A Dhooghe lo que es de Dhooghe y a Michelin lo que es de Michelin

El debate raya lo absurdo. Y se acaba de producir en las redes sociales tras mi aviso de que el chef belga, Fredrick Dhooghe, que dirige un restaurante en la región de Flandes reconocido con una estrella Michelin, ha solicitado su retirada de esta guía. No es la vez que se produce una solicitud de este tipo, ni la primera que a mí me ha llegado por parte de establecimientos hoteleros reticentes a mis críticas. «Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar», ha sido mi lema durante las tres décadas largas que llevo publicando mis opiniones en guías y en la crítica semanal de EL PAÍS. «Fácil: que cierre el restaurante», ha sido mi respuesta en el tuit de hoy.

Fredrick DhoogheDhooghe, dueño del restaurante t’Huis van Lede, situado en Wannegem-Lede, cerca de Gante, ha solicitado también no aparecer en la guía francesa Gault & Millau, mediante una carta certificada en la que asevera que su decisión es inapelable. No aclara, empero, si la decisión inapelable corresponde a la suya de enviar la misiva o la predeterminación de injerirse en los asuntos privados de la publicación neumática, en cuyo caso su desideratum sería una clara amenaza contra la libertad de empresa y la libertad de expresión.

«Su respuesta me parece fuera de lugar», «suelo estar alineado con tus comentarios pero este linda con lo absurdo. Que lo retiren. Y punto», fueron las apostillas que inmediatamente recibí en Twitter por dos conocidos profesionales del sector turístico que tengo entre mis seguidores más dilectos. A los que se apuntó, no sin cierta sorna, el reconocido crítico gastronómico Víctor de la Serna: «No es el primero, y Michelin obedece. En su día lo hicieron Maxim’s (París) y Horcher (Madrid), entre otros».

Frente al «que hablen de mi, aunque sea mal», como reza el dicho popular falsamente atribuido a Oscar Wilde, el cocinero ha optado por alinearse con el personaje brechtiano de Arturo Uí: «veo que usted no me conoce, y si me conoce es por mi mala reputación, lo cual es peor». Bajo el prisma de la razón, que tampoco es el único que debería asistir al debate, no exento de vínculos emocionales y crematísticos, lo que parece fuera de lugar es cuestionarse el ámbito público como privado. Algo a lo que todavía no se han acostumbrado muchos ciudadanos consternados por el impacto de Internet y las redes sociales en sus vidas, como la estupefacción que causa el hecho de que toda opinión publicada sea pública. O que la marca corporativa deja de pertenecer a una empresa desde el momento en que la hace pública y es compartida por sus usuarios o consumidores.

A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Ni la guía roja debe entrar en el restaurante de Dhooghe a imponer su criterio culinario, ni Dhooghe debe entrometerse en la cocina editorial a imponer qué restaurantes entran y cuáles salen de la guía Michelin.

Fernando Gallardo |

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