Una moratoria turística arbitraria en Barcelona

Ada ColauLa moratoria Colau, si es que ha de pasar a la historia, será tildada de una moratoria pija. Es lo que tienen las nomas cuando privilegian el status quo vigente e impiden el desarrollo de nuevas ideas y proyectos. Por eso, los primeros que han aplaudido la iniciativa son los colectivos más beneficiados por la parálisis de nuevos emprendimientos en el sector turístico, que competían con sus negocios ya existentes. El Gremi d’Hotels de Barcelona, el primero.

Estaba escrito en el programa de Ada Colau para la alcaldía de la capital catalana. Por eso no debe de haber pillado por sorpresa a nadie. Moratoria de un año en la licencia de apertura de nuevos establecimientos turísticos, desde grandes hoteles a pensiones y albergues juveniles. Con esta medida, el equipo de gobierno quiere analizar y replantearse una actividad que desde los Juegos Olímpicos de 1992 se ha convertido en el motor económico de la ciudad. Una actividad capaz de generar el 14% del PIB municipal y pronta a alcanzar los 10 millones de visitantes en sus carnes (avenidas, calles, plazas, monumentos, espacios comerciales, infraestructuras de alojamiento). Una barbaridad que empezaba a ser molesta para muchos vecinos, cada día más renuentes a los beneficios del turismo y encolerizados contra su desmedido auge.

Comprendo muy bien a los barceloneses cuando lamentan lo insufrible que llega a ser el verano cuando los espacios públicos están tomados literalmente por hordas de turistas, aunque gracias a ellas pueden tener el tiempo y el dinero para quejarse, a diferencia de lo que ocurre en otras ciudades de provincias empobrecidas por la falta de turismo. Les comprendo porque la ciudad en la que actualmente resido soporta seis veces más turismo en un espacio mucho más reducido. Manhattan, que no Nueva York (nadie hace turismo en Queens, en Staten Island o en el Bronx), recibe casi 60 millones de turistas al año en apenas 59 kilómetros cuadrados (frente a los 102 kilómetros cuadrados que contabiliza Barcelona), lo cual resulta 12 veces más asfixiante para su población. Desde el ritmo propio de la calle, andar en verano constituye un verdadero desafío al equilibrio, pues es constante el riesgo de chocar con el caminante que va delante cuando de repente se detiene a tomar una fotografía. Los medios de comunicación se llenan todos los días de reclamaciones por la molestia que esos turistas (muchos de ellos barceloneses, por cierto) causan en los residentes. Pero, hasta ahora, ningún edil ha tomado la decisión de paralizar una actividad económica que, con ser importante, no tiene tanto peso en el PIB de la ciudad. Obviamente, Wall Street pesa más.

Mucho se ha debatido desde la explosión del turismo en el mundo acerca de la capacidad de carga de los destinos. En la pasada década de los 50, el movimiento turístico mundial apenas alcanzaba 22 millones de desplazamientos. Durante los 25 años siguientes, el boom turístico produjo un salto espectacular hasta los 222 millones. Y ello por mor de la crisis energética, que frenó bastante el movimiento de viajeros entre los países avanzados, porque la caída del muro de Berlín y la globalización nos ha conducido hasta los 1.100 viajeros actuales, con visos de alcanzar los 2.000 millones en 2030… ¡El doble dentro de 15 años!

¿Se imagina alguien Barcelona con 20 millones de turistas?

Diversas teorías explican las consecuencias sobre un exceso en la capacidad de carga de los destinos turísticos con anterioridad a la moratoria con la que Ada Colau se propone reflexionar. Aunque cualquiera podría replicar que a la alcaldía se llega ya reflexionado… Desde los estudios de O’Reilly (1986), un indicador de la capacidad de carga es el umbral más allá del cual los flujos turísticos declinan porque los propios visitantes empiezan a juzgar sobrepasadas determinadas capacidades del espacio, un declive evidente en la calidad de los servicios ofrecidos, una descompensación manifiesta de la relación calidad-precio y, consecuentemente, la búsqueda de otros destinos alternativos. Quien esto defiende no se baña en una playa mediterránea en verano desde que su acceso queda condicionado por la solicitud de un permiso previo a quien tiene ya plantada su sombrilla o juega al pádel en familia a lo largo de la orilla. La molestia nos hace renunciar si el premio esperado está por debajo de las expectativas creadas en el destino.

Otros autores, como ShelbyHeberlin (1986), sostienen que el análisis de la capacidad de carga turística delimita los impactos indeseables que puede generar el turismo y orienta la toma de decisiones. Esto es, cuando el nivel de uso más allá del cual los impactos generados por el turismo excedan los niveles aceptables especificados en los estándares evaluativos previamente fijados y consensuados, debe intervenirse en favor de su restricción. Esta idea es la que persigue el actual equipo de gestión del Ayuntamiento de Barcelona y aplauden todos aquellos colectivos que no se ven perjudicados por la moratoria. Muy seguramente, el aplauso inicial del Gremi d’Hotels y otras patronales del sector turístico no sería tan fervoroso si el comunicado de moratoria llevara aparejado el cierre operativo de un buen número de hoteles existentes (los que almacenen el excedente de turistas que hoy causa la molestia del vecindario en la ciutat vella, por ejemplo).

