Tokio ha entendido muy bien de qué van los millennials. Se acabaron los tópicos al uso. Nada de templos, de palacios, de jardines, de shogunes, de geishas… Uno mismo, que ha estado varias veces en la capital de Japón, no recuerda haber visto nada de eso. El imán irresistible de Tokio son sus calles atiborradas de japoneses, sus galerías de arte rendidas a la policromía de Yayoi Kusama, sus fachadas comerciales con la firma de Toyo Ito o Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa. Esos cruces como los de Ginza o Shibuya, en los que el pavimento reflectante de blanco ilumina la escena nocturna como si fuera Sigue leyendo
Viaja con nosotros
Hospitalidad japonesa
Si un país simboliza lo que venimos pregonando como liturgias, es decir, ese jardín de elaborados rituales que persiguen la levitación metafísica del huésped en un alojamiento turístico de condición humana debemos viajar al Sol Naciente. Kioto es la expresión de la delicadeza más estudiada. Sus engawa son ceremoniales, sus ryokan, casi celestiales, tanto como casi virginales son sus geishas y sus maikos. Pero no hay que subirse a este altar para comprobar lo poética que es una bienvenida a la japonesa. La capital, Tokio, con su abigarramiento de rascacielos y sus bulliciosas intersecciones de avenidas, nos sorprende en cada rincón con sus devocionarios botánicos que señalan el tránsito de purificación a seguir entre el convulsionado universo exterior y la paz refinada del hogar.
Mediante la escenificación de lo vivido en unos grandes almacenes, el escritor y periodista del New York Times, Oliver Strand, ecualiza el sonido interior de la Sigue leyendo
Enoturismo: el viñedo a sorbos
Como miembro del Comité Técnico de San Sebastián Gastronomika me tocó, el pasado 22 de noviembre, presentar un corto debate sobre de qué manera se fusionan gastronomía y turismo en el disfrute del vino. Esto es, el enoturismo. En qué medida aportan el viñedo, la bodega, la oficina de ventas, la cata, el maridaje (que algunos espíritus libres prefieren llamar armonización), el hotel o el destino en sí a esta naciente actividad humana consistente en disfrutar con los cinco sentidos de un viaje a lo grande que no exige necesariamente un gran desplazamiento. Qué papel juega cada una de estas instancias en esta actividad mitad turística, mitad industrial y agraria. En un artículo posterior desglosaré algunos de los conceptos que fueron vertidos en aquel debate del Kursaal por mis contertulios Ferran Centelles, sumiller de elBulli, y Martín Rigal, propietario del Cavas Wine Lodge.
Dos meses antes de la fecha me pregunté cómo «armonizar» la comprensión del debate con sus reglas físicas -la distancia entre el escenario y el auditorio- a fin de convertirlo en un evento ameno, singular, provechoso y hasta cierto punto sensorial, ya que no estaba previsto que ninguno de los asistentes degustara nada ni viajara a viñedo alguno. No íbamos a salir del ámbito de la Concha ni del barrio de Gros.
Así es que tomé la ruta de cordillera y, después de siete horas de viaje, me planté en la región enoturística de Mendoza, en Argentina. Durante tres días, cámara en mano, me dediqué a filmar todo cuanto veía y a entrevistar a los protagonistas de esta hermosa actividad humana enraizada en la tierra y en el aire, en el paladar y en las venas, en la palabra y en los sabores de lo añejo. A mi regreso lo monté de la que manera que entendí y me llevé su resultado a San Sebastián.
El video sirvió de presentación e inicio del debate. Que no se diga que no somos multimediáticos. Ninguna mención a cómo se elabora el vino, ni de qué vinos se trata. Solo nos referimos al regusto que el viajero extrae en su visita por una denominación de origen que ha sabido unir simplemente, sin retorcimientos mercadotécnicos, las culturas del vino y el paisaje, los objetos de su degustación y el puro viaje.
Fernando Gallardo |