Un hotel no es una fábrica de camas. Es una fábrica de experiencias.
Seguramente ya suena este eslogan porque lo hemos repetido mil veces en los diversos foros en los que participamos, tanto hablados como por escrito. Y para que realmente los hoteles sean factorías de experiencias hay que empezar a cambiar muchos de sus tics que los convierten en espacios aburridos y servicios vacuos de contenidos. En diversas ocasiones nos hemos referido a la insoportable rutina morfológica de la L, esto es, el diseño cartesiano de una habitación de hotel en el que el cuarto de baño se configura junto a la entrada, lo que deja un pequeño pasillo conducente a la alcoba, cuya planta en su conjunto adopta la forma de la letra ele. Y, al mismo tiempo, hemos abogado por la ruptura de este modelo invariable, tal vez porque representa la distribución de espacios más eficiente en un hotel, probablemente la más económica y Sigue leyendo