La sala de las walquirias

Raúl Docasar, fotógrafo | Raúl Docasar

Desde que en diciembre de 2001 se estrenara la primera parte de la trilogía El Señor de los Anillos, dirigida por Peter Jackson, el turismo en Nueva Zelanda no ha parado de crecer exponencialmente. Bien podía la autoridad turística nacional gastar todos los millones imaginables en promoción que jamás nadie soñaría con la avalancha de extranjeros que se produjo con el estreno de las aventuras de Frodo, Gandalf, Bilbo, Gollum y Aragorn. Una sola película, una sola imagen, bastó para que esos oníricos paisajes nos entrasen por la retina y

deseáramos viajar compulsivamente hasta aquel remoto país oceánico.

Qué tanto más nos había producido años atrás la visión de 2001:Una Odisea del Espacio, del maestro Stanley Kubrick, cuando en pleno éxtasis de ciencia ficción salimos pitando unos cuantos hacia Copenhague para ver con nuestros propios ojos el hall blanco, impoluto, del hotel SAS, diseñado por el grandísimo arquitecto Arne Jacobsen para el capítulo final de la película. Una sola secuencia cinematográfica y la capital danesa se llenó de curiosos que gastaron y gastaron en pleno trance de futurismo victorioso.

Quién, a estas alturas de la vida, no ha seguido los pasos de Leopold Bloom en Dublín con el Ulises en mano. Capítulo a capítulo se desgranaban los sintagmas, los pleonasmos, el artificio de la palabra interior, mientras nuestra mirada escudriñaba sin cesar las orillas del Liffey, la torre Martello, el Trinity College y el pub de John Mulligan. Un libro basta para atraer a millones de turistas, y no los presupuestos millonarios en publicidad a que nos tiene acostumbrado el organismo público Tourspain. A veces, el dinero no lo compra todo. A veces, necesitamos una inyección de ingenio en vena.

España tiene, por fin, a Ferran Adrià. Nos  faltaba un Tolkien, un Kubric, un James Joyce…, qué le íbamos a hacer. Necesitábamos referentes vivos, no toros muertos. Ahora la cocina, que es también un arte superlativo –como quedó demostrado en la última Documenta de Kassel–, nos abre la vía hacia nuestra propia película, la de un país de paisajes vigorosos a pesar del ladrillo que los insulta. ¿Y nuestros hoteles? ¿Qué apremios iconoclastas requieren los hoteles de la geografía peninsular?

Marta Terrat me ha resuelto la duda esta tarde a través de un mensaje en Facebook. “Soy una fan de hoteles especiales y me he suscrito a este Foro de la Ruina Habitada porque tengo una productora de fotografía de moda y me interesa conocer lugares especiales para utilizarlos como localización para los shootings. De hecho, os he encontrado a través de Les Cols, donde estuve fotografiando el pasado otoño.” Rápidamente le devolví la deferencia por escrito y le animé a participar con diversas propuestas que, a mi juicio, ayudarían a muchos de nuestros hoteles seguidores a encontrar el camino del anillo, las sillas Swan y la pinta de Guinness bien reposada.

Tuve la fortuna de participar hace unos meses en una sesión fotográfica para la revista norteamericana Sports Illustrated en el hotel Alto Atacama, Chile. Los bikinis de las modelos Irina Shayk, Daniella Sarahyba, Julie Henderson y Zoe Duchesne eran ciertamente atractivos. Pero también me pareció inmensamente seductor para el hotel que acogió estas sesiones gozar de un exquisito álbum fotográfico que presentar a su clientela en distintos formatos, aparte de la publicidad gratuita que supone exhibirse junto a estas bellezas femeninas en la célebre revista deportiva.

Por qué no tomar entonces como referente el trabajo de Marta Terrat y el de otras agencias fotográficas interesadas por disponer de localizaciones acordes a la calidad de estas revistas o de los anunciantes de productos de moda. Y no me canso de decir que para merecer una portada, sea de EL PAÍS o de Sports Illustrated, no basta con tener un hotel cualquiera. Hay que ofrecer a la retina el regalo excitante de una arquitectura de los sentidos. Como la que sirve de fondo para las producciones sensuales que Terrat nos muestra en su blog lasalaBianca.

Fernando Gallardo |

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Un comentario en “La sala de las walquirias

  1. Esta estrategia de comunicación funciona muy bien, a condición de tener propuestas muy sugerentes y originales para las agencias. Estas, necesitan siempre escenarios (teatros) muy nuevos donde dejar libertad a sus personajes y fotógrafos. Personalmente lo he practicado durante mi experiencia en el Hotel Palace de Lisboa y en una selección de Pousadas de Portugal. En este caso no había agencia sino directamente fabricante de moda portugués y vendedores en varios países del planeta. La publicidad gratuita sólo nos costó 2 noches de alojamiento para un equipo de 8-10 personas. Ya lo dijo el profeta «Dios los cría, y ellos se juntan».

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