Los Hoteles del Camino

El Camino de Santiago bate su récord histórico con un crecimiento del 85 por ciento. Según una publicación reciente de Hosteltur, unas 270.000 personas peregrinaron a Compostela durante el Xacobeo 2010, lo que significa un récord histórico superior por un 49,9 por ciento al que se había registrado durante el último año santo, en 2004. Lo más llamativo, a bote pronto, es que la oficina de peregrinaciones de Santiago, dependiente de la Iglesia compostelana, había recibido hasta el 28 de diciembre a un total de 269.742 peregrinos con documento acreditativo de haber recorrido al menos cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o caballo. Llamativas cifras porque presuponen en los viajeros un indudable ánimo experiencial, más allá de sus apriorísticas inquietudes culturales, deportivas, resilientes o religiosas.

Está claro que la mayor ruta cultural de Europa, si no mundial, provoca a los sentidos y mucho. De acuerdo que la historia del Camino es rica e importante en la conformación política, social y religiosa del continente. De acuerdo también en que el patrimonio románico en cada hito del Camino es ineludible para cualquier persona medianamente bien formada. De acuerdo incluso en que el premio final -la catedral de Santiago, la ría de Noia o el Finisterre europeo- es apoteósico para el común de los viajeros. Pero lo que diferencia el Camino de Santiago de otras rutas culturales documentadas e incluso trilladas es su vocación iniciática, independientemente de las creencias personales, y esforzada, pues se hace a pie aunque la familia disponga de varios coches. El Camino pedestre embriaga, emociona, arroba, enaltece, curte, moltura, fatiga… y acojona. Es una auténtica experiencia para el ser humano, lo haga solo o acompañado.

Por eso llevo años preguntándome cómo nadie ha sido capaz de enhebrar un rosario de alojamientos turísticos a lo largo del Camino de Santiago con un sesgo diferente al tradicional de los albergues de peregrinos. Una red de hoteles que se distingan por ser Hoteles del Camino y no hoteles en el Camino. Es decir, alojamientos propios de la idiosincrasia de esta ruta universal, dotados de una arquitectura, unas instalaciones, unos servicios y unas liturgias imposibles en otro lugar. Como sería inadecuado un hotel con embarcadero náutico en medio de la Diagonal o con vestidor de esquí en los llanos de Albacete. Hoteles genuinos del Camino, inconfundibles porque su hospitalidad sea tan auténtica y sincera como la de muchos albergues jacobeos.

Imaginémonos por un momento un acceso al Hotel del Camino que no sea franco. Un acceso purificador, higiénico, balsámico, de purgatorio celestial, como un engawa japonés marcado por piedras conducentes al hogar. Para qué ponerle puertas al Camino si un camino es un tránsito sin pórticos.

Imaginémonos una liturgia de bienvenida como la que se ensaya estos días en el hotel Doña Mayor, de Frómista, que denominamos otrora la Liturgia de la Pantufla. Un ceremonial de entrada que no suponga un interruptus de burocracia registral, sino un acto cortés de acogida y lavativa, de abasto sedente o tumbante, de magnificación sensorial.

Imaginémonos una habitación desnuda como una ermita románica. Vacua y umbría, en una semipenumbra moldeada por un haz de luz irradiada desde una incógnita arista o desde un óculo cenital. No una alcoba con jergón, que eso ya se inventó en la Edad Media, sino con una lámina levitante sobre el vacío, espiritual y reparadora, salutífera, agrimensora de la molicie vespertina anhelada durante la etapa del Camino.

Imaginémonos una cocina de tierra y aire, de piedra y sequedal. Unos platos inspirados en cada etapa del Camino, y solo en esa etapa, que si venimos andando de Roncesvalles no se nos presente un rodaballo y que si rozamos la orilla de Fisterra no se nos cueza un cereal. Cómo soñamos cada paso en función de lo que le vamos a regalar después al paladar. Cuánta dosis, cuánta mano, cuánto gusto.

Imaginémonos una liturgia de despedida que haga recordar el trato recibido en este hotel, no para regresar otro día, sino para enlazar este recuerdo con el que ya se espera del hotel siguiente. Igual que una cuenta del rosario está ligada a su adyacente, y ésta a la otra, de manera que nuestros dedos se deslizan de una cuenta a otra en una armonía convivencial.

Imaginemos, pues, cómo deberán ser los hoteles que algún día no serán lugares como todos los demás, sino únicos, distintos, sensoriales, solo jacobeos… Los hoteles que necesita este Camino de Santiago cada día más frecuentado y querido por todos.

Fernando Gallardo |

2 comentarios en “Los Hoteles del Camino

  1. Fernando, aunque personalmente ya hemos comentado los argumentos que aquí expones, no deja de producirme cierta inquietud que en el sector hotelero nadie vea la oportunidad que supone El Camino en nuestro país. Efectivamente existen mucho hoteles (albergues…) en el camino, pero no existe ningún Hotel del Camino, con sus características particulares, pero compartidas con otros establecimientos similares situados en distintas etapas.
    Quizás sea El Camino de Santiago la seña de identidad (cultural, espiritual, turística…) más conocida de estas tierras. Y creo que solo lo entiende como negocio aquel que solo ve el corto plazo, aquel que ve al turista como ese ingenuo «al que asaltar en el camino» con mesones cutres y chiringuitos inverosímiles, que desgraciadamente están convirtiéndose en vergonzante seña de identidad del Camino.

    Animo desde este foro a trabajar juntos para inventar un nuevo modelo de turismo experiencial de calidad, espiritual… y todos los adjetivos Xacobeos que queramos ponerle, para crear un modelo singular de Hotel del Camino.

    Espero que la refllexión de Fernando no caiga en terreno baldío… El año que viene nos espera ansioso.

  2. Como casi siempre, el señor Gallardo me pone a pensar en el futuro y las posibilidades de mi casa rural… Está situada en el Camino Norte de Santiago… Este artículo me ha llevado al de la «Liturgia de la pantufla», que no había tenido el gusto de leer y me parece una delicia. El peregrino, yo tengo unos cuantos al cabo del año, no quiere burocracia al llegar a la casa. Lo que busca es desprenderse del peso que supone la mochila…, darse una ducha refrescante y purificante…, descansar y mecerse en los recuerdos de las gentes con las que se ha encontrado durante el día y con las que ha compartido vivencias y pasos.

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