
Un hotel no es una fábrica de camas. Es una fábrica de experiencias.
Seguramente ya suena este eslogan porque lo hemos repetido mil veces en los diversos foros en los que participamos, tanto hablados como por escrito. Y para que realmente los hoteles sean factorías de experiencias hay que empezar a cambiar muchos de sus tics que los convierten en espacios aburridos y servicios vacuos de contenidos. En diversas ocasiones nos hemos referido a la insoportable rutina morfológica de la L, esto es, el diseño cartesiano de una habitación de hotel en el que el cuarto de baño se configura junto a la entrada, lo que deja un pequeño pasillo conducente a la alcoba, cuya planta en su conjunto adopta la forma de la letra ele. Y, al mismo tiempo, hemos abogado por la ruptura de este modelo invariable, tal vez porque representa la distribución de espacios más eficiente en un hotel, probablemente la más económica y Sigue leyendo

Llegué muy tarde por la noche. Desde el exterior, el hotel parecía cerrado, inhóspito. Las luces, apagadas. El sereno, acostado sobre un sofá. Abiertas las puertas correderas de cristal, atisbé al fondo la figura monolítica de una persona uniformada tras una expendeduría de formica oscura. No alzó la mirada. Apenas gesticuló en la comodidad de su apoyadero habitual. Si acaso barruntó un saludo formal al aproximarme a él, con las maletas a cuestas. Sus ojos permanecían escondidos detrás de unas lentes gruesas, al abrigo de la penumbra. Su respiración, aún más gruesa que sus gafas, delataba nocturnidad. Cumplió meritoriamente con su tarea desde el primer momento, cuando me pidió el pasaporte, las tres firmas de rigor y una tarjeta de crédito… «como garantía de que no se irá sin pagar», añadió con la cortesía que le venía aprendida de la escuela de hostelería. Era el recepcionista.
Tal como suena. La oferta es tentadora. Cual esa frase mítica de «tengo una oferta para usted que no podrá rechazar». Que no se diga que los hoteles no hacen un esfuerzo de imaginación para conquistar a la cada vez más dispersa, enterada y exigente clientela. Que no se piense que el viaje no es vida y que la vida no es un sueño.