Los datos del turismo rural se presagiaban malos para toda la península Ibérica, pero quizá no tanto. Según el INE, y aunque su sistema estadístico no nos parece totalmente fiable para el turismo rural, noviembre pasado se ha cerrado con una caída del 15,1 por ciento en España y del 26,2 por ciento en la comunidad líder en este segmento que es Castilla y León. Su Administración turística publica unos datos algo más optimistas: 107.333 pernoctaciones, con un descenso del 13,65 por ciento, que no es poco. La lógica de la crisis global se ha impuesto. Si la clientela del campo es mayoritariamente española, y el 20 por ciento de los españoles se encuentra en situación de desempleo, nada extraña que el turismo sea una de las grandes sacrificadas en el gasto per cápita. Consecuentemente, Castilla y León debería ser -y es- la comunidad autónoma que más sufriera la caída del consumo en el segmento de mercado con menor poder adquisitivo. Al desplome de la cuarta parte de su mercado natural solo puede llamársele batacazo.
Pero me consta que tanto las autoridades turísticas de la región como su sector empresarial manifiestan un sólido propósito de enmienda frente a esta coyuntura tan negativa. ¿Qué políticas caben, pues, por ambas partes para salir de la crisis, superar el bajón o, simplemente, mejorar la situación personal de todos los beneficiarios del turismo rural en la región?
Primero de todo, tomar conciencia de que la bonanza económica de las últimas décadas han producido un exceso de oferta que se requiere corregir en los próximos años. Necesariamente deberán desaparecer aquellos establecimientos creados -con ayudas públicas o sin ellas- para atender al segmento más bajo de la demanda. A diferencia de otros sectores económicos, este segmento se manifiesta siempre como el más vulnerable en las crisis de consumo. Y los bajos precios a que se cotiza no permiten un programa de rentabilidad a largo plazo para los alojamientos rurales sin que medie una subvención estratégica de carácter público. Así pues, la salvación de una parte de estos establecimientos pasa por la actualización de sus instalaciones y una nueva dotación de servicios que conecte con el segmento de demanda que no sufre alarmantemente las consecuencias de la crisis económica.
Lo segundo es un plan conjunto público y privado de estímulo a la mejora de ese 75 por ciento de la oferta que grosso modo no ha sufrido la crisis o la resiste sin grandes convulsiones, dado que el próximo paso solo podría ser el del empeoramiento de sus negocios. El turismo en España ha pasado de representar el 11,5 por ciento del PIB a sostenerse en el 10 por ciento este año y, según mis previsiones, podría descender hasta el 7 o el 8 por ciento en la actual década. Por tanto, el segmento de oferta rural indemne hasta ahora corre el riesgo de asemejarse al segmento damnificado si no emprende reformas o una redefinición de sus negocios al cabo de este tiempo. Hoy, por 2011, se tiene que estar pensando en el año 2021 y no en el 2012.
Tercero, la estrategia de incrementar la demanda para satisfacer las aspiraciones de una oferta de capa caída es un falso desideratum, puesto que solo una bajada aún mayor en los precios serviría para estimular a los viajeros «en paro»…, lo que incluso redundaría en una menor rentabilidad económica que la originada por la crisis financiera. La opción más sensata sería el atraer a mercados nuevos y distantes, lo que se antoja caro y poco factible a corto plazo. Sin embargo, en el caso particular de Castilla y León observamos una enorme oportunidad en los flujos europeos, y aún más exóticos, seducidos por el producto concreto del Camino de Santiago. Este mercado creciente en el mundo conoce, aunque someramente, el producto y de seguro que se interesa por él, pero no encuentra los canales apropiados para su consumo y, sobre todo, no se muestra demasiado atraído por la oferta de alojamientos que jalonan la ruta jacobea y que conformaría su bautismo soñado en el Camino de Santiago. Un plan concertado de creación de nuevas plazas hoteleras o de sustitución de casas rurales por unidades de alojamiento más completas y modernas generaría un revulsivo turístico bajo la «denominación de origen» de los Hoteles del Camino.
Intuyo, en cualquiera de estas tres alternativas, una oportunidad enorme para las políticas de regeneración del turismo rural en España. Una vez más hay que decirlo: para superar esta crisis cuyo vector nos llevará en el plazo de una década a bajarnos del podio de las potencias turísticas del mundo se requiere una triada terapéutica de innovación+cooperación+diferenciación. Y cierta dosis colectiva de imaginación…
Estamos a punto de entrar en una nueva fase impregnada en estas tres esencias que, como todas las esencias, se conservan en frascos pequeños. Espero que podamos avanzar un poco más en este propósito durante nuestros #microdebates sobre innovación hotelera en Fitur 2011. No en vano, se celebran en el stand de Castilla y León, que sigue siendo la comunidad líder en turismo rural. Querrá esto anticipar algo?
