Esto solo lo arreglamos entre todos… pero no como ellos quieren, apostillan algunos colectivos contestatarios estos días. Porque ésta es la cuestión, que debemos arrimar el hombro en pos de un objetivo común. El de la prosperidad, naturalmente, que es el punto en donde lo habíamos dejado. Lo difícil ahora es saber cómo, qué se tiene que hacer y quién lo dice.
España ha perdido la confianza en sus políticos, ya no lo duda nadie. Ni el Gobierno ni la oposición nos parecen muy armados para librar esta batalla contra la inacción y la desesperanza que nos aflige como país. Los banqueros van a lo suyo. Los intelectuales se diría que no existen. La juventud rezonga perpleja. El turismo cae sin encontrar ninguna salida.
Es el momento de mirar hacia afuera. Salir en busca de nuevos horizontes, de otras oportunidades. Pero también de escudriñar en la mirada ajena qué piensa y qué siente por nosotros. Tal vez así reaccionemos ante la adversidad, esa que nos coloca al borde de la bancarrota y en el mismo precipicio que Grecia. No somos tan infames, ni tan corruptos, ni tan redomadamente malos. Simplemente hemos perdido el tiempo en esta última década con esa ambición inmobiliaria que hoy nos conducido a la ruina. Solo eso, el tiempo. Diez años en una historia rica como pocas. ¿Qué tanto es?
Menno Overvelde, director comercial del grupo hotelero Palafox, se lamentaba esta semana en complicidad hispánica con este servidor que España descendiera en el rating de riesgo-país cuando tanto bueno había creado en este último medio siglo. Amigos míos británicos han coincidido en dolerse por este demérito, al tiempo que me señalaban las enormes oportunidades que vislumbraban en el horizonte a poco que arregláramos las cosas no como el actual Gobierno quiere que se haga, sino con más creatividad individual y menor carga fiscal.
El nuestro es un país todavía líder mundial en numerosos campos, y una divinidad en las dehesas de la innovación. Ocupa la primera línea en infraestructuras de transportes y comunicaciones, en energías renovables, en la banca, el turismo, tecnologías de seguridad, astilleros, industrias de transformación, etcétera.
Sus multinacionales más conocidas figuran en el Top 10 mundial de su sector. Santander es el mayor banco europeo y el tercero o cuarto del mundo. El BBVA le sigue los talones. Telefónica es el cuarto operador mundial de telecomunicaciones. Iberdrola no tiene competidor en Europa en energías renovables. Inditex domina la industria textil, y el caso Zara se estudia en todas las Universidades de prestigio. Endesa, adquirida por la italiana Enel, ha rentado buenos dividendos a Acciona, que apunta lejos entre las constructoras, secundada por Ferrovial, líder en gestión de aeropuertos. Repsol es número uno indiscutido en el negocio de las prospecciones petrolíferas. La Caixa, con su ahijada Gas Natural, forma un conglomerado industrial sin competencia en Europa. En fin, El Corte Inglés acaba de ascender gracias a la crisis al segundo puesto mundial en el retail.
¿Se puede pedir más? Por capitalización bursátil, España está en el G-8 de las potencias económicas. Su PIB nominal en 2009 ha sido de 1.117.624 millones de euros, casi el doble del contabilizado por los Países Bajos y el triple de Suecia, lo que lo sitúa en el noveno lugar de la tabla, según el Fondo Monetario Internacional. A la vista de estas cifras, nadie en su sano juicio debería parangonar la situación económica con la de Grecia. No estamos tan mal.
Ni tan bien el turismo, que aporta el 10,3 por ciento del PIB español. Hundida en su mínimo histórico, la actividad turística en general viene decayendo desde 1999, cuando no había crisis, en una curva de gravidez inferior a la de la economía española, lo que se traduce en una pérdida creciente de competitividad frente a otros destinos mediterráneos un 30 por ciento más baratos y, sobre todo, menos contaminados por la masificación turística. Estos problemas estructurales continúan, pese al cambio de rumbo orquestado en las últimas semanas con la campaña I need Spain focalizada en el personaje de Ferran Adrià.
