El debate raya lo absurdo. Y se acaba de producir en las redes sociales tras mi aviso de que el chef belga, Fredrick Dhooghe, que dirige un restaurante en la región de Flandes reconocido con una estrella Michelin, ha solicitado su retirada de esta guía. No es la vez que se produce una solicitud de este tipo, ni la primera que a mí me ha llegado por parte de establecimientos hoteleros reticentes a mis críticas. «Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar», ha sido mi lema durante las tres décadas largas que llevo publicando mis opiniones en guías y en la crítica semanal de EL PAÍS. «Fácil: que cierre el restaurante», ha sido mi respuesta en el tuit de hoy.
Dhooghe, dueño del restaurante t’Huis van Lede, situado en Wannegem-Lede, cerca de Gante, ha solicitado también no aparecer en la guía francesa Gault & Millau, mediante una carta certificada en la que asevera que su decisión es inapelable. No aclara, empero, si la decisión inapelable corresponde a la suya de enviar la misiva o la predeterminación de injerirse en los asuntos privados de la publicación neumática, en cuyo caso su desideratum sería una clara amenaza contra la libertad de empresa y la libertad de expresión.
«Su respuesta me parece fuera de lugar», «suelo estar alineado con tus comentarios pero este linda con lo absurdo. Que lo retiren. Y punto», fueron las apostillas que inmediatamente recibí en Twitter por dos conocidos profesionales del sector turístico Sigue leyendo


A pesar de que el mundo hotelero ha terminado por asumir positivamente las reglas de juego en Internet… A pesar de que nuevos conceptos como el SEO, el SEM y la reputación online protagonizan a diario la agenda del buen hotelero… A pesar del interés y dedicación que muchos directores y propietarios le prodigan a las webs de opiniones, como Tripadvisor o Trivago… Siempre queda, en privado o en voz alta, la indignación que producen en el sector turístico los comentarios falsos o el vociferio troll de la calle digital. No digamos cuando ese comentario es resultado de un chantaje por el cual se comnina a un establecimiento turístico a otorgar cierta gratuidad o ventaja porque, de lo contrario, recibiría una crítica adversa en cualquiera de los portales turísticos en la red.
Confieso que, después de 35 años de oficio, en buena parte de los hoteles que visito soy reconocido por algún empleado como «ese crítico que te encumbra o destruye» (algo exagerado, la verdad, aunque muchos lo piensan así). Y por eso a uno le cabe el honor de que le extiendan de vez en cuando la alfombra roja (que no va más allá, sinceramente, de una botella de champán en la habitación). En no pocos casos esto se traduce, igualmente, por que la wifi funcione en banda ancha, las vistas desde la habitación sean más seductoras, la reserva en el restaurante esté ya confirmada, el coche sea conducido gentilmente hasta el garaje próximo, y unas algunas prebendas más. Salvo el «sobre», me ha sucedido de todo en los hoteles en los que me he hospedado e, incluso, en aquellos que simplemente visitado. «Claro, es que usted es un privilegiado, no como todos los mortales», me espetan de vez en cuando desde las redes sociales quienes envidian o temen mi trabajo. Y siempre lo he reconocido. He sido un beneficiado de la hotelería, un VIP de los hoteles, de igual modo que un programador informático lo es del software avanzado, los pilotos de líneas aéreas y azafatas por viajar a todos lados, los taxistas por
Hilton, en los albores de la hotelería industrial, decía que los tres factores decisorios en la elección de un hotel eran «location, location, location«. Con la popularización de la industria turística, el precio introdujo su cuña en las ofertas a gran escala de los turoperadores internacionales. La concentración empresarial y la formación de cadenas hoteleras de ámbito internacional vino a cerrar la triada con un nuevo protagonista: el factor marca. En ningún momento intervinieron, como muchos pueden creer, las estrellas. Entre otras razones porque no existe ninguna homologación internacional de las mismas y la parametrización de este modelo clasificatorio únicamente es fiable en la métrica de lo tangible (las instalaciones), nunca de la hospitalidad.