
De aquí a 2060 el mundo verá añadir 250.000 millones de metros cuadrados a su actual parque inmobiliario, una cifra equivalente a la construcción de una ciudad tan grande como París cada semana. Este sueño de arquitectos puede convertirse en una pesadilla para los turismofóbicos, que no solamente sufrirán el asedio de los 2.600 millones de viajeros que entonces tendrá nuestro planeta, sino el de otros 3.000 millones de habitantes que ubicarán su residencia en la vecindad de aquellos. Para esa fecha, el 75 por ciento de los seres humanos vivirán en ciudades, algunas de las cuales alcanzarían fácilmente los 60 millones de habitantes. Sólo en Estados Unidos se construye un promedio de 3.300 viviendas nuevas cada día.
A fin de hacer sostenible este tremendo reto demográfico, la marca turística más rutilante en la actualidad ha tomado la iniciativa de contribuir a mejorar la forma en que se edifican y se comparten las viviendas, tanto las destinadas al alquiler turístico como al residencial. La experiencia de una década en analizar la manera en que las personas vivimos y viajamos le ha servido a Airbnb para impulsar la creación de prototipos de nuevas formas de construir y compartir casas con un diseño más humanista, orientado al futuro y consciente de que uno de los principales problemas a los que se enfrentan hoy las ciudades es la gestión de los residuos. Backyard, el patio trasero en inglés, utilizará tecnologías inteligentes para diseñar el hogar de los millennials, a cuyo amparo ha crecido una nueva manera de viajar en la era digital tendente a pernoctar en alojamientos multimodales y moverse por el mundo con el elevado espíritu de comunidad que alienta y da cuartel la marca Airbnb. Según uno de sus tres fundadores, el diseñador Joe Gebbia, Backyard nace para responder de forma inteligente a las necesidades cambiantes de los propietarios de viviendas o sus ocupantes a lo largo del tiempo de uso.
La iniciativa se vale del ejemplo de la taladradora –el caso de estudio típico de la economía colaborativa que, desafiando el alojamiento turístico regulado y su desfase digital, ha contribuido a poner en valor los espacios infrautilizados, como una plaza de garaje, un dormitorio o una casa entera– para medir el potencial del espacio en el futuro e innovar en su rediseño y construcción. Pero no únicamente eso. Al tiempo que la arquitectura, el urbanismo, la ordenanza cívica, la construcción o la sostenibilidad de cada proyecto es preciso bucear en el conocimiento neurocientífico para encontrar las claves emocionales del hábitat humano y definir la personalidad de sus ocupantes, ya sean temporales o definitivos. Porque el tejido inmobiliario de nuestro tiempo no puede ser únicamente una oportunidad de negocio, sino también una responsabilidad social.
Para Gebbia, la forma en que se construyen los edificios es anticuada y genera una enorme cantidad de residuos. Para satisfacer las demandas del futuro, ya sea el desplazamiento climático o la migración rural-urbana, el hogar debe evolucionar con la tecnología y las aspiraciones personales de sus habitantes. A este propósito, Backyard está reclutando activamente a pensadores out of the box, personas capaces de generar pensamiento lateral, un equipo ecléctico de profesionales que incluye diseñadores industriales, diseñadores gráficos, arquitectos, ingenieros mecánicos y de hardware, especialistas en materiales, politólogos y, por supuesto, robots con la inteligencia artificial más avanzada. Gente creativa, viajeros curiosos que puedan aportar a la firma una nueva manera de concebir el mundo en que viviremos en los próximos años.
Puedes seguir quejándote o ponerte ya a diseñar tu futura vivienda con el Backyard de Airbnb.
Fernando Gallardo |