¿Quéee? ¿Subvencionar de nuevo al sector hotelero?

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¿Alguien sabe qué ha pasado entre España y el Reino Unido en estos últimos meses? Más allá del varapalo sufrido por el Liverpool en la final de la Champions contra el Real Madrid, sus selecciones nacionales de fútbol no se encontraron en este Mundial. Tampoco suena que haya habido roces entre las casas reales de ambos países, ni que la Reina Letizia se adelantara a su homóloga británica como sí hiciera Donald Trump. No han existido nuevas reivindicaciones por Gibraltar. ¿Qué ha sucedido entonces para que los británicos perdieran su tradicional simpatía hacia los españoles, como se deduce de lo afirmado ayer por el presidente de CEHAT, Juan Molas, a Europa Press: «(Instamos) a Turespaña a crear una campaña dedicada al mercado británico que muestre el aprecio que hay en España hacia los turistas británicos».

Mientras alguien aporta alguna noticia sobre la sorprendente disensión hispano británica, nos parece imprudente que el bolsillo de los españoles sirva para sermonearles a los británicos que el aprecio al que se refiere CEHAT se traduce por money, esto es, la subida desaforada de los precios hoteleros en los últimos cuatro años —superior al 30 por ciento— y que ese error de puntería hotelero lo debe ahora financiar el sistema fiscal español a través de una campaña de publicidad turística.

Será difícil explicar a la ciudadanía española el gasto público que se requiere para corregir los efectos de un incremento en los precios hoteleros que no se corresponde con los incrementos en poder adquisitivo vividos en los países emisores de turismo a España. Porque esto es lo que ha provocado el frenazo de los récords turísticos conseguidos en los últimos años, por mucho que algunos quieran lavar su conciencia especulatoria atribuyen este freno al regreso competitivo de Turquía, Egipto y Túnez al escenario turístico. A Turquía, por ejemplo, están viajando este año menos los alemanes. Y se espera que lo hagan aún menos en 2019.

La reciente caída del turismo en España hay que atribuirla a dos factores principales. Uno es la contención del crecimiento económico que empieza a verse en Europa por culpa de un proteccionismo excesivo, según apunta el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe. Es muy probable que el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China sea el inicio de una nueva crisis en Europa, dada la debilidad de su exposición a los grandes cambios tecnológicos y la lentitud regulatoria que éstos exigen en la transformación digital de las empresas. Pero lo que es más preocupante proviene del alto endeudamiento que los países avanzados arrastran desde hace tiempo y muy especialmente desde la última gran crisis. La deuda mundial triplica ya el PIB, lo que puede convertirse en una losa insostenible para países de escala mediana, como España, que soportan unos intereses inasumibles en la liberación de gasto público para infraestructuras y desarrollo tecnológico. Por otra parte, el rescate de su sistema bancario ha empujado a la Unión Europea a falsificar (legalmente) más de 178.000 euros que pesan, y de qué manera, en su crecimiento industrial.

El otro factor, ya lo hemos citado, afecta al desfase generado en los últimos cuatro años entre el elevado incremento de los precios hoteleros y el crecimiento menos elevado de la renta personal de los turistas que venían consumiendo el destino España. Si en algunos casos, la subida de los precios hoteleros ha superado el 30 por ciento, el mercado de origen de los turistas que han batido todos los récords turísticos en España no ha superado de media el 10 por ciento. Ese desfase del 20 por ciento es causa más que suficiente para explicar un cambio en la decisión de viaje y, posiblemente, un cambio de rumbo hacia los países más baratos del Mediterráneo, cuando no el hecho de quedarse en casa y ahorrar para el nuevo ciclo de crisis económica.

¿Qué ha animado a los empresarios hoteleros a especular alegremente con sus precios? Desde luego, una euforia consumidora que siempre cabe atribuir a los movimientos pendulares de crisis y post crisis. Este ánimo positivo no solo se produce en el sistema neuronal de los hoteleros, sino fundamentalmente en el de los consumidores, que anhelan el viaje como un premio a la tristeza producida por un ciclo de crisis tan largo. Pero también es preciso tener en cuenta otro fermento euforizante en la variabilidad de los precios, desconocida hasta hace poco, que es el denominado revenue management hotelero o gestión de precios variables. La introducción de inteligencia artificial en los sistemas de gestión ha espoleado mediante el análisis Big Data una toma de decisión diríamos mecánica en el establecimiento de los precios. Los RMS (revenue management system) apenas toman en consideración por ahora las oscilaciones anímicas del mercado, ni probablemente han calculado tan lejos las implicaciones del desencuentro entre el líder antiglobal Donald Trump y el nuevo líder liberal Xi Jinping. Es preciso recordar que la inteligencia artificial se encuentra aún en estado preadolescente y carece de la suficiente perspicacia para adivinar los diferentes ánimos en función de los diferentes acontecimientos. La inferencia bayesiana en este tipo de inteligencia evalúa con dificultad, no ya el reconocimiento de patrones o la visión artificial de las informaciones numéricas, sino la percepción artificial de las informaciones simbólicas y los comportamientoso fenómenos psíquicos que conforman la teoría de la decisión.

Sí, hemos visto a muchos directores de hotel establecer a diario sus precios en virtud el RateIntelligence de BookingSuite o mediante otros procedimientos supuestamente inteligentes. Y creemos que éste es futuro. Pero, como en toda transición, la toma de decisiones debe ir acompañada por una evaluación más intuitiva de las condiciones del mercado y las características del negocio. En esta primera fase del desarrollo robótico y de la inteligencia artificial, los recursos humanos, lejos de ser sustituidos de inmediato, deberán acompañar a las máquinas como consejeros de sus actividades mecánicas, a la vez que ayudarse de su potencia y capacidad para acertar en la toma de decisiones y establecer una organización laboral más productiva.

Todo menos mendigar, como vuelve a hacerlo estos días la patronal hotelera CEHAT, una subvención publicitaria institucional que estaríamos pagando todos los ciudadanos españoles a quienes han sido incapaces de retener con precios justos a los viajeros británicos. No digamos ya con ese «aprecio» supuestamente «perdido».

Fernando Gallardo |

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