Muy probablemente, dentro de 10 o 20 años asistiremos a un impresionante desarrollo drónico en la industria hotelera. Naira Hovakimyan, profesora de Robótica en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, acaba de recibir una subvención de 1,5 millones de dólares por parte de la Fundación Nacional de las Ciencias para explorar las posibilidades de usar pequeños aviones no tripulados autónomos en la ejecución de tareas domésticas simples, como el traslado de bolsas de suero en los hospitales o la atención teledirigida de ancianos en sus domicilios.
Por supuesto que se lleva tiempo discutiendo sobre el futuro de los drones, dada la prevención de muchos y la objeción total que los neoludditas interponen a cualquier avance científico o tecnológico. En 2014, la autoridad federal estadounidense de aviación (FAA) dio vía libre a los diversos proyectos drónicos para sobrevolar áreas que no supongan un obstáculos para los aviones o restringidas por uso militar. Pese a lo cual, mucha gente se anda todavía preguntando si los drones no encerrarán en su apariencia volátil una perversión de fondo, su enorme peligro para la ciudadanía.
Hay quienes sugieren que estos aparatos en manos de terroristas podrían arrojar explosivos sobre las calles. También quienes temen que una caída de tales artefactos podrían suponer un riesgo para la población transeúnte, ahí abajo. Ninguno de estos relatos están exentos de razón. Efectivamente, un dron puede matar como actualmente mata un misil. Un dron puede arrojar explosivos, como hoy se los hacen estallar adosados a su propio cuerpo los yihadistas terrestres. En fin, los drones pueden caerse sobre las personas como se caen las tejas de las cubiertas, las gárgolas de las iglesias, el pedrisco de una tormenta o un avión de tomo y lomo como los Airbus o Boeing que transportan pasajeros.
Todo es cuestión de probabilidades y de tecnología fiable. Porque a pesar de estos peligros ciertos, todos seguimos caminando por las aceras en lugar de por el asfalto a fin de evitar las cornisas. Todos seguimos volando, sin consideración a que uno de los 102.465 vuelos diarios en el mundo se caiga, pues no se estrellan aviones todos los días. Y, desde luego, todos seguimos viviendo o sobreviviendo pese a los daños que pueda causar un huracán o un movimiento telúrico imprevisto.
Así, la doctora Hovakimyan subraya que los drones son beneficiosos para la Humanidad como lo han sido los aviones, los barcos y los coches. Es más, la probabilidad de que nos muramos al volante es muchísimo mayor que la de un dron en caída fatal sobre nuestras cabezas. «Estoy convencida de que dentro de 20 años los drones serán tan frecuentes como los teléfonos móviles hoy», dijo al recibir el cheque de la Fundación Nacional de las Ciencias.
Otro experto en tecnologías del futuro, Stowe Boyd, director de GigaOm Research, me confió recientemente que el desarrollo drónico va a ser imparable, pero no en su versión antropomórfica, sino como un arsenal de artilugios semi inteligentes que adoptarían las formas minúsculas de un insecto o una medusa sin riesgo de derrumbe sobre las personas. Y que su presencia entre nosotros no será súbita, como lo han sido los teléfonos móviles, sino paulatina y en función de aplicaciones muy específicas en todos los ámbitos de actividad humana.
Estoy totalmente alineado con la predicción de Boyd y creo que la hotelería se debiera ir preparando para este alumbramiento en su aplicación racional. No es ningún disparate pensar en un dron del tamaño de un pájaro sirviendo los refrescos en la terraza de un hotel, ni transportando los artículos de limpieza de sus habitaciones, así como tampoco ejerciendo la tarea de vigilancia sigilosa de todo cuanto ocurre en las instalaciones a fin de detectar una fuga, una disfunción o un problema de seguridad. Estos microrrobots prestarían un servicio inestimable a la cuenta de resultados de las empresas hoteleras, al mismo tiempo que liberarían recursos humanos para afrontar tareas más creativas, como servir los susodichos refrescos con arreglo a una liturgia experiencial.
La robótica en la industria de la hospitalidad ha empezado incluso antes de lo que muchos hoteleros creen o esperan. Una legión de robots de software sustituye ya a muchos efectivos en las tareas administrativas y financieras de las empresas turísticas. Por lo que el primer paso ha sido dado. Ahora empezaremos a ver drones sobrevolando los techos del hotel como paso previo a los androides tipo C-3PO que auxiliarán a los empleados creativos en la atención del huésped. Si los drones se harán populares en unos 10 o 20 años, la revolución androide llegará más tarde, probablemente no antes de 2050. En ese momento, el ser humano comenzará a ser biónico y las funciones de hospitalidad creativa las acometerá el hombre aumentado. Los replicantes de Blade Runner o el ciborg de Johnny Mnemonic.
Sí, lo confieso, de pequeño yo leía a Julio Verne.
Fernando Gallardo |