Bezos al WaPo

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Privacidad, ¿a qué fin? Salvo por la exigencia mercadotécnica de firmar autógrafos cada vez que uno sale al balcón, el anonimato no otorga demasiados privilegios al ciudadano, resignado entre otras cosas a sufrir un bombardeo publicitario incrementado desde el advenimiento de la sociedad digital. El spam en el correo electrónico no cesa de aumentar, así como llueven torrencialmente los anuncios indeseados por parte de distintas webs y aplicaciones a las que uno jamás se ha suscrito en la vida. Hay quien protesta frente a esta invasión con el argumento de que se trafica con datos personales, fruto del incumplimiento que muchas empresas hacen de la Ley de Protección de Datos. Pero yo sostengo lo contrario. No se trafica con datos personales, sino con mercancía impersonal, escasamente documentada, basura al por mayor.

Confieso que esta lluvia negra me está expulsando, como a muchos de mis conciudadanos, de la lectura cotidiana de cualquier periódico en papel y en formato digital. No soporto la violencia de los banners, ni mucho menos la de esos layers que se quedan colgando a mitad de página con el argumento de la gratuidad. También nos salía Sigue leyendo

Qualia

Mira esta imagen. Permanece un tiempo con la vista fijada en el centro. Verás un punto verde en movimiento. ¿No es así? Se trata de una ilusión óptica. Si te quedas mucho tiempo mirando incluso notarás que toda la pantalla se torna de color verde claro. Tanto que marea… Pues bien, el punto verde no existe. Si fijas tu mirada un solo punto, sin seguir el movimiento de la imagen, percibirás cómo esos puntos magenta que circundan la cruz se encienden y se apagan. Encendido es magenta. Apagado es transparente. No te has percatado aún… Míralo otra vez. El punto verde que circula en torno a la cruz no es realmente tal, sino un encendido y apagado sucesivo de puntos magenta sobre gris. Sorprendente, ¿eh?

No le des más vueltas. El punto verde no existe. La apariencia verdosa es, en realidad, una imagen secundaria de cortesía producida por la retina como un complemento de la imagen original. Porque los colores no existen. O existen solo en la mente. Son una longitud de onda en que se descompone la luz.

Si tomas en tus manos aquella memorable portada de Pink Floyd, The Dark Side of the Moon, la luz atraviesa un prisma y se descompone en los siete colores básicos del arco Sigue leyendo

Experiencia de usuario

Apple acaba de anunciar al mundo su liderazgo absoluto en la informática de consumo. Su iPad ha triunfado. Su iPhone vende más que nunca. Su iPod es Dios en música. Su iMac y sus portátiles Mac marcan la diferencia. Y todo eso lo ha logrado en contra de las opiniones generalizadas sobre el entorno cerrado en que se mueven sus productos, a diferencia de los entornos abiertos en los que miles de desarrolladores supuestamente hacen avanzar otros productos. Los pusilánimes insisten, como antes hicieron con Microsoft o Google, que ese éxito a raudales es puro marketing.

Is marketing, stupid. O ¿qué te creías? Más allá de la publicidad, que no deja de ser una parte del sistema, el marketing es la inteligencia del producto. Todo ese conjunto de factores que hacen del proceso de creación un propósito adecuado a las circunstancias del mercado y generan un resultado satisfactorio para los consumidores. IBM lo hizo en su día. Después Microsoft, Google y ahora Apple, cuyos gadgets y aplicaciones han ganado esta partida no solo por la calidad intrínseca de lo producido, sino por la experiencia de usuario que proporciona.

¿Experiencia de usuario? ¿Productos experienciales? ¿Marketing? ¿Inteligencia de mercado? A veces las palabras no logran definir con claridad lo que queremos decir. El idioma alemán es mucho más preciso que el nuestro en penetrar o explicar los conceptos. El nuestro, más lírico, deja un amplio margen a la interpretación de cada cual. Nos permite una mayor variedad de colores, aromas, imágenes, entelequias. Lo decíamos ayer en referencia al encanto de los hoteles pequeños y urbanos: «la boutiqueidad». Una marca de automóviles muy querida por mí lo lleva anunciando hace años: ¿te gusta conducir?…

La delectación al volante, junto a la potencia mecánica, el confort interior, la tecnología de uso, la seguridad en el tránsito y otros elementos de la conducción, provoca una experiencia de usuario tan excepcional que vale la pena estirarse el bolsillo por adquirir un vehículo así. Lo mismo ocurre con el Sigue leyendo