En un artículo anterior escribí que en buena parte de los hoteles que visito acabo siendo reconocido y que por eso me extienden de vez en cuando la alfombra roja: una botella de champán en la habitación, wifi de banda ancha en funcionamiento cierto, vistas más seductoras desde mi habitación, reserva en el restaurante confirmada, el coche guardado en el garaje por un menestral y unas algunas prebendas más… También advertí que, por modestia o rectitud, nunca ha sido ésta una prerrogativa que yo haya utilizado con alevosía. Quizá porque mi ética reconoce en los demás la misma credencial VIP a la hora de hospedarse en un establecimiento hotelero.
¿Es factible esta práctica de manera generalizada? Yo creo que sí…, mientras el huésped agasajado no lo chive a los cuatro vientos y reste valor a la exclusividad de este trato. En Sigue leyendo