Este lunes 7 de enero se celebra en Chile un acto trascendente para su devenir económico. Por vez primera, la Cámara de Diputados convoca un seminario consultivo por el que el máximo órgano representativo de la soberanía nacional escucha a los distintos estamentos públicos y privados del país en aras de una mejor y más avanzada legislación de la actividad turística. La Comisión de Turismo, presidida por la diputada Mónica Zalaquett (@monicazalaquett), quiere así abrir las puertas del Congreso Nacional al debate e intercambios de ideas entre los diversos actores del turismo y también entre la ciudadanía cuya participación se hace cada vez más necesaria en el desarrollo turístico chileno de las próximas décadas.
La iniciativa nos parece crucial en el entendimiento de que ningún país del mundo puede aspirar a un desarrollo turístico democrático, sustentable y ambicioso sin tener en cuenta a la totalidad de sus ciudadanos. Porque el carácter transversal del turismo así lo exige. De nada sirven los planes estratégicos de un gobierno sin la implicación absoluta de todos los ciudadanos en la acogida a sus visitantes, en el buen clima económico, social, cultural y político, en la seguridad jurídica de sus actos cívicos y económicos, en la gestión exigente de sus recursos e infraestructuras, en la defensa de una atractiva imagen-país… En fin, en la comprensión de que el turismo es una actividad colectiva y humanística, más allá del funcionamiento coherente de sus hoteles, aeropuertos, vías de comunicación, aerolíneas, puertos deportivos, campos de golf, playas, empresas de transportes y agencias de viajes.
Chile tiene aún un déficit turístico que corregir ante la repentina expansión de este sector económico, que contabiliza este ejercicio el arribo de más de tres millones de extranjeros y la escapada veraniega de ocho millones de nacionales. Claro indicio del ascenso fulgurante de las clases medias que están modificando la morfología social del país y condicionará en el futuro gran parte del presente statu quo político y económico. El déficit al que nos referimos es la comprensión por parte de todos los chilenos de que el turismo no es un divertimiento ocioso y superfluo, sino un motor fundamental del crecimiento económico a la par que será la principal fuente de empleo en las próximas décadas. No en vano, el turismo representa en Chile apenas un 3,2 por ciento de su PIB. Cifra que contrasta con el 12 por ciento al que ha llegado el turismo en España y otros países avanzados.
El Gobierno chileno ha anunciado como objetivo para los próximos cinco años duplicar esa cifra, lo que consideramos viable y de algún modo fácil de conseguir. La propia inercia desarrollista del país, más la fuerte presión internacional por descubrir la nación que pudo rescatar a 33 mineros a 700 metros de profundidad y sobreponerse en apenas dos años del quinto mayor terremoto de la historia, harán ineluctable en tan corto espacio de tiempo una contribución al PIB del 6% propuesto por el ministro del ramo. Más difícil, sin embargo, será continuar la tarea hasta triplicar esa cifra (el 9%) que consideramos posible en diez o quince años. Para ello, las empresas chilenas deberán ser más competitivas. La Administración pública, más eficiente. Los actores, más colaboradores y mejor coordinados. El empleo, más consistente y capacitado. Y, sobre todo, la ciudadanía más consciente de que el turismo aportará un mayor progreso y bienestar a sus vidas, por lo que debe convertirse en el objetivo prioritario de sus negocios y sus oficios. Meta y fin, el turismo en Chile ha de ser percibido como un sector de prestigio para trabajar o para emprender, lo que exigirá a corto plazo políticas de cualificación profesional tan exigentes como las que rigen en otros rubros, así como una mayor flexibilidad laboral que atienda a las fluctuaciones de la ocupación y la fuerte estacionalidad tradicional en esta actividad.
El Parlamento chileno ofrece para ello el mejor escenario posible para esta reflexión colectiva que el país entero debe hacerse en estos tiempos de bonanza económica. Y observar cómo en otros países en vías de desarrollo el turismo ha contribuido notablemente a superar tal fase hasta alcanzar el estatus de países desarrollados. O cómo el rubro turístico ha contribuido a dulcificar los efectos devastadores de un crisis estructural profunda, gracias a su capacidad de generar ingresos inmediatos y ser fuente intensiva de empleo, como lo ha estado demostrando España en estos dolientes años. Los chilenos deben interiorizar su rol protagónico en el desempeño turístico y comprender que cuando les llegue la próxima crisis -que, sin duda, llegará tarde o temprano- el turismo puede ayudarles a sobrellevarla como ha ayudado en estos tiempos a España.
Porque el turismo no es solo cubrir camas en un hotel, azafatear a bordo de un avión, arrendar un auto, servir platos en un restorán o sentarse detrás del mostrador de una agencia de viajes. El turismo no es solo la acción de gobierno que encauza la promoción nacional, ordena el libre funcionamiento de las empresas, atiende las necesidades de formación profesional, encarga planes de marketing, abre oficinas de información turística o paga un stand en las ferias internacionales. El turismo es también velar por la seguridad en las calles, mantener las fachadas de cada casa en perfecto estado de revista, asegurarse de que todas las farolas permanezcan encendidas, atender al visistante con una sonrisa y auxiliarle en sus requerimientos básicos, señalar en los puntos más visibles los atractivos naturales que se pretenden mostrar, rodar una película o escribir una novela sobre tal o cual ciudad, mantener limpios los parajes naturales… En fin, creer en el país y creer en uno mismo.
