Por qué tantos turistas en España

malaga

Entre 7 y 12 millones de turistas prestados dicen algunos que recibe España como consecuencia de la inestabilidad del Mediterráneo y los atentados islámicos de los últimos años en algunas capitales europeas. Falso. Totalmente falso.

La multiplicación de los alquileres vacacionales ha traído como consecuencia la masificación turística que padece España estos últimos años y el surgimiento con fuerza mediática internacional de la ‘turismofobia’. Falso. Completamente falso.

Estas ideas son falsas por dos sencillas e inteligibles razones. La primera, es falso que el turismo prestado deba cifrarse en siete o doce millones de viajeros internacionales porque la magnitud del préstamo asciende realmente a los casi 80 millones que pisarán España a lo largo de 2017. ¿O es que alguien ha firmado un contrato de perpetuidad con algún hotel, apartamento o vivienda turística? ¿Alguien cree realmente que estaremos en condiciones de alcanzar la inmortalidad antes de 2045, si es que el atrevido vaticinio de los transhumanistas se cumple? Mientras ello no sea posible, todos los consumidores de turismo en cualquier parte del mundo son turistas prestados. Ninguno regalado.

Cuando inicié mis primeros escritos profesionales sobre viajes y turismo, allá por 1978, ya se afirmaba que España sufría una saturación turística de consecuencias implacables. Los agoreros de aquella época, a semejanza de los agoreros actuales, enfatizaban que los 36 millones de turistas que el país recibió ese año suponían una turistificación insostenible para las infraestructuras públicas españolas y, sobre todo, para la armonía social, económica y cultural de los españoles. Casi cuatro décadas después estamos en las mismas con el doble de turistas. España sigue saturada de turistas, y mucho me temo que en 2057, con 160 millones de turistas internacionales, los quejidos de masificación seguirán presentes en lo que quede de los periódicos y redes sociales digitales y monopolizarán las nuevas estructuras de comunicación holográficas y telepáticas.

La reiterada monserga de la masificación atribuye, no obstante, la culpa máxima a las administraciones públicas, las empresas turísticas, los modelos de desarrollo low cost, la proletarización de los servicios de hospitalidad y a la promoción turística. Forma parte del querer ganar dinero a toda costa, repiten machaconamente los epígonos del independentismo catalán, los nietos de la kale borroka y las izquierdas ensimismadas con el luddismo del siglo XIX. Hasta las kellys se manifiestan por querer ganar dinero, insisten los niños pijos de la turismofobia.

Basta una reflexión sensata sobre lo que sucede para entender las causas de lo sucediente. El turismo —como parece bien sabido, pero poco leído— es una actividad transversal. Por ello nunca hemos encontrado justificación a un ministerio de Turismo, ni a ninguna regulación turística específica. El turismo no atañe únicamente a la industria hotelera, ni a la de restauración, ni a los transportes o a la organización paquetizada de los viajes. Turismo es una farola que alumbra en un punto señalado. Turismo es un paisaje atractivo. Turismo es una carretera decente. Turismo es la wifi que nos pone en comunicación. Turismo es ese outlet del que salimos convencidos de haber encontrado un chollo. Turismo es la mano experta del traumatólogo que nos cura el esguince sufrido a la mitad de una caminata. Turismo es tocar la pared y que se encienda la bombilla. Turismo es maniobrar un grifo y que salga agua fría, templada o caliente. Turismo es saber preparar un salmorejo y aderezarlo con jamón de bellota, o inventarse una espuma para aparecer en portada del New York Times. Turismo es acceder a un mirador desde el que obtener una panorámica inolvidable. Turismo es vivir con la seguridad jurídica de que los negocios funcionen con arreglo a lo convenido. Turismo es garantizar una gobernanza eficiente. Turismo es que funcione el metro, sea rápido, limpio y poco ruidoso. Turismo es mantener las calles en buen estado para los transeúntes y para cualquier modalidad de vehículo. Turismo es franquear los controles internacionales de las fronteras con celeridad y seguridad. Turismo es poder asistir a un concierto, una sesión de ópera, una lectura de café o un encuentro deportivo con los colores que avivan las pasiones en paz. Turismo es paz, es reflexión, es cultura, es universalidad. Turismo, en fin, es hacer que todo esto sea sostenible y amable para con el género humano.

