María Ulecia, propietaria de un alojamiento turístico en Lisboa de lo más hogareño que he visto, Micasaenlisboa, me lo preguntaba esta semana con ánimo resolutivo. En qué puede ayudar a Chile, tras la catástrofe del pasado 27 de febrero, el sector hotelero español. La pregunta era casi un requerimiento personal a organizar algo por este país andino que ahora también es mi país. Y, claro, con semejante gesto de caridad humana no niego que se le pone a uno cara de breva. Cómo puedo yo a través de este Foro canalizar un movimiento solidario que sirva para algo y no para el despilfarro de lo donado o la ineficiencia de su posterior reparto.
¿Qué podemos hacer todos por Chile? En primer lugar, y para situarnos, debo reseñar que el terremoto y el posterior maremoto en la costa central de Chile ha registrado una magnitud 50 veces superior al seísmo del mes pasado en Haití, pero solamente ha causado 500 muertos frente a los casi 300.000 contabilizados en el país caribeño. Lo cual da una medida muy aproximada del diferente grado de desarrollo existente entre ambas naciones. De hecho, muy pocos países en el mundo están igual de bien preparados que Chile para afrontar un cataclismo de esta magnitud. Necesidades básicas de carácter inmediato no hay tantas como para justificar el desembarco en los maltrechos puertos chilenos, y en el todavía inoperativo aeropuerto de Santiago, de contenedores procedentes del exterior. El país se basta por sí mismo en asistir a toda la población afectada.
De hecho, el denominado segundo terremoto ha sido el del saqueo espontáneo y también organizado de las grandes superficies dañadas por el terremoto por parte de individuos y bandas no tan desesperadas. Las imágenes en televisión han sido elocuentes. Nadie se llevaba comida para casa, sino electrodomésticos y gadgets de última generación. Al ser entrevistados estos delincuentes su respuesta no escondía el cinismo de su conducta: se llevaban el televisor para informar a los niños del terremoto… Ayer mismo, en la pequeña localidad de Constitución, la gente se arracimaba en los centros de acogida no para solicitar comestibles, sino para arramblar con fardos de ropa que luego seleccionaban y arrojaban el sobrante a la calle y en las cunetas. Otros grupos más organizados llenaban camionetas con las prendas de vestir que todo Chile se ha volcado en donar a las parroquias, y luego se les ha visto instalando puestos de venta en otras ciudades del país. Es lo que tiene la caridad, que al final siembra desconfianza en las personas de buena voluntad.
Donar o no donar, ésta es la cuestión. Alentar acciones caritativas para alimentar la buchaca de las mafias o motivar a los desgraciados para que asuman su desgracia como una oportunidad de iniciar un nuevo proyecto ilusionante. Chile tiene las necesidades básicas cubiertas, pero necesita el esfuerzo de todos para acometer con urgencia su reconstrucción. Entre las prioridades figuran el realojamiento de la población afectada por el derrumbe de sus viejas casas o del inmueble construido sin atender al código técnico antisísmico. El parcheado de las carreteras socavadas y el levantamiento de los puentes hundidos. La regeneración del litoral arrasado por el tsunami. La reedificación de las escuelas para que los niños puedan seguir siendo educados. El rearme industrial de las zonas más afectadas, como la industria vitivinícola y enoturística del valle de Colchagua, donde el vino desparramado por las acequias provocaba una insuficiencia en el sistema de abastecimiento de agua potable. En fin, mucho albañil y también mucho ingeniero, muchos desescombradores y muchos arquitectos.
Muy pocos se han percatado, sin embargo, de que este devastador seísmo ha dado nuevas alas al turismo en Chile. Su potencia extrema -el quinto mayor terremoto de la historia- ha enaltecido el perfil dramático y vigoroso de un país soberano en sus volcanes, glaciares y desiertos lunares, lo ha colocado en el parnaso del turismo extremo y de los viajeros que buscan emociones fuertes, que ya son millones en los países civilizados. Dónde mejor practicar el heliesquí que en una cordillera conformada por numerosos seismiles y una nieve seca como el polvo de champán… Dónde descubrir senderos inéditos que en el entorno de los dos mayores campos de hielo fuera de los polos… Dónde darse un baño termal a 5.000 metros de altitud que en las termas de Puritama… Dónde vivir el misterio de las antiguas navegaciones oceánicas y recalar en la isla más aislada del planeta que en los arcanos de Pascua… En fin, dónde vivir otro seísmo trepidante que el ofrecido por las aguas bravas del Bío Bío cuando se practica rafting…
Un movimiento telúrico así es lo que necesitaba Chile para salir de su ostracismo turístico. Y ahora que está siendo conocido en todo el mundo por la confabulación azarosa de las fuerzas de la naturaleza llega el momento de ponerse manos a la obra. La ayuda internacional que requiere el país andino no es otra que la inversión privada en distintas rúbricas, entre ellas el turismo. En la montaña o en la costa, en las ciudades o en el campo, una inversión hotelera es la caña que dará de comer a los chilenos el mejor pescado del futuro.
[Si conoces a alguien con ganas de invertir en infraestructuras hoteleras en Chile pasa la bola y canalizaremos sus opciones a través de la Cámara Oficial Española de Comercio en Chile]Fernando Gallardo |