Ya os lo digo ahora: os vais a equivocar una vez más. Lo repito 20 años después, como en su día se lo dije al difunto José Luis Fernández Noriega, consejero de Turismo de la Comunidad de Madrid, en un viaje que compartimos a Lisboa. Promocionar un mal producto es la manera más expedita de finiquitarlo. Y no os enteráis, pese a los años que acumulamos en nuestra espina dorsal.
Se lo digo a las federaciones de empresarios turísticos reunidas estos días para darle un impulso vital a la capital de España, que ha asistido impávida a la caída en picado de su turismo y de la actividad aeroportuaria en Barajas (en mal momento rebautizado Adolfo Suárez). A todos les digo que el problema de Madrid no es su casta política, a pesar de lo mucho que tiene de política y poco de casta. Tampoco de su empresariado, que sigue gobernado por hosteleros de zarzuela y negocios chulapos. Ni mucho menos por el florilegio monumental que conserva de aquella época en que Felipe II prefirió regentar la Península antes que un imperio, como le había sugerido su padre al recomendarle trasladar la capital del Reino a Lisboa.
El problema de Madrid es la Pityriasis Simplex o Furfuracea. La causa más común es el hongo Pityrosporum ovale que metaboliza la grasa procedente de ideas anquilosadas, transformadas en pensamientos antihigiénicos. Otros factores causativos incluyen el uso de normativas con elevado índice de alcalinidad represiva, micosis funcionarial y, sobre todo, el estrés de una gran ciudad que aún no ha resuelto la felicidad de sus vecinos. Las diferencias estacionales agravan el asunto, ya que los inviernos fríos y secos pueden originar esterilidad mental o empeorarla con decisiones que en verano, en la playa, jamás se tomarían.
Esta afecta principalmente, en opinión del científico Joseph Bark, a la unión de la nariz y la zona de las cejas, no sólo en el cuero cabelludo. Son escamas secas, gruesas y bien definidas que impiden el desarrollo lozano y fresco de la modernidad. En algunos casos pueden ser relacionadas con una nutrición deficiente en zinc, un mineral enriquecido en alimentos como las ostras, el pavo, el cerdo y algunos tipos de frutos secos.
Por eso insisto en mis imprecaciones. Os equivocaréis de nuevo si os rascáis los forúnculos hasta quebraros la piel. Aumentaría el riesgo de infecciones, particularmente de Staphylococcus aureus y estreptococos, y contribuiríais a la alopecia generalizada de los ciudadanos.
Que no. Que la pityriasis no se cura con promoción. Algunas personas evitan, equivocadamente, lavar su conservadurismo creyendo que el efecto resecador del jabón moderno empeorará su mal. Pero está probado que, al refrescarse las ideas con regularidad, el anquilosamiento inicia su retirada antes de que pueda acumularse en hojuelas más grandes y notables. La disrupción ácida ayuda a restaurar la emoción del asfalto, descomponiendo los aceites y evitando que las células de piel muertas se acumulen en montones visibles. Sin embargo, las campañas publicitarias con un pH más bajo o normativas restrictivas para tratar la seborrea pueden tener poco o ningún efecto en el enrojecimiento y la irritación.
Cómo puede ser que un arquitecto icónico, sir Norman Foster, haya visto rechazado su proyecto de fundación en Madrid por la Comisión Institucional para la Protección del Patrimonio Histórico-Artístico y Natural (CIPHAN), perteneciente al Ayuntamiento capitalino, cuyo funcionario de control de edificación empezó a garabatear sobre los planos del Pritzker de Arquitectura un «esto debe ir así, así… esto por aquí, esto por allá.» Qué autoridad moral se le supone a ese triste desdichado para enmendarle la plana a tamaña eminencia mundial. Y, otrosí digo, qué suerte de picana le ha preparado esa recién nacida unión de empresarios madrileños a la pityriasis consistorial. Por esta causa, ninguna, todavía.
Norman Foster edificará su fundación en Nueva York porque la ciudad de Madrid lleva dos décadas afectada por el hongo Malassezia furfur, que agrava los síntomas de la citada Pityriasis Simplex. Y es que, ya lo he dicho alguna vez, a Madrid no le falta promoción, no. Le sobra mucha caspa.
Fernando Gallardo |
Al respecto sobre las funciones de la CIPPHAN, todos los arquitectos, sobre todo los de Madrid, sabemos como se las gastan. Cualquier edificio afectado sobre un elemento protegido pasa por ella. Se reunen una vez al mes, y a cada proyecto le dedican un par de minutos. Es su trabajo y que yo sepa, ni los Pritzker, ni las estrellas de la arquitectura son inmunes a sus dictámenes. Mal ejemplo es que queramos hacer excepciones, al igual que los ciudadanos queremos el mismo trato para nosotros que para nuestros gobernantes. No sabemos qué garabatos hizo este funcionario, pero igual tenía razón. Norman no conoce tanto Madrid y seguro que se le escapaban varias cosas. Yo he trabajado con algún divo de la arquitectura y sé que se creen inmunes ante estos «pequeños escollos».