Fernando Gallardo |
Me gustó tu aporte, Fernando, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que planteas. No creo que «deberán desaparecer aquellos establecimientos creados -con ayudas públicas o sin ellas- para atender al segmento más bajo de la demanda». Creo que hay un segmento de la demanda -seguramente en Holanda- que busca casas sin mayores lujos y que, por ende, no está dispuesto a pagar mucho. No es que no lo pueden pagar, pero no lo quieren.
Tampoco creo que tendrán que desaparecer sólo casas en el segmento más bajo de la demanda. Tendrán que desaparecer las casas malas y mal gestionadas y esas hay en todos los segmentos de la demanda.
Yo sí creo de que se tendrían que bajar precios en ciertas regiones de España. Y bajar precios no automáticamente resulta en menor rentabilidad. Bajar precios en zonas donde los precios están exageradamente más altos que en otras zonas podría resultar en más demanda y más ventas.
En Holanda se espera este año y los próximos una lucha a muerte entre los turoperadores, y una guerra de precios. Si de esta manera bajan los precios de los hoteles y los paquetes turísticos, mientras que el turismo rural no sigue esta tendencia, entonces empeorará todavía más su situación.
Pensando en el 2021, los empresarios de turismo rural tendrán que darse cuenta de que necesitarán los intermediarios para promocionarles y para incrementar sus ventas. Y también de que, para que los turoperadores hacen su trabajo, habrá que compensarles con una parte de la ganancia, es decir darles comisión, cosa todavía no muy común en el turismo rural español. Para atraer mercados nuevos con productos nuevos e innovados se necesitará el apoyo de turoperadores especializados y comprometidos.
Concuerdo con tu análisis de que el producto del Camino de Santiago podría ser una gran oportunidad para Castilla y León. Mis clientes -familias con hijos- buscan mayoritariamente casas rurales en zonas con playa cerca. Es decir que para vender el turismo rural en Castilla y León -y en otras zonas con las mismas características- se tendrán que habilitar otras perspectivas. Una de estas perspectivas será el Camino de Santiago. Y puede haber varias más.
La triada terapéutica de innovación+cooperación+diferenciación será, por cierto, muy necesaria para la regeneración del turismo rural español.
Estoy de acuerdo en que desaparecerán las casas malas en ambos segmentos de la oferta y que un precio alto o una foto de lujo no significa que la casa sea encantadora o esté bien gestionada. Pero yo creo que el segmento más bajo de la demanda no viaja cuando hay crisis. Y también que una casa sin lujos para un holandés no significa el segmento más bajo de la oferta. Lo que sí me parece obvio es que unos precios muy bajos conducen a un servicio inexistente, y es ahí donde estriba nuestro contraste de pareceres. Porque seguro que tú entendiste que me estaba refiriendo a las casas de alquiler completo (ya sabes que creo en ellas) y yo me refería (aunque no sé si bien expresado) a las casas de alquiler compartido. Éstas deberán mejorar sus servicios, lo que redundará en mayores precios, o concentrarse en unidades de gestión más grandes.
Pero concuerdo mucho contigo en que los precios del turismo rural en España, como tantas cosas más, han sido anormalmente altos. Y, por consiguiente, en la siguiente etapa los precios deberán ajustarse bastante. Porque no es de recibo que una casa rural sin servicios cueste más que muchos hoteles de ciudad modernizados y bien atendidos.
Creo que en lo esencial estamos bastante de acuerdo, Henk. Y apoyo tu idea de que los intermediarios deberán suplir las carencias del turismo rural enlos mercados internacionales. Por la cicatería de muchos propietarios, sus casas solo se alquilan al 15% y en mercados locales, lo cual es un sinsentido como negocio… o un lujo privilegiado por las subvenciones públicas.
Cada territorio tiene un análisis distinto. Teniendo en cuenta que por Turismo Rural se denomina a todo tipo de turismo que se desarrolla en un territorio rural habría que hacer un análisis diferenciado de la multiplicidad de tipos de turismo que se pueden desarrollar en un territorio: gastronomía, senderismo, convenciones, actividades de aventuras, visitas patrimoniales, etc.., pero en definitiva lo que ocurre con el Turismo Rural es que es un turismo joven y que no ha desarrollado sus potenciales de comercialización ni de demanda todavía. Estamos en un momento donde estos potenciales se están desarrollando, pero para esto debe adaptarse la oferta y servicios en destino y la promoción y comercialización del mismo. No se trata de bajar precios, se trata de sacar ofertas…