Sí. Lo reconozco. Las chicas del cable tienen glamour. Era una exigencia de la Compañía de Telefonía ser soltera, no utilizar gafas, tener voz dulce, brazos largos y, sobre todo, buena presencia. Sus interlocutores fantaseaban con ellas, pese a no verles el rostro ni sentir su pulso a través del auricular telefónico. Al fin y al cabo, de estas chicas solo podían esperar una conmutación del bucle de abonados desde la centralita analógica que operaban.
Organizadas por turnos, las telefonistas que desempeñaban este oficio considerado de alta tecnología entre 1920 y 1970 tenían por único cometido poner en contacto a personas en cualquier momento del día y todos los días del año, incluidos los festivos. Sigue leyendo