China ha dejado de ser el país más poblado del mundo. Además, dentro de 15 años será probablemente superado por la India, que crece imparablemente sin el control de natalidad que han sufrido los chinos. Pero, actualmente, el país más grande de nuestro planeta es Facebook. Su población alcanza ya los 1.490 millones de personas, frente a los 1.401 millones que habitan en China y los 1.282 que tiene la India.
Esta circunstancia no es una simple anécdota. El ecosistema que está generando esta red social adquiere poco a poco una importancia vital en la comprensión de cómo va a evolucionar la organización política de todo el planeta. Es probable que las naciones, como hoy las vivimos, tenderán a desaparecer en favor de las redes y otras nuevas formas de organización social que, sin duda, irán apareciendo en las próximas décadas.
Pero no hagamos todavía política ficción y atengámonos a lo que ahora exige la evolución del turismo a corto y medio plazo. Una de las observaciones más interesantes que podemos hacernos es el alto grado de conocimiento sobre nosotros mismos que atesora Facebook, frente a la supina ignorancia de que han hecho gala nuestras naciones desde su creación, hace menos de tres siglos. El contenido de nuestro documento nacional de identidad (DNI), las declaraciones de impuestos, las calificaciones académicas dentro de las fronteras nacionales, la cualificación para conducir, el lugar de empadronamiento y poco más. Sin embargo, la Administración pública no tiene constancia de lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos gusta y disgusta y con quién nos relacionamos socialmente como sí acredita Facebook.
En numerosos países, los turistas extranjeros han necesitado el pasaporte nacional para su check-in en el hotel de sus vacaciones. Un pasaporte de papel sin apenas cambios físicos desde el siglo XIX. ¿Por qué no sustituir esta reliquia por un identificador digital, como corresponde a los nuevos tiempos?, se pregunta Benjamin Habbel, fundador y CEO de Voyat, una compañía tecnológica norteamericana con delegación en Barcelona especializada en CRM de hoteles y plataformas de apoyo al canal directo. El viajero de hoy, móvil digital, debería poderse identificar con el Digital Passport (pasaporte digital), que dicha compañía propone como alternativa al papel. Una cuenta validada con el itinerario personal y profesional de cada cliente coadyuvaría, no solo a una mayor veracidad y diligencia en su identificación, sino también en el fortalecimiento de las relaciones personales con todos los puntos de contacto digitales de una marca hotelera.
Si en Estados Unidos este pasaporte digital tiene visos de poder ser implantado en los sistemas de gestión de los hoteles sin mayores problemas —el auténtico DNI en este país es la tarjeta de crédito—, en España costará más tiempo armonizar este moderno sistema de identificación con el viejo, dependiente todavía del obsoleto requerimiento de la ficha de policía y la paquidérmica cultura de innovación que afecta a la sociedad española en su conjunto. Otros países tampoco le van a la zaga en parsimonia tecnológica, es verdad.
Fernando Gallardo |
Muy ocurrente, Fernando; aunque un poco de trampa es eso de llamar país a Facebook.
Ya veo que como todo el mundo en estos últimos tiempos, escribes más grande en lugar de mayor.
Mientras no escribas más bueno en lugar de mejor…
Con todos mis respetos, no le veo ninguna trampa al aserto. El mundo está cambiando muy deprisa, a pesar de las reticencias de muchos en aceptar las nuevas realidades aún en esbozo. Mi intuición lleva años advirtiéndome de que eso que hemos conocido por países no existirá en el futuro. Las naciones tuvieron un principio y, como todo, tendrán un final. En su lugar surgirán redes que unirán (y fragmentarán) a los seres humanos en función de su historia, su lengua, su modus vivendi, su modus operandi, sus convicciones, sus anhelos y su voluntad social. En un mundo cada vez más globalizado y digitalizado, las personas descubrirán que su entorno de relación en Facebook y otras redes es más sólido y fructífero que el entorno tradicionalmente configurado sobre la base del territorio. En un mundo cada vez más virtual, el territorio empieza hoy a configurarse en la nube y no en la nación. Como bien sabemos todos, esa nebulosa de las ideas es «mayor» que el «más grande» de los países en nuestro doméstico cosmos.