Ahora le tocaría el turno al empresariado, que es quien debe crear el nuevo producto turístico que España necesita. Menuda papeleta para la industria playera, que no ve por dónde empezar… Y para los municipios engordados a costa de recalificaciones. Sin un movimiento sísmico a lo largo del litoral, ¿qué hacer con todo el ladrillo sobrante? Porque en este punto nadie se atreve a colocarle el cascabel al gato, que es demoler gran parte de lo construido porque ya no sirve y, ¡ojo!, porque su existencia es un obstáculo para la regeneración que nuestro turismo reclama. Sí, sí, el lector me está leyendo bien: España debe ahora liderar otra gran industria mundial: la de las demoliciones. Y toda esa fuerza de trabajo, rescatada del paro subsidiado, debería orientarse al reciclaje turístico y ambiental. Ya hemos subrayado en otras ocasiones que el litoral mediterráneo se ha quedado en gran parte sin paisaje. Y dado que sin paisaje no hay turismo urge crearlo de nuevo, barnizar lo barnizable y derribar todo aquello que lo afea.
No es la única opción para arreglar el turismo entre todos, pero sí un procedimiento necesario. Desde este foro animo a quien encuentre otras soluciones a que las presente y se discutan también entre todos. Yo propongo un nuevo POOT (plan de esponjamiento hotelero) como el que hace dos décadas nadie se atrevió a financiar en Mallorca. Y tú, ¿qué propones?
Fernando Gallardo |
Me gustaría comentar que algo de esa filosofía se está intentando en la Playa de Palma, donde se quiere derribar para crear riqueza poner en el mercado diferente. No entraremos en la estéril discusión de que si la Playa de Palma es hoy en día»una basura» o no lo es. Básicamente porque si lo miramos fríamente -y sin que nadie se sienta ofendido- hay muchos destinos españoles que podrían presentar los mismos defectos y virtudes que el mallorquín. Madrid, Costa Blanca o la Manga del Mar menor, sin ir más lejos.
Pongo a la capital española en el mismo caso que las zonas costeras por el generalizado envejecimiento de su planta hotelera, no por otra cosa. Puede que el día que los empresarios madrileños quieran reaccionar sea demasiado tarde. Por ahora -y con honrosísimas excepciones- su posicionamiento como hotelería de vanguardia no es más que un bello brindis al sol, una ilusión. Otra más de las muchas que acechan en el horizonte de la industria turística patria, por cierto.
Quizás la pregunta no es qué derribar y a quién compensar (hay bancos implicados, hipotecas, etcétera) sino cabrían otras cuestiones como si debemos derribar necesariamente en la costa -creo que no- o si estamos seguros de que el derribo es la mejor solución. Probablemente la transformación en residencias o geriátricos no sería una mala alternativa para muchos de esos malos negocios hoteleros: la mediana de edad europea crece día a día, debería tenerse en cuenta…
No obstante, mucho me temo que se debería regenerar más de lo que se puede transformar, eso es evidente. Pero la otra pregunta que me viene a la cabeza es si se debe derribar al edificio construido o si se debe regenerar a cierto empresariado del sector turístico español. Porque muy probablemente derribando negocios (algunos levantados hace relativamente poco) espaciaremos el paisaje. Pero el problema de fondo seguirá incrustado. Que es lo que pasará en la Playa de Palma, en Madrid, en La Manga o en Costa Blanca.
