
Estaba cantado que la limitación impuesta en algunas regiones españolas al alquiler vacacional iba a suscitar la rebelión de los destinos turísticos. Principalmente de aquellos gobernados por la izquierda, más afín a la concentración de negocio en manos de los lobbies hoteleros que a una verdadera redistribución de la riqueza, contra el pregón de su ideología oficial. Acaba de suceder en Mallorca, donde el comercio, la restauración y el ocio nocturno se resienten ya del descenso en la llegada de turistas provocado por el freno a la economía colaborativa decretada por el gobierno balear. La amenaza de fuertes sanciones aleja hoy de las islas a quienes realizaban un gasto estimable en los establecimientos comerciales de las zonas en las que se alojaban.
A nadie se le escapa que el auge de los precios y, en menor medida, la recuperación de los destinos mediterráneos competidores amenazan el explosivo crecimiento turístico Sigue leyendo



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