¿Cuándo se pinchará la burbuja del Bitcoin?

burbuja bitcoin

Que el precio de la resina de cannabis (hachís) alcance los 1.700 euros el kilo es un verdadero escándalo. Máxime cuando en países productores, como Afganistán, se puede adquirir ese mismo kilo por apenas 90 euros. ¿Cuál es la razón —o la sinrazón— de semejante desequilibrio? Cualquiera sin grandes conocimientos matemáticos respondería de inmediato que la prohibición existente en torno a las drogas. Y, con un poco más de conocimientos económicos, que el hachís se transa hoy en un mercado de demanda. Es decir, la demanda de este producto es mayor que la capacidad de los ofertantes en ponerlo en circulación dentro del mercado.

El pasado jueves 15 de febrero, tras mi intervención sobre el futuro de las criptomonedas en el 30º Congreso Nacional de OPCs, que se celebró en el Parador de Alcalá de Henares, una última pregunta me exigió el recurso a la tópica bola de cristal: ¿está viviendo el Bitcoin una burbuja?

Si no hay una crisis de confianza, no lo creo. Esta fue mi respuesta, un tanto arriesgada por cuanto hasta un premio Nobel ha advertido del riesgo de desplome en la valoración de esta popular criptomoneda que muchos dieron por muerta casi antes de su nacimiento. Claro que mi predicción esconde una trampa: toda burbuja estalla por falta de credibilidad en el producto o sector que la modela. Mientras no haya una quiebra en la confianza que ese producto ofrece a un número significativo de personas, no cabe la menor probabilidad de daño en él. Al contrario, su valor ascenderá cuando más se refuerce dicha confianza, siempre que la oferta del producto tenga un límite. Y el Bitcoin lo tiene.

Pero nada es inmutable en el flujo continuo del universo, como ya nos advirtió Heráclito dos milenios atrás. Así que toda cautela es poca a la hora de predecir comportamientos futuros. Incluso cuando existe abundancia de datos para su análisis y prognosis, no pocos sabios han sido incapaces de predecir las burbujas cuando nada indicaba que se estuvieran produciendo. La del Bitcoin, sin embargo, tiene sus agoreros y numerosos fundamentos que la sostendría.

El más citado entre ellos, aunque no sea el principal, se refiere a la falta de bienes, servicios o ideas que respaldan a las criptomonedas. Si un día todos los poseedores de bitcoins decidieran venderlo y no encontrasen compradores, su valor sería cero. El argumento sería intachable, porque si tienes un apartamento en la costa no podrías venderlo a cambio de bitcoins. Tu apartamento valdría lo que alguien quisiera pagar por él en dólares, euros, yenes o rupias, pero no en bitcoins. Mientras que tu monedero de bitcoins no valdría nada. Ahora bien, lo mismo podría pasar con cualquier moneda de curso legal como el dólar o el euro. Si un día todos los poseedores de euros decidieran venderlo y no encontrasen compradores, el valor del euro sería cero. Ya ha ocurrido en  épocas pasadas incluso con monedas supuestamente fuertes, como el marco alemán. A raiz del programa de compensaciones que Alemania debió asumir en el Tratado de Versalles, la inflación llegó a alcanzar en 1923 el 1.000.000.000.000 por ciento. Esto es, el marco alemán cayó 10.000.000.000 veces respecto a su valor en 1914. Imaginemos ahora que tu apartamento de 100.000 euros en la playa valga de repente, por una quiebra en la confianza que merece la moneda europea, unos 0,001 céntimos de euro. Esto ha ocurrido y puede que ocurra de nuevo en un plazo más corto del que todo el mundo espera. No olvidemos que el 85 por ciento del dinero que circula hoy en el planeta no tiene apenas respaldo de bienes, servicios o ideas, igual que el Bitcoin. No olvidemos tampoco que desde agosto de 1971, cuando el presidente Richard Nixon suspende la convertibilidad del dólar en oro, la moneda norteamericana ha sufrido una merma en su valor del 4.388 por ciento. ¡Y lo que le queda con el tapering iniciado tras el remonte de la última crisis financiera!

Por supuesto, la disyuntiva que plantea el Bitcoin respecto a las monedas de curso legal utilizadas por los gobiernos para corregir al alza o hacia abajo las incidencias de losmercados nacionales es quién nos merece hoy más confianza, si los burócratas del regulacionismo monetario o la comunidad de usuarios. Estoy seguro de que la respuesta sensata por parte de la mayoría será los burócratas del gobierno. ¿Pero será esto siempre así en un mundo cada vez más digitalizado y tendente a los sistemas de gestión distribuidos? Planteado de otro modo, ¿qué nos merecerá más confianza en el futuro, un ministro de Economía o un algoritmo?

Otro de los argumentos que debemos considerar es que el Bitcoin no es un activo financiero al estilo clásico. La solidez que propone la tecnología que lo soporta, el protocolo Blockchain, podría suponer una amenaza a la autoridad monetaria que forzaría a su regulación y control gubernamental, como el caso antes indicado del hachís. Algunos países como Rusia, China y Corea del Sur ya han prohibido bajo ciertas condiciones el intercambio de criptomonedas y, en el caso chino, la emisión de ICOs (Initial Coin Offerings) por parte de las startups que operen en su territorio. Otros gobiernos, como el norteamericano, combaten las criptomonedas franqueando su acceso a ellas mediante limitaciones al crédito o cortando el riesgo de su adquisición mediante apalancamiento. Desde hace unos días, Visa Internacional no acepta ya la compra de  criptomonedas con su tarjeta de crédito (sí con la de débito).

