El envejecimiento es reversible. Es altamente probable que en las próximas décadas no solo alarguemos exponencialmente la expectativa de vida de los seres humanos, sino que logremos al mismo tiempo revertir esa tendencia hacia el rejuvenecimiento de la población. Esta idea no es un disparate. Se analiza en un laboratorio y los datos que avalan esta teoría se han publicado hace poco en la prestigiosa revista Scientific American.
Por bajar la idea a tierra, ¿qué sucedería si una persona que estuviera cobrando su pensión de jubilación tras haber llegado a los 65 años de edad retrocediera hasta los 45 años? ¿Tendría automáticamente que prescindir de su jubilación y volver a trabajar otros 20 años hasta llegar de nuevo a la antigua edad de jubilación? Y si este proceso se repitiera periódicamente, ¿existiría algún Estado capaz de aguantar tantas jubilaciones y retrojubilaciones? ¿Cómo funcionaría el aparato reproductivo de un país, su demografía, su economía? ¿Alcanzarán los seres humanos en algún momento la inmortalidad?
El pensamiento no pertenece a la ficción científica. Existe mucha literatura al respecto. Inquietantes películas como Trascendence. Incluso unos estudios académicos en la Singularity University que nos sugiere esta posibilidad. Lo novedoso de la investigación desarrollada por el Salk Institute for Biological Studies con ratones y células humanas in vitro reside en el descubrimiento de las denominadas transformaciones epigenéticas o alteradores de la actividad interna en los genes. En los seres humanos esos cambios pueden ser causados por el tabaquismo, la contaminación del aire u otros factores ambientales, como el estrés o el hiperquinetismo, sin contar el desorden circadiano y el desgaste celular producido por una deficiente alimentación o unos horarios irregulares que marcan el funcionamiento de los genes. A medida que estos cambios se acumulan, nuestros músculos se debilitan, nuestra mente va más lenta y nuestro cuerpo se vuelve más vulnerable a las enfermedades.
El estudio sugiere la posibilidad de revertir al menos algunos de estos cambios, de manera que la manipulación genética dilatara la vida de las células e incluso fuera susceptible de rejuvenecerlas. «El envejecimiento es algo plástico que podemos manipular», asegura el director del Laboratorio de Expresión Génica de dicho instituto californiano Juan Carlos Izpisua (Hellín, Albacete, 1960). Laureado con numerosos premios y distinciones en Estados Unidos, Izpisua ha logrado intervenir en cuatro genes que tienen la capacidad de convertir las células adultas de nuevo en un estado casi embrionario. Dado que las mitocondrias actúan como el centro neurálgico de las células en la generación de la energía necesaria para las funciones biológicas, la clave para intervenir en el proceso de ruptura entre el genoma nuclear y el genoma mitocondrial, que es lo que acelera el envejecimiento, estriba en la activación del grupo de genes conocido por las sirtuinas, cuyo Sirt1 podría activarse mediante una cascada compleja de eventos iniciada con una sustancia química llamada NAD. Sus descubrimientos contribuyen, según reconocen diversas instancias científicas, al desarrollo de novedosos tratamientos para enfermedades y a la eliminación de fronteras para la ciencia biomédica en campos tales como la regeneración de órganos y tejidos y la lucha contra el envejecimiento.
En una presentación titulada ‘La longevidad en la era Twitter’ a la que tuve la suerte de asistir, el preboste de la Universidad de Nueva York (NYU), Laurence D. Fink, urgió al gobierno norteamericano a redefinir la politica de pensiones con los siguientes datos: «En 1950, la esperanza de vida al nacer en los Estados Unidos era de 68 años. Hoy se ha dilatado hasta los 80 años. Si usted cumpliera hoy 65 años, lo más probable es que tenga casi dos décadas de vida por delante. Y eso es sólo en promedio. Aproximadamente uno de cada cuatro estadounidenses que hoy cumpla 65 años vivirá hasta pasados los 90. Uno de cada 10 vivirá por encima de los 95 años. Y casi un tercio de los bebés nacidos en estos últimos meses vivirá más de 100 años.
