Seguro que algún día, cansado y aburrido, / compartirás con alguien un nuevo amanecer / trabajo de banquero bien retribuido / tu madre con anteojos volverá a tejer.
Malos tiempos para la lírica, cantaban Germán Coppini y Teo Cardalda en los años 80. Eran jóvenes y apenas podían prever que 30 años después, todos calvos, estos tiempos impredecibles les iban a coger, como a todos nosotros, jóvenes y viejos, con el paso cambiado. Tiempos muy malos para quienes aún se empecinan a tocar la flauta como Hamelín.
Las ratas corren por la penumbra del callejón / Tu madre baja con el cesto y saluda.
Porque la flauta no ha sonado para la mayoría de quienes trabajan en el sector turístico de este país, España, que no acaba de variar el ritmo de su pasodoble, pese a las continuas advertencias de quienes anticipaban otro compás menos melódico y tan sinfónico como la Patética de Beethoven.
En fin, todo esto para decir que la cadena Prestige cierra su recién estrenado –1 de enero de 2009, 32 millones de euros de inversión- hotel de Lucena, Córdoba, y que ya van unos cuantos después de su fracasado desembarco en Barcelona con aquel flamante hotel boutique del Paseo de Gracia. No menos sonada ha sido la retirada de la multinacional Hilton en Valencia, que tantas esperanzas depositaba en eventos deportivos tan sonoros como la Fórmula Uno y, algo menos estruendosa, la Copa América de Vela. Hyatt abandona en Madrid. Westin se va de Málaga. Ritz Carlton huye de la Costa del Sol. Six Senses ya hace tiempo que abortó su insensato proyecto de Jafre, en la Costa Brava.
El azul del mar inunda mis ojos / El aroma de las flores me envuelve / Contra las rocas se estrellan mis enojos / Y nuevas sensaciones me devuelven.
Malos tiempos para una lírica construida a pelotazo limpio. Goleada del fracaso que, lamentablemente, nos termina de contaminar a todos. Porque este dislate que se ha ido generando en la costa, en el interior, en las ciudades, como castillos en el cielo, no tiene otra
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