Lejos de provocar su desplome, estas dificultades para adquirir bitcoins parecen impulsar sistólicamente su cotización, pues ya sabemos que un mercado de demanda hace subir los precios en cualquier bien o servicio que se transe.

Existe otro argumento utilizado recurrentemente en el vaticinio del pinchazo criptomonetario, que es su creciente uso en prácticas delictivas como el blanqueo de dinero, el narcotráfico, el terrorismo internacional y el tráfico de armamento. No se sostiene por cuanto que la principal divisa delictiva es, con mucho y por tiempo, el dólar norteamericano. Mientras el papel tenga curso legal, mientras el mercado pueda intercambiar dinero en metálico, el dólar, el euro, el yen y el yuan serán las monedas predilectas de los delincuentes. Es fácil deducirlo: el cash no deja traza, a diferencia del Bitcoin, cuyos bloques se cierran a la luz pública. Repitámoslo para que no haya dudas. El Bitcoin y la mayoría de las criptomonedas basan su protocolo en la transparencia total de las transacciones. Otra cosa es considerar el grado de anonimato en la identidad digital de los poseedores de criptodivisas.

Un fundamento más consistente de descrédito criptomonetario es el hackeo. No es la primera vez que una casa de cambios —recordemos Mt. Gox— ha sido hackeada, y el dinero hurtado de los monederos digitales de sus clientes. El Bitcoin se desplomó, sí. Pero esto sucedió al principio de la era Bitcoin, y siempre nos quedará la duda de cuánto impactaría el hackeo de una casa de cambios en el total del mercado, hoy muy superior al de hace cinco años. La prueba es que los hackeos de criptomonedas, como de información en Internet, son habituales y no por eso se desploman radicalmente. Consideremos que la seguridad del algoritmo del Bitcoin es alta, ya que está basada en el conjunto de funciones hash criptográficas SHA-256, y un hacker tardaría millones de años en descifrarlo con la velocidad de procesamiento actual de un superordenador. Pero la computación cuántica incrementaría esta vulnerabilidad reduciendo este tiempo cósmico a apenas unos segundos. Los expertos responden que la réplica sería, en esta misma medida, la programación de un hash cuántico.

Más realista que todos estos argumentos detractores es el problema técnico de la escalabilidad del Bitcoin, no compartido por otras criptomonedas más eficientes desde una óptica tecnológica. Por protocolo, el tratamiento de los bloques está confinado a una duración de 10 minutos, lo que lo vuelve más lento y caro de lo que ofrecen otras criptomonedas como el Ether, el Litecoin o DASH. Y no digamos IOTA, que no funciona bajo el protocolo Blockchain.

El consumo energético es otro problema a considerar, aunque es previsible una reducción paulatina conforme se acelere su desarrollo tecnológico o se reduzca la dependencia de la producción de energía mediante combustibles fósiles. De hecho, la minería del Bitcoin tiende a utilizar en su totalidad energía solar generada en China, Noruega y el norte de Chile.

Podría suceder también que otra criptomoneda o un fork (derivación) como el Bitcoin Cash moneda sustituyera al original en las preferencias de la ciudadanía. Pero no parece muy fácil que ello suceda en breve después de asistir a la creación de más de 1.500 criptomonedas competitivas y de un Bitcoin Cash que nació fuerte, pero funciona cada vez más como subsidiario del original.

En definitiva, el Bitcoin no está exento de riesgos, pero tampoco de virtudes al alcance de todos. No puedo desdeñar el riesgo de su desplome, ni el de su derrota frente al dinero fiat de los estados o por concurrencia de otra criptomoneda futura tecnológicamente más avanzada. Es previsible que en su trayectoria futura, como ha ocurrido en su tramo pasado, sufra una alta volatilidad y se comporte durante bastante tiempo como una divisa fuertemente especulativa. No por el capricho de determinados especuladores que acaparan gran parte del mercado, sino por la entrada masiva de compradores en un universo limitado de 21 millones de bitcoins.

Sí, en cambio, puedo prever que las criptomonedas —cualesquiera que sean— dominarán el futuro de nuestra sociedad digital y global. Porque no es imaginable un escenario cuyo valor económico principal resida en la nube y las transacciones se realicen mientras tanto con papeles o cuentas de latón. Y, sobre todo, no es concible un mundo globalizado con la dispersión actual de monedas nacionales. Un mundo en red que siga penalizando a los ciudadanos con un alto coste fiduciario y una lentitud insoportable en sus transferencias y conversiones de divisas, sometidas a la más variopinta regulación y al capricho de unas políticas territoriales obsoletas. No, el auge actual de las criptomonedas, como el auge de la economía colaborativa, radica en la necesidad imperiosa de nuestra sociedad posindustrial en transformarse en una red social distribuida, interactiva y de dimensiones globales.

Por ello celebramos con interés y expectación la iniciativa del diputado y doctor en ingeniería industrial Teodoro García Egea de promover exenciones fiscales para las startups que utilicen el Blockchain e incentivar las ICOs que podrían convertir a España en el Cripto Valley de Europa.

Fernando Gallardo |

3 comentarios en “¿Cuándo se pinchará la burbuja del Bitcoin?

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