Tocayo enhorabuena por el nuevo aire que le has dado al espacio del Foro de La Ruina, más actual, más dinámico y más claro en contenido.Tu artículo es una radiografía de la situación actual dónde sigo manteniendo que me asusta más la crisis de desvergüenza que la crisis económica y que la solución a tanto despropósito pasa por recuperar la confianza en la clase política que todos hemos perdido, recuperar la intelectualidad, hoy el que no bebe de las fuentes del poder está simplemente proscrito, la banca no tiene por qué sorprendernos su actitud ya que siempre han ido a lo suyo y la juventud, nuestros jóvenes bastante tienen con asimilar, que no es poco el futuro que les dejamos los mayores, no me extraña que «pasen» sin más explicación. Una vez que consigamos recuperar la salud del enfermo que a la vista de la radiografía es preocupante, sigo apostando por la creatividad individual y rebajar la carga fiscal, como con buen criterio nos aconseja el Premio Nobel de Economía 2007 Eric S. Maskin quién nos recomienda que hay que bajar los impuestos en época de crisis y subirlos en época de bonanza, cuando hay superávit.
Yo propongo un segundo paso después del que mencionas de las demoliciones controladas para crear paisaje.
Imaginemos que se llevan a cabo y que hemos recuperado paisaje. Pues bien, no es suficiente ahora falta LIMPIEZA. Si limpieza generalizada del pais, como la que hacen las «buenas» amas de casa en primavera. Hay que limpiar todo : Las playas que hasta ahora solo se contentan con pasar la máquina en verano. Los alrededores de las playas donde se almacena la mierda que no se echa en la playa, las calles de las ciudades ya sean de playa o de montaña, y de todo tipo de residuos : basura, colchones viejos (¿donde están los puntos verdes de recogida de residuos?, sillas rotas, cartones, restos de obras (escombreras) en calles, carreteras , caminos forestales etc.
Limpieza de RUIDOS, somos el 2º pais más ruidoso del mundo después de Japón,limpieza de Botellones ruidosos y contaminantes, de motocicletas con tubos de espace trucados que revientan los oídos, de motos de todo el mundo haciendo carreras todos los fines de semana…
Para todo esto se necesitan TRABAJADORES y puestos de trabajo, pero sobre todo voluntad política empezando por el Estado, pasando por las Autononías y acabando en cada uno de los mas de 8000 municipios españoles. Y Formación en las escuelas desde la tierna infancia (En paises centroeuropeos un dia al año los niños salen con la profesora a limpiar de papelitos algún parque o plaza de su ciudad)
Por tener tanta caca y tanto ruido unidos a un paisaje maravillosamnete enladrillado, tenemos hoy el turismo que tenemos , el que nos merecemos, y el bueno se va a otros sitios en donde se pueda descansar mejor y donde se puedan tener experiencias innovadoras.
¿Hasta cuando, seguiremos levantando la alfombra y empujando la porquería disimuladamente debajo de ella? En ello va nuestro futuro como destino «atractivo y serio».
Un país con más funcionarios que empresarios en donde unos tienen todos los derechos y los otros todas las obligaciones es imposible… Los políticos, blindándose sus sueldos. La 1ª eléctrica, en manos del gobierno italiano. Estratégicos! Cuatro, Telecinco, Unidad Editorial, también! Posición dominante. Las tasas aeroportuarias más caras del mundo. El IVA de la luz, al 16%, producto de primera necesidad.
…
Os he leído con el mayor interés, desde la 1ª línea y me parece admirable vuestro sentido común y limpieza de miras.
Pensamos que es hora de razonar y desviarse de la posición, en perpetua dependencia de soluciones administrativas, nunca fiables. Que nuestra empresa debe partir desde la formación, pero de principios cívicos, luego contemplar las posibilidades, por características especiales que la hagan especialmente atractiva y desarrollarlas en compañía de quienes se impliquen hacia el mismo rumbo.
Nuestra innovación y frescura de ideas, el desarrollo decidido de las mismas, más la implicación y amor al trabajo que nos motiva. En cuanto al poder de los grandes y los gobiernos, el 1º adolece de valores humanos y al 2º le convendría mirar a Suecia y tomar buena nota. Y no nos digan que, para que un buen profesional se dedique a la política, ha de tener unos ingresos de tremendo calibre o, de otro modo, no dejaría su trabajo, porque eso suena muy mal y es hora de contarlo. Hay muchas personas motivadas y válidas. ¿O resulta inmejorable la trayectoria de los últimos años?