Éste es el déficit que debe ser corregido de ahora en adelante por cada chileno, y ningún escenario mejor para discutirlo y aprenderlo que la propia Cámara donde están representados todos los chilenos sin excepción, la Cámara de Diputados. Si el turismo es una actividad transversal y en la acción de gobierno se sigue ya un tratamiento interministerial, el poder legislativo debería igualmente considerar el turismo como una materia híbrida en la reglamentación de todos los sectores debido a su influencia y sinergias causantes en otras industrias, como la agroalimentaria o la minera; en otras actividades humanas, como la cultural, social o política; en derechos básicos como el de la vivienda, la educación, la sanidad y la libertad de mercado; en la sociedad del conocimiento, en fin, considerada su vinculación con las tecnologías de la comunicación y el mundo digital. Asimismo, la Cámara de Diputados deberá tener presente en sus actividades legislativas el impacto que toda propuesta normativa causa en el sector turístico. Ello exigirá una nueva sensibilidad en sus señorías hacia el turismo en Chile.
La decisión de convocar un seminario turístico, que se podrá seguir a través de Twitter con el hashtag #1STdiputados (1er Seminario de Turismo de la Comisión Especial de Turismo de la Cámara de Diputados de Chile), ha sido valiente y oportuna. El fuerte crecimiento turístico experimentado por el país andino en los últimos años y la previsión de un nuevo impulso desarrollista expresado en la Estrategia Nacional de Turismo 2012-2020 presentada un día antes por el presidente de la República, Sebastián Piñera, hace imprescindible una reflexión sobre el rol que cada chileno debe desempeñar en el desarrollo turístico. Y, por ende, sobre cómo se canaliza este desempeño en la imprescindible cooperación público-privada.
Tres son los ejes sobre los que hoy se diseñan las políticas de cooperación en los países más turísticos del mundo. El primero delimita el ámbito de responsabilidad de las actuaciones transversales que exige el desarrollo turístico en la toma de decisiones y el establecimiento de estrategias entre las distintas instituciones públicas. En Chile, más que en ningún otro sitio «por su longura», el Gobierno central debe desprenderse de sus veleidades centralistas y acordar un marco de responsabilidad con el conjunto de las regiones. Éstas, a su vez, con las municipalidades y el conjunto de la ciudadanía, tanto si son actores del rubro como si no. El segundo eje concierne al ámbito de decisión, que deberá ser ahora compartido entre los estamentos oficiales y los actores turísticos, bien a través de sus órganos representativos, bien a través de iniciativa privada o de las redes de cooperación que propiciarán la nueva sociedad digital. Y el tercer eje se sustenta en la financiación mixta público-privada de servicios o actuaciones en materia turística.
Lo que se espera de este 1er Seminario de Turismo es que haya diálogo, ideas, propuestas y resoluciones. Que los responsables del servicio público, los empresarios turísticos, los agentes sociales y demás colectivos pongan sobre la mesa sus objetivos, necesidades y compromisos en la financiación de los programas que el turismo chileno requiere para su crecimiento en los próximos años. No un desideratum o un catálogo de buenas intenciones, sino proyectos concretos en los que trabajar conjuntamente para el bien del país. No a puerta cerrada, sino a pie de calle, mediante la incorporación a los debates de la ciudadanía en general a través de las redes sociales, como corresponde a estos nuevos tiempos.
El horizonte turístico de Chile no es cuestión baladí. Claro que sus cifras no son comparables con las de una potencia como España que ingresó este año pasado unos 160.000 millones de USD en sus más de 20.000 hoteles. Pero el país andino ya factura 10.000 millones de dólares y sus establecimientos hoteleros alcanzan, en el conjunto de categorías, los 3.000. Las perspectivas de duplicación en su PIB turístico dará en 2017 una cifra de empleo directo e indirecto estimada en 700.000 personas. Más de tres millones de ciudadanos se verán favorecidos por el impacto que generará la expansión del turismo en Chile.
¿Acaso no es para tomárselo en serio? El Parlamento ha comprendido que el diálogo y la cooperación son los cimientos sobre los que debe construirse la nueva economía chilena, menos dependiente de los recursos mineros y más abierta a la internacionalización de sus productos y sus ciudadanos. De ahí que la convocatoria del 1er Seminario de Turismo en la Cámara de Diputados retendrá este lunes 7 de enero todo nuestro interés y atención. Es un deber ciudadano participar en el debate y ser innovador en su desarrollo.
Fernando Gallardo |
Espero que les funcione bien este planteamiento y que tengan políticos menos prepotentes que por aquí, España, que son omniscientes e infalibles…
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