Innovar es difícil, se oyó decir en las pasadas Jornadas de Innovación Hotelera Lisboa 2012. Durante las sesiones de taller creativo, que en esta ocasión estaba dedicado al diseño de liturgias en el hotel, la conclusión aplastante de uno de los grupos de trabajo fue que las ideas no caían del cielo y costaba un potosí hacerlas volar. Innovar es difícil porque se requiere práctica para ello. Aprendizaje y mucha práctica, como el desarrollo mismo de la creatividad.
Uno nunca sabe en qué posición sentarse o estar de pie para crear algo. Puede parecer estúpido, pero la ausencia del fluido inspirador le hace a uno moverse más de lo necesario. Se requiere contención, concentración, humildad. A veces, el proceso de creación es piramidal. Colocamos primero la base de nuestro conocimiento. E investigamos. Con lo aprendido, llenamos el siguiente piso de la pirámide. Y luego el otro. Y el otro. Finalmente alcanzamos la cumbre, el resultado. Todo lo que hay debajo es conocimiento acumulado, reflexión, cooperación, estructura y, por qué no, genialidad. Lo que culmina la pirámide es la creación misma. Y, más arriba, el cielo protector, la nebulosa estelar, algo nuevo por conquistar. Pues la creatividad no termina nunca.