Aquello de que hacían gala los viejos viajeros, los viajeros de verdad, de no frecuentar los destinos triturados por la industria turística porque el viaje no era cuestión de consumir, sino de descubrir, se ha convertido hoy en el lema definitorio de los millennials. Viajar sin hacer el turista es una exigencia de quien siente la geografía como la razón de ser del viaje. No la playa, los monumentos, ni una actividad concreta, sino la integración plena en el medio que se visita. Explorar el lugar, fundirse con la comunidad local, experimentar los modos de vida más genuinos, comprender el hábitat e interactuar con él. En suma, ser un turista sin tener que parecer turista.
Consecuentemente, esta industria deberá redefinir su tipología para que un alojamiento turístico no tenga que parecerse groseramente a un hotel. Porque si hay algo que repele a muchos de estos nuevos viajeros es que el lugar en que se aloja sea, cómo podríamos decirlo…, demasiado hotel. El auge de Airbnb y otras plataformas de alquiler de viviendas privadas se explica por esta razón fundamental que perturba en su conjunto a la industria hotelera. Sus reticencias no lo son tanto por el agravio comparativo de la tecnología utilizada, ni por el marco legal establecido, ni por el tratamiento fiscal a esta actividad económica. Sus reticencias iniciales se deben a la dificultad de aceptar racionalmente un fenómeno, a juicio de muchos, esquizofrénico. Cómo regentar un hotel sin parecer que es hotel.
Sin embargo, ningún profesional de la hotelería escapará en los próximos años a la superación de esta paradoja. Es preciso difuminar el arquetipo de hotel tal y como ha sido diseñado de manera que enganche hoy a los jóvenes millennials porque mañana serán la demanda mayoritaria y preferente de todos los sectores económicos, y rechazarla significaría quedarse sin clientela. Urge redefinir el estilo de los alojamientos porque nada excluye que hoy consumamos servicios (hoteles) y mañana prefiramos ahorrárnoslos (viviendas particulares), o que hoy no estemos dispuestos a pagar mucho por el único acto de dormir y mañana tiremos la casa por la ventana porque necesitemos un paraíso con tecnología de última generación, un masaje a cuatro manos y una limusina esperándonos en la puerta.
Conviene aceptar la realidad de que un alojamiento turístico está dejando de ser poco a poco un lugar para dormir y comer para transformarse •••••••••••••••••
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Fernando Gallardo |