Mientras el debate sigue abierto en todo el mundo, el incremento turístico no cesa y con unas cifras que dejarían en ridículo al agobio barcelonés: 12 millones de visitantes en la catedral de Nôtre Dame de París, 10 millones en la Gran Muralla China, 7 millones en la Torre Eiffel, tantos como en el MOMA neoyorquino o en el British Museum, 5 millones en el Coliseo de Roma, otros 5 millones en el museo del Ejército de Terracota de Xian, 4 millones en los Museos Vaticanos, 2 millones en la Alhambra de Granada, 1,4 millones en la catedral de Sevilla y 1 millón —con la restricción de 2.500 visitantes al día— en las ruinas de Machu Picchu. En España, los cascos históricos de ciudades como Toledo, Granada o Córdoba superan ya los dos millones de visitantes anuales. Y, en una estadística registrada por la Oficina de Sociología del Arzobispado de Santiago de Compostela, se llegó a contabilizar en la catedral compostelana 29.747 personas en un solo día de agosto en 2008.

«El Camino finaliza en la tumba del Apóstol Santiago, en la catedral de Santiago de Compostela, pero el comienzo se encuentra en la casa de cada uno», reza un dicho popular. ¿Cómo frenar la sobrecarga turística de un destino cuando la presión de la demanda es tan fuerte ya desde su origen? La respuesta no dista mucho de la que ofrecería Tiffany con el comportamiento del mercado de diamantes. Si hubiera tantos diamantes como átomos en el aire, su valor sería cero. Lo que los hace especialmente valiosos es su escasez, el elevado coste de su extracción y el simbolismo que este mineral tiene de lujo en el imaginario colectivo.

No nos engañemos. La moratoria Colau puede ser sensata e incluso popular, ya que su candidatura ha triunfado sin paliativos en las últimas elecciones municipales. Pero es pija porque nos devuelve a una cruda realidad: los bienes, cuanto más escasos, más exclusivos son. Barcelona es una joya porque los barceloneses así lo han querido y trabajado. A diferencia de la pytyriasis que ha afectado a Madrid durante algunas décadas, como ya sostuvimos en este mismo foro, Barcelona se ha reinventado a sí misma, ha innovado, se ha diferenciado y ha tenido historias nuevas que contar a diario. No podemos ahora acusar a todo este formidable talento humano de perseguir su muerte por éxito.

Convengamos más bien que la democratización del turismo nos conduce a esto. A la sobreexplotación de los recursos. A la sobrecarga de los destinos. Al sobreseimiento de lo exclusivo y privilegiado que siempre ha sido el goce elitista del arte y la cultura. Las masas dieron antaño mucho asco a las élites burguesas, que se veían cada vez más invadidas en sus calles y acosadas en sus privilegios domésticos. Las masas siempre chillan, eructan, molestan y también beben, a veces desaforadamente. Pero también guillotinan cuando se les pone freno por medio de regulaciones antimasivas. Y la tentación pija de la actual clase dirigente barcelonesa es demasiado evidente en su empeño de querer hacer de Barcelona una ciudad para los barceloneses, en lugar de una ciudad para todo el mundo.

Las urbes más atractivas del planeta no siempre han surgido de la planificación ni de la ciencia política de sus habitantes. El caos creativo, las vicisitudes económicas o el momento cultural han inferido en su urbanismo hasta volverlas deliciosamente anarmónicas. Su belleza nace misteriosamente de sus desigualdades. Su impulso irredento las hace venturosas, laboriosas, ingeniosas, vitales. Un parque temático, sí, donde la copia sustituye al original adquiriendo cada vez más potencia y autenticidad, como nos enseñó Robert Venturi en Learning from Las Vegas. El espejismo de lo real dentro del espejismo de la copia. O la creación artificial como medida de lo real. ¿Acaso no ocurre así en las grutas de Lascaux y Altamira, cuyos dobles idénticos condenan al olvido los originales al pretender salvarlos de su deterioro?

Fernando Gallardo |

3 comentarios en “Una moratoria turística arbitraria en Barcelona

  1. Gracias por tu reflexión, Fernando. Tal vez el problema venga por querer separar la actividad turística de la actividad cotidiana de la ciudad. Yo creo que ya no tiene sentido. Que hay que pensar las ciudades con todo lo que son: turísticas, universitarias, creativas, industriales… No tiene sentido trabajar en compartimentos estancos porque todo está conectado y todo «hace» ciudad. Un abrazo,
    M.Àngels Serra

    • Totalmente de acuerdo, M. Àngels. Todo está conectado. Pero es que, además, todos somos turistas y residentes al mismo tiempo. Los ciudadanos se han vuelto móviles. Son de un sitio y son de otro. Pertenecen a todos los sitios al mismo tiempo. Las personas han adquirido, por primera vez en la historia, una escala planetaria.

  2. Pingback: El muro de la turismofobia | el Foro de la Ruina Habitada

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