¿Será sostenible el planeta con la prolongación sin límites de las expectativas de vida humana? Por si acaso, el fundador de Alibaba, Jack Ma, aboga por el regulacionismo estatal —muy de moda en China— limitando a 200 años la edad máxima que una persona pueda vivir por ley: «in 200 years we might need a law limiting human lifespan not to exceed 200 years». Primero se empieza limitando el número de hijos a uno por familia y luego se termina limitando la vida de ese hijo a menos de dos siglos. Lo crítico de este mensaje es que nos hace pensar en la posibillidad de que esto pueda suceder algún día, dicho por una persona que no puede ser ninguneada, como Jack Ma.
La reversión del envejecimiento será quizá uno de esos avances que los humanos a este lado de la puerta de Tannhäuser no hayamos podido imaginar jamás. El crecimiento acelerado de la tecnología nos llevará a ver el brillo de los rayos C en el desarrollo de la inteligencia artificial, la colonización del espacio exterior y la no menos inquietante colonización del espacio interior. Son muchos los desafíos, desde la construcción biónica del ser humano hasta la superación del calentamiento global de nuestro planeta, pasando por la nueva revolución industrial de la impresión en 4D, la dualidad política entre la realidad física y la realidad virtual, la dimensión global del conocimiento humano en el hiperespacio, el relevo intermediario de los sentidos por la percepción directa en el neocórtex y, claro está, la regeneración plástica de nuestros órganos a través de la nanotecnología y la manipulación genética.
Es cierto que pensar en todos estos adelantos científicos nos sitúa en el mismo plano ilusorio que Leonardo da Vinci cuando diseñaba sus artilugios para volar. Aunque justo es reconocer que al polímata florentino ya le habría gustado alcanzar una mínima parte del conocimiento que hoy atesoramos cada uno de nosotros, bien en nuestros hemisferios cerebrales, bien en nuestros dedos cuando le damos a la tecla de Google. No vamos a inventar el avión todavía, ni seguramente programaremos una macro de Excel tan bien como pintaba el de Vinci. Pero conviene ir abriendo camino a otras menudencias factibles quizá a medio plazo, que sean de utilidad para nuesttra vida inmediata y la de nuestros quehaceres cotidianos.
Por lo que respecta a la industria turística, ¿qué tal si focalizamos alguna vía de investigación hacia la reversión en el envejecimiento de los materiales? Aunque el envejecimiento biológico no sigue las mismas leyes físicas que el envejecimiento de los materiales inorgánicos, las recientes experimentaciones con elastómeros deformables y reversibles en el espacio podrían servir de estrategia de acercamiento a la reversión molecular, de manera que el desgaste producido en ellos se pudiese invertir del mismo modo que lo susodicho con los materiales orgánicos. Esto sería de enorme utilidad, por ejemplo, en el mantenimiento de edificios hoteleros, en artefactos de transporte y en infraestructuras públicas cuyo abaratamiento repercutiría favorablemente en el turismo. Como aquella idea del hotel flexible que lanzamos años atrás cuando alumbrábamos el laboratorio de experimentación hotelera znkLAB.
El valor del producto turístico residirá cada vez más en la experiencia vivida por el viajero. Reducir sus costes operativos invirtiendo en la reversión del envejecimiento de las personas y de los materiales asegura el beneficio futuro de toda una industria que, ahora y en las próximas décadas, ocupará la máxima atención del ser humano.
Fernando Gallardo |
Al hilo de este post, creo que es interesante recordar que la industria turística, tal y como la conocemos hoy en día, arranca en la época de la Revolución Industrial, la semana de cinco/seis días, el mes de vacaciones, etc. Ahora que la tecnología y la medicina parecen capacitadas para hacernos vivir más tiempo y, a la vez, reducir el número de horas que tendremos que trabajar (a 30, 25, 20), creo que se plantea una interesante situación para la industria turística, en la que cada vez habrá más necesidad de productos diferenciados y que cubran todo el espectro: desde aquel que quiere viajar unas intensas 48 horas a una ciudad, hasta el que desea pasar 3 meses en otra.
Los inmortales, no necesitan reproducirse, que es la forma de inmortalidad de nuestra especie. En la Que el individuo es mortal. Por eso tenemos hijos. Pero una persona que no envejece y que tiene una salud y aspecto de 20 años no tiene esa preocupacion. Lo de los hijos no le interesa. En una sociedad de in mortales,tener hijos se veria como algo atavico, y, ademas, una amenaza por los recursos. Nadie aceptara suicidarse alos 200. Evidentemente. Y menos, si eres joven. Antes, se uniran organizaran y se opondran. Incluso con las armas. Yo lo haria.