Por otro lado, Foster seguro que también tiene su parte de razón, y es que en la CIPPHAN hay mucho intrusismo. Yo he sufrido en mis proyectos, propuestas de este organismo que parecen insultos a la inteligencia, pero hay que pasar por el aro, y si no me gusta lo que me obligan, lo que no puedo hacer es retirarme como arquitecto de mi cliente.
He debatido mucho sobre este tema con muchos arquitectos, urbanistas, políticos y personas diversas a las que se reconoce juicio y conocimiento. La verdad es que no es fácil tomar partido, como en otros órdenes de cosas en los que se cruzan la voluntad popular del presente y la del futuro. Si trasladáramos de época las voluntades, muy probablemente surgiría un conflicto entre los parisinos de 1887 y los de 2014. Ambas son voluntades populares divergentes sobre el juicio a la obra del ingeniero Eiffel.
El proyecto que da título a este Foro, la Ruina Habitada, en el norte de Palencia llevó no pocas discusiones sobre lo que habría de hacerse allí y qué requisitos legales cumplía para que la Comisión de Urbanismo pudiera dictaminar a favor o en contra de su construcción. Sospecho que la opinión de dicha Comisión es hoy opuesta a la inicial. No diferente, sino opuesta. Es lo que tiene la innovación, que no se comprende hasta que deja de serlo y se convierte en costumbre.
En efecto, Norman Foster no conoce tanto Madrid, aunque ha diseñado allí una de las obras más emblemáticas de los últimos años. Pero se supone que el primer paso de un arquitecto debe ser conocer a su cliente y el entorno en el que se mueve. Naturalmente que ese trabajo no lo hacen todos los arquitectos y, para ellos, pudieran estar justificadas las normas. Foster no induce a pensar que obra como cualquier mal arquitecto, por lo que merece un margen de confianza por parte de una sociedad que entrega premios a sus próceres.
Los garabatos del funcionario de turno, cualesquiera que fueran, estaban fundamentados en la norma. Por tanto, tenía razón. Igual que tienen razón los que matan por obediencia debida. Pero la modernidad a la que hago referencia consiste consiste en saltarse las normas obsoletas y promover otras nuevas. O ninguna. Si todos respetáramos escrupulosamente las normas, seguramente obedeceríamos todavía aquellas que dimanaban de los Principios Generales del Movimiento.
Urge, por tanto, cambiar las normas urbanísticas o suprimirlas. Pues, si bien es cierto que éstas evitan desmanes, no puede ser que igualen a los artistas y a los patosos, a los avanzados y a los casposos, a los genios y a los mediocres. El principio de igualdad, sacrosanto en la sociedad post Revolución Francesa, no puede ser esgrimido con tanto entusiasmo en la nueva sociedad digital, donde cada uno es reconocido por su nombre y apellidos y no por el color de su lana borrega. Es ésta una idea compleja y de mucho alcance futurista, pero deberíamos partir por la más básica que es distinguir a quien sabe de algo de quien no sabe de nada.
Entre la razón de Foster y la razón de la CIPPHAN, me quedo con la del genio.
Yo también me quedo con la propuesta de Foster, y lo digo sin haberla visto pues bien conocida es su trayectoria así como lo es la de la CIPPHAN o el Ayuntamiento.
No hace mucho, un proyecto publicitario temporal que presentamos a tenor del Mundial de Futbol en localizacion provilegiada, fue rechazado y no hubo manera de hacerlo. Era una propuesta novedosa ya probada en ciudades como NYC, Londres, etc. Ante la falta de argumentos para denegarnos la Licencia, la única manera que tuve de entenderlo y así nos lo expresaron fue «nosotros somos más paletos y no podemos permitirlo».
Y encima después ganamos el Mundial. Un evento así y no pudimos mostrar nuestro trabajo.
Con estos funcionarios la modernidad dificilmente va a llegar.
El caso de La ruina Habitada, celebro que saliera adelante. Un proyecto en mi onda con conceptos con los que comulgo.
No sabemos que pasó con esos garabatos, desearía verlos, pero profesional es superarse y hacer un proyecto aún mejor con los condicionantes que surjan. Y eso es lo bonito de la rehabilitación y por eso me gusta más que la obra nueva. Sospecho que al estudio de Foster los preexistentes (con valor histórico artístico) son menospreciados ante la genialidad de sus diseños.
Caso peor el del futuro museo de la arquitectura de Emilio Ambasz frente al Prado: como bien se sabe, un edificio protegido sufrirá la piqueta para construir un proyecto de dudoso gusto e interés, permitiendose el lujo menospreciar su contenido. En este caso la propuesta a bombo y platillo fue presentada por el Ayuntamiento. ¿La CIPPHAN? ¿Ha emitido algún informe? Yo no lo sé, pero mi criterio como arquitecto ante el Patrimonio lo tengo claro.
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