Este nuevo epígrafe empieza a ser determinante, inquietante y de una magnitud planetaria. No solamente para la buena marcha de las empresas y la preservación de las condiciones ambientales y sociales de nuestro planeta. También lo es para la cultura de la nueva generación millennial.
La sostenibilidad del entorno ambiental forma ahora parte de la operativa del hotel, establece un marco de diálogo con los viajeros y ayuda a consolidar la estética limpia, verde, del turismo mundial. Los hoteles y resorts con certificaciones sostenibles (ISO14000, LEED, etc.) tienden a obtener mejores resultados de ventas que sus competidores desprovistos de tales créditos. Aumenta el número de establecimientos que publican en paneles visibles para todos los huéspedes su propia traza de carbono, con las indicaciones pertinentes para reducirlas y contribuir, así, a una mayor sostenibilidad de su entorno vacacional.
Pero no nos llevemos a engaño. Lo que más cuesta por parte de los viajeros es asumir el coste de estas certificaciones. En encuestas recientes, la sostenibilidad debe ser una condición sine qua non de la estancia, pero no de la factura final.
Aquellas campañas de propensión para la reutilización de toallas de baño y ahorro de iluminación mediante dispositivos de apagado automático han pasado a mejor gloria. Los millennials exigen ahora un compromiso más global y mayor tecnología en su logro. Una veintena de hoteles en Nueva York acaban de firmar, por ejemplo, un compromiso de reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 30 por ciento durante estos próximo 10 años. Uno de ellos, el 1 Central Park, educa a sus huéspedes con señalítica a propósito, como el reloj de arena que se exhibe en las duchas con el fin de recordar a los huéspedes que más de cinco minutos debajo del chorro es agua desperdiciada.
En España, la cadena Fuerte Hoteles lleva años en el empeño de acreditar a ojos de la opinión pública las certificaciones más diversas. El último ejemplo lo acaba de dar, en 2015, el hotel Barceló Hamilton Menorca, con el siguiente programa sostenible:
- Gestión de los residuos. En todo el hotel, recipientes adecuados para la separación de basuras (aluminio, plástico, vidrio y papel).
- Ahorro energético. Lámparas de bajo consumo, detectores de apagado y encendido de las luces, programación horaria de los espacios exteriores.
- Colaboración con organizaciones locales. Respeto del entorno en el que está situado el hotel y su ecosistema, promoción del comercio, la agricultura local y la pesca, tan típica en la isla de Menorca.
- Caldera de biomasa. El hotel cuenta con calderas de biomasa de 800 Kw cada una, que gracias a la combustión de huesos de aceituna permiten el ahorro de entre el 10 y el 15 por ciento de consumo anual de gas.
- Planta de biomasa. Transforma el hueso de aceituna de los olivares del resort y el resto de materiales de origen biológico en energía limpia para calentar todas las estancias del hotel, el agua de las piscinas y el U-Spa.
- Energía solar. Campo panelado de 300 metros cuadrados que genera energía para calentar agua sanitaria.
- Educación. A través de la actividad “we learn to grow”, la clientela infantil aprende el cuidado del huerto situado junto al Miniclub. Además, se les enseña a reciclar todo lo que produce el hotel.
- Tecnología LED. Lámparas de bajo consumo en todas sus habitaciones y espacios comunes. Una iniciativa que ha permitido disminuir el consumo doméstico de 350W a 85W.
- Estudio ornitológico. De las aves que habitan en su campo de golf. Permite conocer y respetar los valores naturales del entorno y su fauna a través de carteles explicativos situados en el entorno natural del complejo.
- Reutilización de residuos. La quema de una tonelada de hueso de aceituna genera 100 gramos de ceniza, que luego se utiliza como abono para las plantas, cerrando el ciclo.
- Ocio natural. La oferta de actividades complementarias está estrechamente ligada al concepto del lugar: paseos a caballo, en bicicleta, trekking, nordic walking y talleres de artesanía en los que fomentar la creatividad y liberar tensión.
Esta última función no es cuestión baladí en el turismo. El wellness, un concepto ampliamente plantado en la industria hotelera, adquiere una nueva dimensión con la puesta en marcha de estos programas sostenibles. Poco a poco, en los próximos años, veremos cabinas de masajes en las que la iluminación logra estabilizar los ciclos de melatonina diarios a través de más calor, proyección de tonalidades naturales y utilización de LEDs. La aromaterapia, otra secuencia sensorial en auge, implanta un modelo más sostenible través de purificadores de aire masivos.
En las habitaciones, la tendencia a la desaparición del minibar en favor de un vestíbulo más social, lúdico y doméstico puede verse contrarrestada por nuevas opciones de minibares saludables con menús nutricionales, gestionados por robótica de software. El mobiliario será más orgánico y tecnológico, con el efecto de reducir las irritaciones de la piel y procurar un tacto suave y ergonómico. La propia construcción del edificio será más tecnológica con el uso de materiales más inteligentes y sostenibles que amortigüen los ruidos exteriores y eviten la disipación de la temperatura ambiente.
Sin duda, la neurociencia ayudará mucho, en los próximos años, a definir los patrones de clientela más proclives a la sostenibilidad económica, social y medio ambiental.
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→ Tendencias hoteleras para 2016
Fernando Gallardo |