Boutiqueidad

wpid-morgans1-2010-10-17-11-39.jpgIan Schrager, no cabe duda, ha sido un innovador en el mundo hotelero internacional. No solo porque hizo buen negocio con su discoteca Studio 54, en Nueva York, durante sus años mozos. También porque llegó a imponer un genérico en la hotelería urbana cuando, en 1984, abrió el Morgans, su primer hotel… boutique. Había diseño a raudales, por obra y gracia de Andrée Putman, un vestíbulo convertido en escenario teatral y sus salones estaban decorados con provocadoras fotografías de Robert Mapplethorpe. Eso… un hotel boutique.

Claro que para esa fecha ya teníamos en marcha el diseño del hotel La Rectoral, en Taramundi (Asturias), y contemplábamos un futuro prometedor con una saga de hoteles pequeños y diferebnciados al que añadimos la etiqueta (hoy, otro genérico de la causa) de Hotel con Encanto. Así, salvo en España, los hoteles con encanto en el mundo han acabado identificándose bajo la etiqueta de hoteles boutique.

La bouticomanía ha trascendido las fronteras de los Estados Unidos y también del negocio hotelero tradicional. Aquello que despreciaron durante décadas las grandes cadenas internacionales es hoy pieza esencial de su estrategia de crecimiento. No hay gigante de la hospitalidad que no Sigue leyendo

Todo es mentira en este mundo, la verdad

Si estuviera en papel se lo tildaría de prensa amarilla. The Huffington Post, la sensación del nuevo periodismo digital, llama la atención por su franqueza, su rapidez y su desparpajo a la hora de contar historias. También, gracias a la ocurrencia de sus periodistas, capaces de sacarle punta a todo. Me sumo entonces a esa visión desinhibida que juega a denunciar los malabares del marketing científico en escamotear la verdad de un hotel. Porque todos sabemos que la postal de un viaje no es necesariamente lo que se ha vivido, sino el cómo se ha vivido. La imagen del paraíso no es la que es, sino como uno se lo imaginaría si se cumplieran al cien por cien las premisas que nos han llevado hasta él.

Cuántas veces no habremos utilizado el Photoshop para borrar un poste eléctrico que se nos cruza en la foto de aquella montaña inolvidable. Cuántas veces no nos habremos movido del punto de observación para evitar ese rascacielos en primera línea de playa. Cuánto no habremos dicho cheese para que el sujeto esboce una sonrisa amable en vez de fotografiarlo con cara de circunstancias.

Y en los hoteles de nuestra vacación, lo mismo. Así lo refleja el diario de Arianna Huffington cuando denuncia el mensaje publicitario de muchos establecimientos hoteleros en contraste con la realidad vigente:

 

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Uno se imagina un complejo de piscinas tan espectacular como para andar con una tabla de surf en el hotel Aqua, de Miami, y la triste realidad es que el piscinón afrodisiaco no es más grande que nuestra bañera de casa…

 

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Lo mismo sucede con esta sugerente fotografía del hotel Blue Moon, de Miami. Chica mona, amante apuesto, bordes a ras de agua, palmeras tropicales… una composición sexy. Sin embargo, la piscina es una bagatela en un entorno feo y descuidado del hotel.

 

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Y qué decir de este arrebol en el Breezes Montego Bay jamaicano, que se parece al jacuzzi de Mr. Heffner en la casa Playboy… Pues no, la verdad de la milanesa (dicho chileno) es esta bañerita sin más pretensiones que el asomarse a la bahía desde su plataforma de madera.

 

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Qué lujuriante comedor el del folleto, ¿verdad? Pertenece al Gran Palladium Bávaro, en la República Dominicana. Pues así se queda después de la cena…

 

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¿Qué puede esperarse de un hotel Hyatt en Washington? Su emplazamiento junto al Capitolio, ¿no es cierto? La realidad es otra cuando no se usa teleobjetivo. El edificio capitolino se encuentra al cabo de un buen paseo, como queda constancia en la imagen.

 

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Y esta playa paradisiaca del hotel Gran Bahía Príncipe Punta Cana… No difiere mucho de cualquier playa mediterránea en pleno mes de agosto (antes de la crisis).

 

Por cierto, Arianna Huffington ocupa actualmente el puesto nº 12 entre las mujeres más influyentes del mundo según la lista Forbes.

Fernando Gallardo |

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Antología de cierres líricos

Seguro que algún día, cansado y aburrido, / compartirás con alguien un nuevo amanecer / trabajo de banquero bien retribuido / tu madre con anteojos volverá a tejer.

Malos tiempos para la lírica, cantaban Germán Coppini y Teo Cardalda en los años 80. Eran jóvenes y apenas podían prever que 30 años después, todos calvos, estos tiempos impredecibles les iban a coger, como a todos nosotros, jóvenes y viejos, con el paso cambiado. Tiempos muy malos para quienes aún se empecinan a tocar la flauta como Hamelín.

Las ratas corren por la penumbra del callejón / Tu madre baja con el cesto y saluda.

Porque la flauta no ha sonado para la mayoría de quienes trabajan en el sector turístico de este país, España, que no acaba de variar el ritmo de su pasodoble, pese a las continuas advertencias de quienes anticipaban otro compás menos melódico y tan sinfónico como la Patética de Beethoven.

En fin, todo esto para decir que la cadena Prestige cierra su recién estrenado –1 de enero de 2009, 32 millones de euros de inversión- hotel de Lucena, Córdoba, y que ya van unos cuantos después de su fracasado desembarco en Barcelona con aquel flamante hotel boutique del Paseo de Gracia. No menos sonada ha sido la retirada de la multinacional Hilton en Valencia, que tantas esperanzas depositaba en eventos deportivos tan sonoros como la Fórmula Uno y, algo menos estruendosa, la Copa América de Vela. Hyatt abandona en Madrid. Westin se va de Málaga. Ritz Carlton huye de la Costa del Sol. Six Senses ya hace tiempo que abortó su insensato proyecto de Jafre, en la Costa Brava.

El azul del mar inunda mis ojos / El aroma de las flores me envuelve / Contra las rocas se estrellan mis enojos / Y nuevas sensaciones me devuelven.

Malos tiempos para una lírica construida a pelotazo limpio. Goleada del fracaso que, lamentablemente, nos termina de contaminar a todos. Porque este dislate que se ha ido generando en la costa, en el interior, en las ciudades, como castillos en el cielo, no tiene otra

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