorecer el uso de la Bicicleta, conservar y mejorar lo auténtico, smart citi, no perder en conectividad, etc
Otro alcalde no le vendría mal a Madrid. Los madrileños no se merecen el ambiente que generan estos mandatarios de pacotilla. Madrid lo tiene todo. Buen artículo Fernando.
En las actuales circunstancias, es triste ver como Madrid va cayendo hacia el abismo, desde el punto de vista hotelero, sin que los mismos hoteleros tengan muy clara cual es la estrategia que pueden o deben seguir, sin un interlocutor claro con quien buscar las soluciones. Excelente artículo Fernando y creo que es la primera vez que se dicen las cosas claras en relación a lo que está sucediendo en Madrid.
Mi estimado Fernando
Lo de Madrid no tiene nombre. Los que ahora se quejan no lo hacían en el pasado cercano. A Madrid se le ha evaporado la Educación. Date una vuelta por la Puerta del Sol (hoy metro Vodafone).
Tenemos unos politicos, los de antes y los de ahora, que están en la nube, junto con el supervisor de nubes. También falta Formación, eso que reclaman empresarios y políticos desde 1960. Solo hay que leerse los múltiples informes y planes
Madrid es una ciudad extraordinaria, pero hay que limpiarla, no solo las calles, sino los múltiples chorizos que campan a su aire. Nuestros empresarios están acostumbrados a los abrazos en las épocas de las que se creen son las vacas gordas. Al sector turístico no se le ha considerado, solo maquillaje. Esto funciona porque nuestro país tiene una gran oferta, pero estamos en el siglo XXI y la oferta se ha globalizado y hay muchos países con historia, naturaleza, playas, gastronomía…
Aquí necesitamos savia nueva, menos política, menos sobar la espalda y mas trabajo con E+F.
En francés existe un conocido término, «déja vu». Su traducción al castellano sería la de «repetido, ya visto», pero también la de «algo gastado, monótono». Normalmente es un adjetivo calificativo no negativo, pero que puede tender fácilmente a ello. Ésa es la impresión que me dan las razones de los hoteleros madrileños. Bien es cierto que algunos poderes políticos no han estado a la altura en los últimos años. Pero de lo que no se puede quejar la clase hotelera de Madrid es de las inversiones dedicadas a infraestructuras y equipamientos de que han podido gozar, bastante por encima de la media nacional. Tampoco pueden tener queja de la utilización que se hace del aparato del Estado en forma de alojamientos para reuniones políticas de diferentes niveles que organiza anualmente el Gobierno, la inmensa mayoría en la capital. Lo mismo se podría decir del uso de IFEMA, y de la propia existencia de Barajas como «hub» internacional español cuando las propias compañías ya están migrando del aeropuerto madrileño por sus costes operativos. Son unos beneficios que ya quisieran la mayoría de las ciudades españolas, y que ya han traído cola cada vez que a un ministro se le ocurre montar un encuentro bilateral fuera de la capital. Ha sido entonces que los mismos que ahora se lamentan se han llegado a quejar ante quien encontraban pertinente: «claro, si la cumbre se va a Sevilla, ¿cómo vamos a ocupar nuestros hoteles?»sin pensar que la sola existencia de los Ministerios y las Cortes en Madrid deberían asegurarles una aceptable ocupación interanual . Por tanto, este victimismo -«no llenamos por culpa del Estado y las CC.AA., que no nos ayudan»- llega a cansar, la verdad. Porque lo primero que uno piensa es si han hecho autocrítica los dichos empresarios sobre si a/vale la pena o no que se les ayude, y b/qué pueden ofrecer ellos a cambio, puestos de trabajo al margen, que es su obligación como empresarios. Mucho me temo que la respuesta es negativa. La segunda reflexión es que no son coherentes: todos recordaremos los ataques -en algunos casos barriobajeros e insólitos entre empresarios y Cámaras de Comercio- a los hoteleros (y políticos) de la Playa de Palma o Canarias por querer destinar dinero público a la mejora de los ya mencionados destinos maduros. Ahora no se debería tener otra vara con idéntica petición expresada por los empresarios capitalinos. También señalar que no fue hasta la definitiva profesionalización del Gremi d’Hotelers que Barcelona -por lo tanto con una estrategia de la mano de Fira de Barcelona, el aeropuerto de El Prat y los mayores TT.OO. del momento, ahora la alianza es con «bloggers» y OTAs: no volvió a repuntar después de la crisis del 1993. Por tanto, un lobby sectorial fuerte puede conseguir más que todas las ayudas imaginables a la promoción, que dicho sea de paso, debería ser sufragada a partes iguales entre las administraciones y por los propios interesados en llenar sus establecimientos, pero no íntegramente por las arcas públicas. Bien lo sabemos en Baleares. Perdón por el tono, pero la única receta para que Madrid salga del atolladero en que se encuentra se llama sacrificio. Y es que para que Booking.com y Tripadvisor abran oficinas centrales en la Ciudad Condal ha sido por un trabajo previo de persuasión y seriedad. ¿Serán capaces de vehicular ese proceso los hoteleros e industriales del turismo de la capital, o volverán a acogerse al manto protector de Papá Estado/Comunidad/Ayuntamiento?