Así definido, un ministro de Turismo debería tener en su cartera las funciones y prerrogativas de la Educación, la Sanidad, la Seguridad interior y exterior, las Obras Públicas, Los Transportes y las Comunicaciones, la Energía, los Asuntos Sociales, la Administración Territorial, la Tecnología e Innovación Industrial, la Alimentación, los Deportes, la Cultura y los Espectáculos, sin olvidarnos de la Meteorología. Porque a todos estos epígrafes, sin faltar ninguno, debe España su éxito turístico.

No se trata de planes de marketing y promoción. No se trata de regulación turística. No se trata de sol, playa y diversión al por mayor. Lo que está impulsando a España como destino Top 1 mundial es que en casi ningún país se cumplen todos estos requisitos imprescindibles del éxito turístico. Después de vivir 10 años fuera de España y tras 50 años de recorrer más de 150 países, tengo la sensación —sin el aval estadístico Big Data complementario, es verdad— de que actualmente no existe ningún destino en el mundo que pueda resultar más atractivo que España para unas vacaciones seguras, amables, divertidas, cultas, estéticas, intensas, de precio ajustado, con comunicaciones rápidas, con una gestión eficiente de los recursos, sostenibles, energéticas, salutíferas y al alcance de todos, abiertas al forastero, promiscuas, tolerantes, cosmopolitas, bien organizadas, seductoras en lo material y en lo inmaterial, todo junto y al mismo tiempo. ¡Yo no soy tonto!, pensarán nuestros turistas.

Por supuesto que el destino turístico España no es el paraíso terrenal, soporta muchas ineficiencias e inequidades, malas costumbres, horarios anacrónicos, miedos escondidos, corruptelas incesantes, conductas anti sociales y, como vemos ahora, niños pijos turismofóbicos. Pero otros destinos pujantes también manifiestan hartas debilidades y no acreditan el cúmulo de fortalezas que ha servido para que España lleve cinco décadas en el podio turístico mundial. España, por si todavía algunos de mis lectores no lo saben, ocupa la posición número uno en comptetitividad turística, según el World Economic Forum.

Remediar la masificación turística rápidamente es muy fácil. Bastaría con destruir a lo talibán los monumentos más notables, abandonar el mantenimiento y gestión de las infraestruturas públicas, romper farolas o no actualizar el alumbrado público a LEDs, clausurar centros educativos, fomentar en la Universidad los estudios anti progresistas, aplicar el huso horario de Singapur o el de las islas Aleutianas, cerrar el aeropuerto de El Prat y rehabilitar el de Castellón, destruir Internet (almenos la red terrestre de Movistar), impedir el aterrizaje de aviones aun cuando se estrellen frente a las costas mediterráneas, enlazar la caza ecológica del pato malvasía con la de los pérfidos albiones y, por supuesto, construir un muro más largo y más alto que el Trump.

Pero nada de esto va a ser posible, así que la masificación turística no tiene remedio. Atentados ISIS aparte, los turismofóbicos intentarán afilar sus cuchillos para solventar el problema de la turistificación española. Empezando por las medidas anunciadas por el decadente turoperador analógico TUI, cuyas afirmaciones de que España está llena han sido tomadas con escepticismo por los operadores digitales en ascenso, que registran otros datos en sus motores de reservas. El consejero delegado de este turoperador alemán, Fritz Joussen, ha llegado a afirmar que los nuevos destinos competidores de España serán Cabo Verde y Bulgaria, haciendo gala de un escaso conocimiento geográfico y nulo en materia digital.

Ni los turoperadores clásicos, hoy en vías de extinción, ni los incipientes turismofóbicos van a conseguir remediar la masificación turística por un número creciente de viajeros internacionales lleva descubriendo en los últimos años que existen muchos destinos en el mundo más atractivos que España en alguna particularidad, pero ninguno en el conjunto de características que explican por qué este país tiene el éxito que tiene.

Así que preparémonos en infraestructuras y diversidad experiencial para recibir, dentro de algunas décadas, al turista ciento cincuenta nueve millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve.

Fernando Gallardo |

2 comentarios en “Por qué tantos turistas en España

  1. Muy de acuerdo en todo lo que dices Fernando pero echo en falta alguna idea sobre redistribuir el turismo en España. Es verdad que el sol y playa es el que manda, pero también es verdad que no he visto mucha promoción de otras zonas de España en las que el turismo escasea. Es una lástima que TODO el turismo se concentre en las zonas de playa y grandes ciudades cuando el resto del país está seco de turistas como una mojama y nadie intenta remediarlo. Ni es lo mismo 80 millones de turistas concentrados que dispersos por el país. Tendrá algo que ver el lobby de grandes cadenas hoteleras con intereses en la costa? En Extremadura seguiremos esperando la llegada de turistas como agua de Mayo.

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