Instala un avatar en tu hotel

Una de las profesiones con más futuro en la industria hotelera, visto ya que el puesto de recepcionista desaparecerá en la próxima década, es la gestión de la experiencia del huésped. Sus funciones comprenden dos grandes áreas de actividad: las relaciones humanas, no muy lejos de cómo han sido tratadas hasta ahora, y el análisis Big Data de las pautas aspiracionales de los clientes, que requerirá formidables innovaciones tecnológicas y unas habilidades específicas en el tratamiento de la información y la monitorización de cada huésped alojado. Esta posición laboral tendrá una consideración híbrida entre un relaciones públicas habitual y un analista de datos.

Los recepcionistas actuales con ambición por seguir trabajando dentro de unos años podrán reciclarse en un gestor de la experiencia del huésped si empiezan a formarse en Sigue leyendo

La dama de rojo

«La belleza es fundamental para todo en la vida», proclamaron los ganadores del premio Pritzker de arquitectura 2017. El minimalismo artesano y doméstico de RCR Arquitectes expresa, tras unas décadas de espectáculo estilístico, la aspiración estética que a la ninguna obra humana debería renunciar jamás.

Tras unas décadas de turismo comercial y facilón, la cadena hotelera española más global se aproxima a la cultura a través de mensajes estéticos y una estrategia orientada a la recuperación del espacio perdido. El ideograma Meliá en Magaluf nos ha invitado a reflexionar sobre el valor testimonial de las causas perdidas y la regeneración que el ser humano puede instrumentar incluso en un medio ambiente Sigue leyendo

Adiós al mostrador de recepción

recepcionLlegué muy tarde por la noche. Desde el exterior, el hotel parecía cerrado, inhóspito. Las luces, apagadas. El sereno, acostado sobre un sofá. Abiertas las puertas correderas de cristal, atisbé al fondo la figura monolítica de una persona uniformada tras una expendeduría de formica oscura. No alzó la mirada. Apenas gesticuló en la comodidad de su apoyadero habitual. Si acaso barruntó un saludo formal al aproximarme a él, con las maletas a cuestas. Sus ojos permanecían escondidos detrás de unas lentes gruesas, al abrigo de la penumbra. Su respiración, aún más gruesa que sus gafas, delataba nocturnidad. Cumplió meritoriamente con su tarea desde el primer momento, cuando me pidió el pasaporte, las tres firmas de rigor y una tarjeta de crédito… «como garantía de que no se irá sin pagar», añadió con la cortesía que le venía aprendida de la escuela de hostelería. Era el recepcionista.

Sucedió la semana pasada. Pero bien podría haber sucedido cualquier noche del mes pasado, del año pasado, del fin del milenio. O en cualquier otro momento de mi niñez en que la amabilidad oficial se cumplimentaba con un «Dios guarde a Vd. muchos años» (sin Sigue leyendo